Pablo GONZÁLEZ

GEORGIA, EL ESPEJO EN EL QUE PUEDE MIRARSE LA UCRANIA DE HOY

Georgia y Ucrania comparten una trayectoria similar en los últimos veinticuatro años. Sin embargo, el país del Cáucaso parece ir en algunos aspectos varios pasos por delante del país eslavo. Por ello estudiar su caso es interesante para entender las posibles perspectivas que tiene ante sí la denominada «crisis ucraniana».

Desde la desintegración de la Unión Soviética, las quince repúblicas que la integraban han seguido caminos diferentes. Algunas, como los países Bálticos, se han integrado en Occidente. Otras se han convertido en regímenes autoritarios gobernados por un líder nacional y su familia, como Uzbekistán o Azerbaiyán. Un tercer grupo sigue sin poder decidir de manera inequívoca su modelo de desarrollo; en él se encuentran Georgia y Ucrania.

Los dos países se mantienen en la disyuntiva entre su pasado conjunto con Rusia y un futuro occidental. Si bien el deseo de ambas naciones, al menos de sus dirigentes, es integrarse en dicha sociedad, la realidad y su poderoso vecino ruso dictan que este camino no es tan sencillo ni beneficioso. Por todo ello se pueden trazar paralelismos en la trayectoria de Georgia y de Ucrania.

En ambos países, los primeros gobernantes tras el fin de la URSS pertenecieron a antiguas élites comunistas, Shevarnadze en Georgia y Kravchuk y Kuchma en Ucrania. El camino de estos gobernantes era un tanto ambiguo en cuanto a su alineamiento, pero al final no demasiado alejado de Rusia, país del que seguían dependiendo económicamente. Esta generación formada como clase dirigente todavía en la URSS fue apartada del poder en los años 2003-2004 por sendas revoluciones no violentas, las denominadas «revoluciones de colores» promovidas desde Occidente. La «revolución de las rosas» llevó al poder a Saakashvili en Georgia, y la «naranja» (primer Maidán) a Yuschenko en Ucrania.

Tanto Saakashvili como Yuschenko se alinearon con Occidente y empezaron a mostrar signos de alejamiento de Moscú, que en algunos casos rozaban la hostilidad. Ucrania vivió este proceso más lentamente y de una manera menos marcada debido a sus lazos históricos y culturales mucho más fuertes con Rusia. Georgia, más pequeña en tamaño y población, aceleró su alejamiento de la órbita de los intereses rusos.

Georgia empezó con Saakashvili al mando una profunda reforma del Estado que afectó al funcionamiento de los organismos gubernamentales. Se redujo de manera significativa la corrupción a nivel medio y bajo entre los funcionarios, aunque a la larga subió la de alto nivel. Se reformaron las Fuerzas Armadas. El mayor problema era, y sigue siendo, la economía. Las inversiones occidentales llegaban con cuentagotas. Las ayudas financieras al país no relanzaron la economía sino que la lastraron debido al pago de los intereses de la deuda.

Operación militar en Osetia del Sur

Saakashvili intentó ampliar el territorio bajo control directo de Tbilisi mediante una operación militar contra Osetia del Sur. Un territorio dentro de Georgia, pero que se negaba a seguir las directrices centrales. Tras el alejamiento iniciado por Tbilisi, Moscú respondió dando más apoyo a las regiones con aspiraciones independentistas dentro de Georgia. Al apoyo dado desde principios de los 90 a Abjasia, se sumó un apoyo cada vez mayor a Osetia del Sur. Las autoridades rusas repartieron pasaportes rusos a cerca del 90% de los residentes locales.

Saakashvili, envalentonado por el apoyo occidental, principalmente proveniente de Estados Unidos, y con un Ejército reformado y relativamente moderno, decidió intervenir en Osetia para «restablecer el orden constitucional» georgiano en esa región. Su derrota fue total. El Ejército georgiano no pudo hacer gran cosa contra las unidades rusas que respondieron a la operación georgiana con una intervención directa sobre el terreno, pese a que el espacio aéreo y marítimo pertenecen a Georgia. El apoyo occidental se limitó a esporádicas declaraciones políticas, como hasta la fecha ocurre en Ucrania, y más armas para suplir las pérdidas georgianas, como está empezando a ocurrir actualmente en Ucrania.

Se aprecian, por tanto, paralelismos con Ucrania y su operación en Donbass, en el este del país. Aunque también hay diferencias. Hasta la fecha, el Ejército ruso no ha intervenido abierta y oficialmente en suelo ucraniano –a excepción de Crimea–, con todos los medios de los que dispone, algo que fue clave en el conflicto con Georgia.

Tras ese fracaso en la aventura militar en 2008, las cosas empezaron a torcerse para Saakashvili. Su mayor lastre fue nuevamente la economía. La situación se vio agravada por las sanciones económicas impuestas por Rusia, que era y es el mayor socio económico de Georgia. Ucrania, siete años después, está al inicio en una situación parecida, aunque su dependencia de Rusia es aún mayor.

Finalmente, en 2011-2012 Saakashvili perdió el poder, parlamentario primero y presidencial después. A las instituciones llegó una nueva fuerza, Sueño Georgiano, controlada por el millonario Bidzina Ivanishvili, un oligarca que hizo su fortuna en Rusia. Desde entonces, Georgia no ha cambiado su trayectoria de acercamiento a Occidente, al menos oficialmente, pero las autoridades se han vuelto más pragmáticas. Ahora las relaciones con Rusia viven una tímida, pero notoria, reactivación.

Más cercanía con Rusia

Los bancos rusos, como el VTB, están cada vez más presentes en Georgia, hasta el punto de patrocinar a la selección deportiva más popular del país, la de rugby. Los turistas rusos son mayoritarios en el país. De cara al verano, el lari, la moneda georgiana, ha perdido valor respecto al euro y al dólar de una manera similar al rublo, lo cual hace Georgia muy atractiva para los rusos que ya no se pueden permitir viajar a la UE.

La sociedad georgiana empieza a estar cansada de un «camino hacia Occidente» que se eterniza y no trae resultados apreciables. Ni los productos georgianos, fundamentalmente agrícolas, ni los trabajadores tienen cabida en el mercado occidental. Ello en un país donde el paro, que roza el 65%, se está convirtiendo un mal endémico. El PIB georgiano se calcula en unos 3.700 millones de euros, de los cuales unos 2.100 millones provienen del dinero que envían los georgianos residentes en el extranjero, y de los que unos 1.800 millones vienen de Rusia.

Una seria elección

A ello se debe añadir la dependencia de las exportaciones a Rusia y otros países de la Unión Aduanera, un proyecto similar a la UE promovido por Rusia en el espacio de la CEI, al que ya se han unido Rusia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Armenia.

Con la existencia de esta Unión Aduanera, Georgia puede ver en peligro la inmensa mayoría de sus exportaciones y pasar a ser un país que vive casi en exclusiva del dinero recibido desde fuera.

Las normativas que poco a poco van a entrar en vigor empezarán a limitar las posibilidades de comercio con Armenia y Rusia, lo cual deja al país de nuevo ante una seria elección de su futuro: Occidente y sus promesas que no acaban de cumplirse o la realidad económica acompañada, eso sí, de una dependencia política de Moscú.

Georgia giró al oeste de una manera marcada, tuvo una guerra que dañó su economía y su integridad territorial y no tiene otra alternativa real que volver a poner su mirada en el mercado de su agresivo vecino ruso con la esperanza de construir una relación de colaboración constructiva.

Por su lado, Occidente no puede hacer otra cosa que prometer y financiar unas élites que mantengan la mirada puesta en Bruselas y Washington, pero sin tener unos mecanismos de influencia mayores que esas élites sobre unos tronos bastante inestables.

Ucrania repite paso a paso el camino georgiano, pero con el añadido de que el tamaño del país y su importancia son exponencialmente mayores (la población es más de diez veces mayor que la georgiana).

Las lecciones aprendidas en Georgia por ahora no han calado, lo cual invita a pensar que los problemas continuarán en Ucrania, quizás por el mismo escenario que en el país del Cáucaso.

Poroshenko opina que «la guerra puede iniciarse en cualquier momento»

El presidente ucraniano, Petro Poroshenko, avisó de que «en cualquier momento la guerra puede iniciarse» de nuevo y evocó «un Plan Marshall». «Hoy su apoyo es crucial. Crean en Ucrania y súmense a este proceso histórico», reclamó en el arranque de la Conferencia Internacional de Apoyo en Kiev a la que asistieron representantes de 50 países y cuyo objetivo es «movilizar y aumentar el apoyo para Ucrania».

«La solidaridad es clave para resolver las dificultades presentes», sostuvo el presidente ucraniano, que insistió en que ve a Ucrania como un país «plenamente integrado, económicamente vibrante y miembro productivo de la familia europea de naciones». «Ucrania necesita que Europa y Occidente permanezcan unidos. Con su ayuda y unidad se logrará una solución al conflicto en Donbass. El acuerdo de Minsk debe implementarse plenamente», apostilló.

Poroshenko denunció «la burda violación» de Rusia y defendió la «respuesta firme al enemigo» del nuevo Gobierno de Kiev. Advirtió de que el país sigue «bajo la amenaza de la guerra. Esto es una realidad, en cualquier momento la guerra puede iniciarse».

Aun así reclamó confianza a la comunidad de inversores para apostar por el país, subrayando el «enorme» potencial en áreas como la agricultura, las nuevas tecnologías de la información, energía, aviación o tecnología espacial. «Ucrania es hoy uno de los lugares más prometedores del mundo», resaltó. Afirmó que Ucrania «sigue avanzando en el camino europeo».GARA