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Elkarrizketa
Helena Taberna
Cineasta

«El amor existe, el amor se acaba y no hay culpables»

El amor, por momentos tan efímero como tangible, transcurre por diferentes momentos en cualquier relación de pareja pero, ¿qué ocurre cuando este se agota? La directora de cine altsasuarra Helena Taberna propone una reflexión sobre los finales y las rupturas en «Nosotros», su nueva película inspirada en la novela «Feliz final» de Isaac Rosa.

(Iñigo Uriz FOKU)

Tan real como que a menudo no nos gusta el reflejo de nosotros mismos que nos devuelve el espejo, lo es que muchas veces necesitamos de esa imagen para sacar nuestra mejor versión. Helena Taberna pone al espectador ante ese espejo con su última película, “Nosotros”, basada en la novela “Feliz final”, de Isaac Rosa, y que llega a los cines el 28 de febrero. La nostalgia, la culpa, la rabia, el silencio, la ternura o la preocupación que impregnan el final de una relación sentimental atraviesan un film que nos habla de algo tan terrenal y a la vez tan complicado. Una radiografía social del imaginario sobre el amor que todavía hoy impera entre nosotros y que tanto cuesta romper. Y también una herramienta para una lectura más sana, realista y alentadora de lo que no es, ni más ni menos, que un proceso vital por el que transitamos con la mochila de lo aprendido y guiados por la pasión, desde el principio hasta el fin.

De «Feliz final» a «Nosotros». La novela en la que está basada la película empieza a contar una historia de amor desde su final. Nosotras, empezamos desde el principio. ¿Cómo llega a querer contar esta historia? Siempre he tenido especial interés en el tema del amor desde el punto de vista de la literatura, del cine y de la propia experiencia. Es un tema que me parece de vital importancia. En el cine esta temática me ha interesado especialmente desde “Viaggio in Italia” (Roberto Rosselini, 1954), que no era un discurso sobre el amor romántico al uso. Empecé a ver que había una verdad en esa narrativa que no estaba contemplada en esa otra parte que me fastidiaba siempre que o era Disney, o un mundo fantástico del amor romántico. La propia experiencia también me demostraba que la vida tiene altibajos. La pareja, como la vida, tiene momentos luminosos y momentos terribles. Entonces es cuando leí la novela, vi que participaba de ese discurso y tenía una hondura. Y luego tenía una estructura que era imposible pasarla al cine. Lo cual fue un reto que a mí me estimuló. Inmediatamente con ese entusiasmo, porque la novela me pegó personalmente muy fuerte, hablé con Isaac Rosa y tuve la suerte de coincidir con él y ver que era un hombre que sabía su sitio y que no tenía especial interés en una adaptación fiel de la novela, que lo más probable es que fuese una mediocre película, sino que creía en la posibilidad de que el talento de una cineasta pudiese coger ese material y hacer otra cosa que no fuese lo mismo pero que fuese sugerente y maravillosa.

Seguí el que yo llamo el proceso de la escritora. Cuando hice tanto “Yoyes” como “La buena nueva”, me sirvió mucho un discurso de Marguerite Yourcenar, autora de “Memorias de Adriano”, que decía que, cuando ya te has documentado bien y tienes la piedra auténtica, cuando ya conoces el material, ya la puedes modelar como quieras. En este caso la llevé a mi experiencia personal, a mis lecturas, a mis películas, a mi vida, a mi observación del mundo, y entonces con todo eso ya sabía qué quería contar. Tuve la guía de la novela por si me perdía, pero en ningún momento ninguna obligación. La satisfacción es que a Isaac le ha gustado, y no ha tenido ningún interés en hacerlo con la mirada de lupa. Y eso es muy bonito, porque esa libertad desde el creador es imprescindible, pero, si está basado en algo, también es imprescindible la satisfacción del autor.

Desde esa libertad que menciona y como bien ha dicho, siendo el amor algo recurrente y muy tratado en literatura y cine, ¿qué es exactamente lo que usted quería contar? Lo que más me preocupaba es el rencor que aparece en muchos casos tras el final de una historia de amor.

Ello, unido a la culpa, que también se refleja claramente. Y la culpa. Las culpas. Eso me parece tan tremendo... Ese dolor que había visto en amigas mías. Yo parto de la tesis que la película defiende: que el amor existe, que el amor se acaba y que no hay culpables. No hay culpables. Nos empeñamos en ello. Hay miedo, pero no hay culpables. Cuando una pareja está rota, si uno no se da cuenta de que la otra está fuera ya, porque siempre se dice que la decisión suele tomarla una de las partes, ¿cómo estabas amando? Ahí no estabas en el sitio debido, algo pasa. Otra cosa es que tengas miedo a empezar una vida, porque siempre da vértigo ese momento de soledad o ese tránsito, el duelo, el aceptar lo que es la vida. El dolor de que algo que es tan bello se acaba.

Por eso yo quiero darle la vuelta con la película, porque creo que tiene un punto de luz que me parecía importante, que es el siguiente. Si hemos amado y hemos sido amados, tenemos ese milagro en nuestras vidas. Quédate con eso. Porque, si se ha producido una vez, igual puede producirse otra a lo largo de la vida. Y en lugar de tener el rencor de esos finales, primero acepta el hecho de que la pareja es un esfuerzo, lo mires por donde lo mires. Y entonces ese esfuerzo hay que incorporarlo también como parte del proceso de la pareja.

A todos nos sorprende cuando se ha acabado nuestro amor y de repente nos damos cuenta. En ese sentido, la película es tan abierta que lo que va a hacer es ayudar a reflexionar. Y, si se reflexiona, nos podemos amar mejor. Creo que desde la reflexión podemos conocernos más y establecer diálogos entre nosotros. A mí me parece que lo peor de todo es llegar a una banalización del amor, como está pasando, donde no se reflexiona, con un dolor infinito y como si no pasase nada. Tú el duelo lo tienes que pasar.

(Iñigo Uriz | FOKU)

Todo esto que está diciendo rompe con un montón de mitos en torno al amor o, mejor dicho, en torno a la forma en que se nos ha enseñado a amar. Entre otras cosas, es romper con esa idea de amor eterno. Creo que la película es abierta al respecto. Una cuando piensa en alguien ahora, sabe que realmente va a tener un par de parejas o tres a lo largo de su trayectoria, ¿no? Eso es algo que está ahí. Hay parejas que también es cierto que pueden romper la norma que hay, que aparece esa nueva manera de emparejarse, con una nueva manera de compartir cosas que son útiles para ambos. Puede haber también como una especie de contrato, o un esfuerzo que trae a cuenta de poder seguir adelante durante todo el recorrido. Existe la libertad para una cosa y otra. La verdad es que el miedo que aparece en muchas de esas parejas, anuncia como una resignación también. Si la pareja es insatisfactoria, si no se es feliz dentro de una pareja, el mantenerse por miedos, por rutinas, por creencias, también es peligroso, porque es algo que mata la posibilidad de ser feliz.

Es descriptiva la imagen de que una de las dos partes ya esté fuera de la relación. Se lo dice la madre a la protagonista del filme de una forma muy tierna. «Esto se ha roto, ya no vale». En este caso, él ya sabe algo que es determinante para él. Está más allá de la infidelidad, creo que es ese sueño que le vendió, que vuelve a ser el sueño del amor romántico. Generalmente en las parejas suele pasar, nos creemos especiales cada una de ellas y creemos que nuestro amor va a ser tan fuerte que va a poder con todos los inconvenientes. Entonces te preguntas: ¿Dónde se ha terminado todo? ¿Por qué se ha terminado así, si nos amábamos y tal? Es como en la secuencia del restaurante, de repente estás en un restaurante y no tienes nada que hablar y ves una pareja en el reflejo, la pareja joven que está con entusiasmo y no dejas de perder ese momento.

El peso que tienen las obligaciones y responsabilidades familiares para con las amistades... Es un factor que queda reflejado también en la película, el peso que tienen también a la hora de establecer compromisos en la pareja. Es algo muy valioso, y también el peso que tiene el concepto de las nuevas familias. Estaba totalmente buscado desde el principio, porque me parece que entre los reflejos que queríamos mostrar estaban también las parejas gays, que me interesaba, la abuela también es un personaje bastante poco estereotipado... Es una mujer más cercana a mi generación o a un feminismo militante muy activo, con un espíritu libertario mucho más valiente. Y suele pasar que de una generación a otra suele haber igual un retroceso. Por ejemplo, la generación de 60 años en adelante ahora tiene las hijas e hijos de parejas separadas y tienden a poner mucho empeño en la pareja y a querer eso que perdieron. O pensar que ya como el feminismo está más avanzado, que no hace falta una militancia tan fuerte. Por eso me gusta el juego de madre e hija. Me gusta que se lleven bien. Creo que las madres son una fuente de luz también, para mí por lo menos la mía lo fue, y de reflexión y compasión también. Como la de nuestra película, que ve a su hija que va a meter la pata y que no puede hacer nada más que abrazarla.

En cuanto al protagonista, ¿qué ha querido reflejar exactamente? Yo lo que quiero es, lo primero, que los espectadores se identifiquen con los personajes. Que se vean a sí mismos. Por eso he elegido una pareja que sea muy normal, personajes muy identificables. Con dificultades económicas, no una vida de desahogo, con un pisito pequeño al que le sacan encanto porque tienen amor por la belleza y las plantas las cuidan, pero vamos, un piso de dos duros en el que llevan años viviendo con huelgas, con problemas laborales etc. Luego he construido en la estructura cómo funciona el recuerdo de nuestros amores: el momento luminoso y el momento cabrón.

Y luego nostalgia. La nostalgia, exacto. Y entonces ahí de repente hago pausas, sobre todo cuando nos quedamos con ella, en ese momento que está tan soberbia. Cuando se queda sola en el plano, se queda ella siempre con la reflexión y dejo ahí ese vacío para que en ese rato, tú vuelvas a tu historia. Es una estrategia que elegí pensando en que me importaba mucho que fuera una película participativa, que entrásemos a jugar todos.

Seguramente cualquier persona que vea la película se podría identificar con muchas de las situaciones o sentimientos que se expresan. La falta de ilusión, la alegría del principio, los cambios a lo largo del tiempo. Incluso la primera vez que se van a despedir y se dan ese abrazo... Me parece conmovedor ese momento. Ha sido el último abrazo. Qué dolor genera todo eso cotidiano que ya no va a estar. Somos como cualquier pareja que se separa.

También quiero preguntarle sobre la cuestión de la pasión, la importancia que tiene la pasión en el amor, tanto a la hora de amar, fervientemente cuando te enamoras, como también a la hora de enfrentarte a ese final. Ese es otro de los vaivenes del deseo. Estamos en la sociedad del deseo, es estimulante para la sexualidad. Creo que hay una secuencia que marca ese principio del desgaste, del aburrimiento. La siembra. Hay varias siembras hasta llegar a un puntito de veneno.

(Iñigo Uriz | FOKU)

Hoy en día damos por modernizadas nuestras formas de pensar, damos por aceptado que las rupturas son cosas que pasan. ¿Cree que es así o que todavía hay un trabajo que hacer? Muchísimo trabajo. El espejo de la vida es aprender que la vida también son procesos que empiezan y acaban, de desapego. Creo que es algo que no está planteado en el interés de la economía, que es lo que mueve el mundo en este momento. Les interesa más que estemos como estamos y que, desde luego, no planteemos la vida de una manera plena, como una elección. ¿Elegimos el trabajo, elegimos exactamente dónde queremos estar, cómo y cuándo? No. Generalmente hacemos unas vidas, seguimos unas rutinas que nos van enmarcando, que nos van enviando, y es rara la biografía que se para en un momento determinado y dice: “Ui, ¿qué estoy haciendo con mi vida?” Cuando es algo que yo creo que deberíamos hacer cada equis tiempo para saber si estamos donde, dentro de las posibilidades que tenemos, queremos estar. No somos propensos a la reflexión, si reflexionasemos haríamos cambios, porque el cambio es más vida que la resignación.

Yo sí que veo a mi alrededor que se rompe mal, porque muchas veces no se quiere romper y hay que buscar excusas porque estamos cargados de culpa, miedo a la culpa o miedo a la soledad. La cultura en la sociedad que estamos está despreciada. Es difícil, incluso, vender una película reflexiva. Y es mentira, porque una película reflexiva, una película que te da una pista sobre algo, te hace feliz. Aprender creo que es algo que produce un placer altísimo en el ser humano. Creo que estamos en una época en la que es importante que se hagan libros y películas que nos ayuden a eso.

Ello frente al consumo rápido que tanto impera. No hemos sabido enseñar ese placer para que la gente tuviese afición a leer, porque están las bibliotecas públicas y el cine. Esos dos elementos eran caminos de sabiduría, de reflexión y de goce. El principio de placer para mí es fundamental, y va con el querer también conocer más de uno mismo, de cómo está en el mundo. Generalmente, en el cine que hago me suele gustar toda la fase de documentación, de preparación, de reflexionar sobre ello y luego lanzarlo para que las películas terminen en vuestros corazones y cabezas. Me encanta, porque hay tantas películas como personas que vean. Y me gusta que no se acabe en esto, sino que después de ver la película te acuerdes de otra cosa. Es lo que más goce me puede producir.

Antes hablaba de los saltos generacionales en relación a las visiones sobre el amor. Es verdad que la película igual ayuda más a identificarse a personas a partir de cierta edad. En este sentido, ¿cómo ve a las nuevas generaciones en toda esta lectura sobre el amor? En general hay una aceptación en toda la sociedad de que hay muchas parejas que se separan y ahí ya hay tiros de edad. Por ejemplo, el paso de la infancia al instituto. La mayor parte de separaciones se producen ahí, cuando los niños son un poco más mayores. Creo que nos tendremos que acostumbrar a formas de vida distintas, a parejas diferentes, y a vivir en espacios diferentes. Porque una de las cosas a tener en cuenta es la precariedad de las viviendas. Incluso estando previsto todo para estar en pareja, fíjate cómo se complica la cosa que muchísimas parejas están separadas y viviendo juntas. Eso es terrorífico, infantilizarte de cualquier manera y perder calidad de vida.

Por eso me interesaba también plantear en una pareja que sea más identificable el problema de la precariedad económica, que es un elemento muy a tener en cuenta en una separación. Creo que hay ciertas lecciones de la vida que tenemos que aprender y una de ellas es, sobre todo, el hacer nuestra vida más feliz, hacernos más felices mientras estamos juntos y también de hacernos más felices cuando estemos separados.

La directora de Altsasu da indicaciones durante el rodaje a los actores María Vázquez y Pablo Molinero. (Unai Mateo)

Ese concepto de conflicto que a todos nos viene a la cabeza, ¿no? Parece que o te amas eternamente o, si no, vas a vivir en conflicto eterno con esa persona. Sí. Tenemos que desmontar varios mitos porque, por ejemplo, hay mucha gente que no quiere esa cotidianidad porque prefiere mantener ahí como un misterio del amor que fue. Es más fácil también cortar por lo radical que tener cerca a la persona que amaste, porque te pueden volver más fácilmente los dolores. Pero sí que creo que las nuevas generaciones para eso están más adaptadas a no tener tanto sentido de la posesión.

Ha comentado que ha tenido total libertad por parte de Isaac Rosa a la hora de darle forma a la película. Me gustaría saber cómo ha sido la relación entre ambos y cómo ha sido el proceso creativo. Ha sido muy bonita. Yo empecé a escribir con Virginia Yagüe la adaptación, pero tuvo que dejarlo. Entonces, durante un tiempo pensé si lanzarme o romper la baraja. Pero luego hablé con él y me puse a hacer sola la película. No quería hacer una estructura clásica de presentación, nudo y desenlace, porque entonces la gente no se iba a identificar. Y yo lo que quería es que se diesen cuenta. Que dijesen: Está ahí, pero es mi reflejo. Para eso tenía que romper la estructura y, para que hubiese también una honestidad en mi planteamiento, cogí y elegí la estructura del recuerdo.

Es un relato a través del recuerdo, como bien explica, de algo tan terrenal... La ternura está todo el rato. Y qué importancia tiene la ternura. Mientras estemos, aunque se vaya acabando el amor, hay siempre como una ternura en la pareja que me parece que es bonita también incorporarla. La ternura y el respeto, dos pilares esenciales.

También refleja todas esas estructuras que se crean después de cada ruptura. Sin embargo, algo en la sociedad impide que aceptemos del todo esa realidad. La decepción del desamor es algo que pesa mucho socialmente, ¿no cree? El conservadurismo es lo peor de todo. Las personas conservadoras y con miedo son los elementos peligrosos, porque estarían deseando hacer eso, y no se atreven. Hay una corriente conservadora que tira a la gente hacia eso y entonces no pueden ver el espejo porque les recuerda demasiado. Habrá reacciones negativas a la película en esas personas que no quieran aceptar esas nuevas formas de vida.

Hablemos de la importancia de lo que no se dice, de los silencios. También los hay en la película. Eso se refleja muy bien y, precisamente en casos así, o hay conflicto o, si no, distancia e incomunicación. Él se enamora de la capacidad de amor que tiene ella, de lo que le promete. Eso le atrapa. Y luego de repente se rompe la confianza y solo hay silencio.

Helena Taberna supervisa las imágenes en la cámara durante el rodaje. (David Herranz)

Quiero hablar también de sus trabajos anteriores. El elemento de la memoria histórica ha estado muy presente en los trabajos que ha hecho. «Yoyes», «La buena nueva»... También la memoria de las mujeres con el trabajo sobre Nagore Laffage. ¿Cuál ha sido su inquietud en este aspecto? Tengo la suerte de que he hecho las películas que he querido y como he querido. A mí me atraía, lo mismo que ahora estamos con el amor, analizar las cosas que me importaban y aprender un poco más y reflexionar sobre las cosas que me parecen importantes y que quede ese testimonio. El álbum de fotos de un país es el cine, por ejemplo, el cine documental y el cine de ficción, porque los dos pueden acercarse a la verdad. Hay una cosa en mi biografía qué es curiosa porque, yo después de hacer “Yoyes”, y con todo el éxito que tuvo, pensaba que tendría todas las puertas abiertas, pero me encuentro con la sorpresa de que voy al siguiente proyecto y no es así. Luego, trabajando muy duro y con pocos recursos, conseguí hacer “Extranjeras” y para mí fue una lección de humildad. A partir de ese momento seguí viva, produciendo yo pero, vamos, ha sido duro.

También fue cofundadora de CIMA. Fue gracias a “Extranjeras”. Coincidí en una presentación con Soledad Murillo, que era secretaria de Estado para la Igualdad y entonces estaba preparando la Ley de Igualdad. Me encantó el discurso, decía sobre las mujeres que no podemos perder el talento en la mitad de la humanidad. Y me gustó, era positivo. Luego nos reunimos un grupo de directoras y ha sido la primera asociación feminista de mujeres cineastas del mundo. Ahora somos más de 2.000 y pico socias, están ahora en relación con Hemen, que también es la Asociación de Cineastas desde Euskal Herria. Estoy contenta de haber facilitado el camino a mis compañeras y de todos los éxitos que están viviendo las nuevas directoras.

¿En qué momento cree que estamos en ese sentido? Ha habido avances, sin ninguna duda, pero el camino es siempre difícil. Y nos va a tocar también a nosotras reflexionar e ir afinando más. Estamos pasando un momento de tanto bulo, de tanta mierda de mentira, de falta de ética, que es difícil.

Uno de los momentos del rodaje de «Nosotros» en Bilbo, con Helena Taberna acompañada por parte del equipo técnico. (Monika del Valle | FOKU)