Arnaldo Otegi alimenta sonrisas a su salida de prisión
Arnaldo Otegi salió de prisión seis años y medio después con la sonrisa en la boca, la energía concentrada en su puño levantado y la misma capacidad de siempre para el discurso político que se escucha y se siente.
Quiso la casualidad que mientras se esperaba la salida de Arnaldo Otegi, llegara a la cárcel de Logroño un camión de reparto de una conocida marca de yogures. Parado hasta que le abrieran la barrera, el eslogan publicitario de sus laterales se fundió con el ambiente: «Alimenta sonrisas».
Y con la sonrisa en la cara, el puño en alto y una emoción sin disimulos, a las nueve menos cinco de la mañana apareció Arnaldo Otegi, a quien esta vez el agente de la Guardia Civil le guió a la puerta abierta de salida y hacia los brazos de su familia. Primero fue Hodei, después Garazi y luego su mujer, Juli. Con su padre, Arsenio, se multiplicaron las palmadas sonoras en la espalda. Todos, abrazos profundos. Sentidos. Íntimos aunque grabados por decenas de cámaras. Aplaudidos por las doscientas personas que acudieron a su primer recibimiento.
Arnaldo Otegi dejó poco a la improvisación. Hasta la bolsa en la que sacó la ropa tenía mensaje. La bandera y el nombre de South Africa. Evocación a la figura de Nelson Mandela. Un gesto que provocó enfado en sus adversarios, aunque la fundación del líder antiapartheid haya dejado claro siempre su compromiso con la causa vasca.
El discurso de un líder
Nada más cruzar el umbral de la cárcel y terminar de abrazar a los más allegados, el pasillo de ikurriñas y banderas por la repatriación de los presos se cerró a su alrededor, para escoltarlo hasta la tarima colocada a unos doscientos metros y celebrar allí un primer y sencillo acto.
Avanzar fue difícil, pues decenas de periodistas gráficos intentaban obtener las mejores fotos y vídeos de un Arnaldo Otegi que caminaba acompañado de su familia, y que cada poco tiempo se veía abordado por quienes querían saludarlo.
Llegados al pequeño escenario, una dantzari le recibió con un “Agurra” que interpretó al txistu Unai Romano, tristemente célebre por las imágenes de su cabeza amoratada e hinchada por las torturas a las que fue sometido. A continuación, le entregaron dos ramos de flores.
Y Arnaldo Otegi tomó la palabra. Fueron apenas dos minutos en cada idioma. Suficientes para volver a mostrar sus dotes de liderazgo y recargar de energía a los asistentes. Centraron la atención mediática su mención a la existencia de presos políticos o su referencia a la Lehendakaritza. Pero si una frase marcó una confesión de sus intenciones fue esta: «Y eso es lo que me propongo hacer con todos vosotros y con todas vosotras». Otegi vuelve para dirigir y trabajar en la izquierda abertzale.
Reafirmación de su apuesta
El discurso arrancó con un «Gora Euskal Herria askatuta!». Y luego marcó la contradicción de decir que «en el Estado español no hay presos políticos», con la cantidad de medios que le esperaban a él y que no están allí cuando «sale un preso social», cuando «un inmigrante es expulsado» o cuando desahucian de sus casas «a la gente humilde, a la gente trabajadora».
Una entrada de contraste entre las verdades oficiales y la realidad –en este caso añadiendo además un contenido social– semejante al irónico inicio del trascendental acto del velódromo de Anoeta en noviembre de 2014, cuando recordó que él era el portavoz ilegal, en un acto ilegal de una organización ilegal.
Su final, asegurando que «el mejor lehendakari, el pueblo», engarza con la tradición de la izquierda abertzale, que en sus primeras elecciones municipales tomó como lema «el mejor alcalde, el pueblo».
Entre medio, la reafirmación en sus convicciones, asegurando que les encarcelaron por euskaldunes, independentistas y socialistas y sale más euskaldun, más independentista y más socialista.
Y el meollo de su discurso: «Hace seis años y medio nos encarcelaron por hacer una apuesta por la paz. Quiero felicitaros a todas vosotras y a todos vosotros por haber sostenido esa apuesta por encima de todas las provocaciones. Efectivamente, la paz es el camino, pero en ese camino hay que llevar esa apuesta hasta el final. Y eso es lo que me propongo hacer con todos vosotros y con todas vosotras».
Un trozo de historia y de país
No caben en esta crónica los nombres de todas las personas conocidas que acudieron, todavía casi de noche, a las inmediaciones de la cárcel de Logroño. Perdonen, por tanto, los que no se vean mencionados. Baste decir que allí se agrupó un trozo de la historia de este país.
Estaba la dirección de Sortu. Al abrazo con Hasier Arraiz le siguió una breve conversación. Éste comento luego que «cada vez que sale un preso de la cárcel se libera un trozo de Euskal Herria, pero con Arnaldo metieron en prisión a un líder y ha salido un mito». A Joseba Permach, pese a esa imagen de duro que proyecta, le pudo la emoción. Rufi Etxeberria, lo acababa de ver el fin de semana. Pernando Barrena se multiplicaba para atender además a los medios.
José Luis Elkoro, liberado ya de los corsés penitenciarios, tampoco quiso perderse el recibimiento, al igual que otros históricos como Tasio Erkizia, Pablo Gorostiaga y Xabier Zubizarreta, Txiron.
Los dirigentes de EA –Pello Urizar–, Aralar –Rebeka Ubera– y Alternatiba –Oskar Matute– también le saludaron. Acudió el ex secretario general de Eusko Alkartasuna Unai Ziarreta, que tanta complicidad trabó con Otegi en la época de ilegalización, contribuyendo a poner las bases de este nuevo tiempo.
Buena parte del grupo parlamentario de EH Bildu fue a Logroño, como lo hicieron la concejala de Gasteiz Miren Larrion, el juntero Kike Fernández de Pinedo, el exdiputado en el Congreso Sabino Cuadra y el ex diputado general de Gipuzkoa, Martin Garitano.
El cantante Fermín Muguruza, el director de GARA, Iñaki Soto, el editor José Mari Ezparza, el bertsolari Fredi Paia, y tantas otras figuras reconocidas.
Ya se había metido Arnaldo en la furgoneta que debía llevarlo a Elgoibar cuando se bajó de nuevo para abrazar a Naike Díez, hijo de Rafa Díez, condenado al mismo tiempo que él, pero que todavía continúa en prisión, por haber pasado meses en libertad condicional. Y claro, estaban también a pie de cárcel los otros tres de los cinco de Bateragune: Sonia Jacinto, Miren Zabaleta y un muy emocionado Arkaitz Rodriguez, que tantas experiencias compartió con Otegi en el módulo cinco. «Muchas malas y bastantes buenas, que son las que se quedan grabadas», recordaba. Por cierto, acudieron también dos presos sociales.
Destacada fue la presencia de políticos catalanes. David Fernández conoce desde hace tiempo a Arnaldo Otegi, y con él estaba también la dirigente de las CUP Anna Gabriel.
Les acompañaba el cantante Luis Llach, ahora parlamentario de Junts pel Sí. Llach está estos días en Gasteiz recibiendo el reconocimiento institucional y popular por su composición “Campanades a mort”, reacción visceral a la matanza del 3 de Marzo. Dijo a GARA que había ido a esperar a Otegi por «coherencia con sus 67 años de vida», y para mostrar su «indignación con un encarcelamiento por razones de Estado oscuras y poco democráticas».
El juez suspendido Santiago Vidal encabezaba una delegación de senadores de ERC. También estaban el periodista Antoni Batista, autor del reciente libro “Otegi, la fuerza de la paz”, y el jurista August Gil Matamala, que tantos manifiestos en solidaridad con las causas vascas ha redactado y firmado.
Llegada desde Andalucía, hizo acto de presencia una delegación del Sindicato Andaluz de Trabajadores.
Aproximadamente un cuarto de hora después de acabar el discurso, su familia y allegados rescataron a Arnaldo Otegi, que podía estar allí toda la mañana recibiendo y repartiendo besos, y se lo llevaron en una furgoneta camino de casa. Empieza una nueva etapa.
Las policías estuvieron, como mandó el juez, pero sin molestar
El juez había ordenado vigilar los recibimientos a Arnaldo Otegi y en el de la cárcel de Logroño estuvieron la Guardia Civil que vigilaba el interior, la Policía española que colocó varias furgonetas en el exterior y la Municipal que ordenó el tráfico en algunos puntos. Pero todo ello sin interferir en ningún momento ni en la espera de los cientos de personas que se desplazaron hasta la capital riojana, ni en el trabajo de los cerca de cien periodistas y técnicos de los medios de comunicación, ni en el desarrollo del acto.
Como no se sabía la hora de salida, para mucho antes de que amaneciera ya había unidades móviles atando conexiones. La familia de Arnaldo Otegi llegó a las 7.40. A las 8.00 empezó el trajín de coches con el relevo de funcionarios. No a todos les gustó ver a tanta gente allí en medio de su carretera. A las 8.25 se agita una bandera de la Real Sociedad en una ventana enrejada y empiezan a golpearse otras, mientras se escuchan gritos de «libertad» que llegan del interior de las celdas y son respondidos desde fuera. Dentro siguen dos presos vascos: Santi Aragón, de la Txantrea, y Eneko Etxaburu, de Ondarroa.
Arnaldo apareció sobre las 8.55. Pronto empezaron los gritos de «independentzia» y «Euskal Presoak, Euskal Herrira». Los policías solo miraban.I.I.