El independentismo vende mucho
Hacía mucho tiempo que no venía a Barcelona. Puede que demasiado. Hay cosas que han cambiado y otras que siguen igual. O parecidas. Barcelona es una gran ciudad y para muchos vascos es nuestra gran ciudad, la que nos sirve de escapada y en la que tenemos una red de contactos y complicidades. Llegar a la estación de Sants es arribar a un lugar bullicioso, pero familiar. Es una ciudad en la que, en ocasiones, ni siquiera tenemos que mirar el plano para orientarnos.
Nos sentimos cómodos en las visitas que hacemos a Barcelona, pero hay cosas que no entendemos. Al menos, yo no podía comprender cómo los millones de turistas que llegaban a la ciudad paseaban por la Rambla y compraban recuerdos que no tienen nada que ver con la identidad catalana ni con la barcelonesa. Siempre me habían llamado la atención esos carteles de toreros, esas figuras kitsch de flamenca, esos adornos con banderas españolas... Lo único catalán era la camiseta del Barça. Y punto.
Puede que sea una tontería. Seguramente lo será. O puede que sea debido a la jornada especial que se vivió ayer. Pero lo que realmente me llamó la atención, cuando bajé del Metro y me adentré en el Barrio Gótico, fue que las tiendas de recuerdos para turistas estaban llenas de material independentista. Banderas esteladas, camisetas, gorras y demás parafernalia para los muy convencidos. Los vendededores ambulantes han visto dónde está el negocio y en las manifestaciones ofrecen banderas independentistas. Antes, las últimas veces que había venido a Barcelona, solían ofrecer bebida. Tal vez sea que las ordenanzas les han obligado a cambiar de sector de negocio, pero quiero pensar que han encontrado un nuevo nicho de mercado. Dicho de otra manera, el independentismo vende y parece que cotiza al alza.
Recuerdo que cuando venía hace años a Barcelona no era fácil encontrar material independentista que traer de vuelta a Euskal Herria. Había que ir a algún casal. O acudir a alguna parada de colectivos. Comprar camisetas con la estelada era algo casi para iniciados. Había que tener contactos y saber dónde comprarlas. Era algo similar a la experiencia que a los catalanes les suponía entrar en algunas herrikos. Aunque ahora me parece que la vasquitis es algo del pasado. El caso es que los catalanes han encontrado su propio camino, su propia vía y ahora somos nosotros los que miramos al Mediterráneo con envidia.
Ahora, las esteladas se compran en las Ramblas, en cualquier esquina. Ahora, la hegemonía es de los independentistas. Están a punto de conseguir su objetivo. O al menos de dar un gran paso en esa dirección. Y lo están haciendo siguiendo su propio método. No sé qué pasará el 27S ni cuál será la reacción del Estado español. Pero los catalanes han conseguido que los millones de visitantes que llegan a Barcelona sean conscientes de que están en un país diferente y que quiere gobernarse a sí mismo. Este también es un gran paso en la buena dirección.