Matemáticas y especulaciones
Cualquier cábala a estas alturas de temporada resulta inútil más allá de rellenar espacio, sea en medios de comunicación o en tertulias de barra de bar. Se puede especular con el número de partidos que son necesarios ganar para obtener pasaporte europeo vía Liga o de lo que se quiera, pero es más que claro que nadie sabe, a estas alturas, cuántos puntos garantizarán alcanzar el objetivo.
Hace dos semanas Ernesto Valverde hablaba de la necesidad de cosechar un número de puntos que ya parece lejano e innecesario. Y es que el fin de semana ha vuelto a dejar de manifiesto que vía competición liguera irá a Europa como séptimo clasificado el tuerto de ese país de ciegos en que habitan Málaga, Espanyol, Celta y Athletic. Después del trabajado y afortunado empate en la ribera del Manzanares, donde el linier del colegiado Latre fue quien, con diferencia, más hizo porque los rojiblancos vizcainos puntuaran, la jornada más compleja de cuantas restaban ha resultado más que propicia y deja al Athletic en sus manos la opción de garantizarse presencia continental, aunque con el añadido de tener que disputar dos eliminatorias previas en verano, algo que convierte el logro en un regalo envenenado.
La noticia es más que buena, si quiera para centrar la actualidad en ello y no en la Copa, principalmente para no caer en la tentación de mirar hacia Barcelona, ahora que atraviesan la mejor racha del curso y donde Luis Enrique va camino de ser declarado molt honorable. Centrado el equipo en la competición liguera y atareado Valverde en determinar cómo y con quiénes intentar el asalto al Nou Camp el 30-M, lo cierto es que las jornadas avanzan y las ideas parecen todo menos claras.
No está fácil lo de la final copera, como no lo está lo de la Liga, por más que el Athletic cuente con mejor calendario que los rivales, con dos partidos de tres en casa. Y no lo está por las bajas, por el estado de forma general de un equipo al que la temporada se le hace larga, por la tardía decisión del entrenador de intentar repartir los minutos de competición y por la ausencia de un patrón de juego mínimamente solvente.
Así las cosas, lo que queda de mes servirá para que los periódicos intenten aumentar ventas regalando vaya usted a saber qué artilugios rojiblancos de cara a la final, para que ventanas y balcones aún poco engalanados florezcan de rojo y blanco y para que Ernesto Valverde continúe con la preparación del partido más difícil de su carrera profesional. Porque el asunto entraña la dificultad de enfrentar al Barcelona el once más competitivo de un plantel plagado de bajas. Lo de jugar a fútbol habrá que dejarlo para otro año.