En el litoral del Jaizkibel, al encuentro del Unicornio
Esta cumbre es de modesta altitud en comparación con sus vecinas. Sin embargo, no os decepcionará. Y es que, aunque la ascensión sea corta, es un agradable paseo por la montaña, ¿quién puede resistirse a un plan así?
El monte Jaizkibel y especialmente su franja marítima terrestre, es un escenario excepcional en los litorales europeos, una referencia fundamental en nuestro patrimonio natural marino. Existe un problema, fácil de solucionar, como es un peligroso campo de tiro militar, una zona donde el ejército efectúa maniobras con fuego real que debiera desaparecer por el riesgo que sufren los senderistas, residentes y turistas, que por ahí caminan, (PR, GR 121, Talaia bidea), siendo incomprensible que aún se mantenga, además rompiendo el equilibrio natural de un espacio protegido por la UE/CE y el Gobierno vasco. Increíble pero cierto.
Todo el recorrido desde Pasai Donibane hasta el Cabo de Higer-Hondarribia es una Geo ruta en un entorno privilegiado donde se fusionan paisaje, naturaleza e historia. Diferentes geoformas replegadas y emergidas desde el fondo marino durante la formación de los Pirineos surgen a lo largo del camino con formas curiosas y extravagantes que se desarrollan en sus cuevas y oquedades. Gracias a la composición de rocas areniscas y por el trabajo de erosión de millones de años, surgen todo tipo de formaciones morfológicas espectaculares con cavidades, cúpulas, agujeros, arcos, ventanas, y puentes de roca, con trazados comparables a hojaldres, cordales, alveolos, cortinajes, celdas, cuerdas entrelazadas, panales de abejas, encajes de bolillos, y dibujos eólicos con llamativos y diferentes colores de delicada finura. Para Intimar con todas ellas se necesitan muchos “viajes” al litoral del Jaizkibel.
Desde “Mendia” os proponemos una excursión para encontrar una aislada geo forma que popularmente se la conoce como “El unicornio” por unos, o “la aguja fálica” y también “el dromedario” por otros (la imaginación humana es rica y variada). En ella, en unas escondidas oquedades descubriremos un alarde de formas con diversidad de aspectos y colores de gran belleza.
Nace la excursión en el km 5,25 de la carretera del puerto de Jaizkibel. Tras superar la cantina Jaizkibel el montañero aparcará el coche en la entrada de la estrecha carretera que a la izda lleva al cercano caserío Iñalurreta. Antes de llegar a él, nace a la dcha una estrecha e inteligente senda que a través de pastoriles prados rodea el primer barranco, un valle colgado con aguas que desembocan en la V de Galea.
El camino, en espacio abierto se deriva hacia el litoral por el lomo de Kostaundi-Kostatxiki donde sencillas formaciones se asoman al océano. En el camino, en un bosquete de fresnos, se cruzan las ruinas del caserío Sahatsa (Sagatxaga) con su mojón recordatorio con bertso incluido (instalados como homenaje a los viejos caseríos, la mayoría ya desaparecidos, por la asociación “Itsas mendia kke” en Maiatza 2005) y después, escondido por la maleza se pueden ver los restos de Zunbillondo, a la dcha sobre hermosos prados.
Al llegar a la cabecera del acantilado, se verán las bandas blancas que ayudan a progresar por el litoral hacia Hondarribia. Primero un fuerte descenso lleva al deportista, dejando a la izda una larga muralla, a un afloramiento abrupto de areniscas turbidíticas amarillas, y continuando por la senda conductora de aguas (túneles y tuberías) para de nuevo ascender, a la siguiente cota, Itzalarri, un mirador excepcional hacia la rasa mareal de Azabaratza.
Para llegar al destino, hay que volver a perder altura y allí, a medio camino de la orilla del océano, emerge una geoforma ruiniforme única, entre las muchas que se encuentran en la costa de Jaizkibel. Majestuosa y solitaria con cavidades internas, que guardan celosamente insospechadas beldades. Es el “Unicornio”. En su cara occidental destaca una concavidad, en cuyo interior cobija. Así podremos ver, si se logra escalar (difícil), una paleta de dibujos “Eolo” y colores de lo mejor de Jaizkibel que asombra por su belleza. Y en su cara oriental, rodeando la formación el aficionado descubrirá una gran oquedad, que tiene todo lo imaginable e inimaginable en su interior: diversidad de aspectos y colores (alveolos, celdas, agujeros, tubos y arcos, hojaldres, corales y cortinajes cordados, celdas en panal de abejas etc).
Es un lugar mágico y muy frágil que no se debe tocar, solo mirar y fotografiar disfrutando de ese “milagro“ y “joya” de la naturaleza. Para retornar al punto de origen, el aficionado remontará de nuevo hasta Itzalarri y allí, enfilará directamente hacia el Sur, izda), por una senda estrecha, algo tapada por la vegetación, pero fácil de seguir que salva los valles de “acordeón”. En su progresión descubrirá otra increíble geoforma, dos monolitos con una hendidura en medio, unidas por un par de rocas suspendidas, bautizada como “la mano de Dios”. Dejando el campo de tiro militar a la izda, el explorador alcanzará la pista de Azabaratza que finaliza en la carretera del col, a pocos metros del aparcamiento de Iñalurreta donde tiene el automóvil.
Se recomienda programar esta escapada en fines de semana, porque la presencia de militares en maniobras en algún día laborable podría impedir el paso.