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Las celdas, el arte sanador de Louise Bourgeois en Guggenheim

Junto a la ría de Bilbao, la gran araña, «Maman» (Mamá), de Louise Bourgeois vigila y protege desde 2001 al Museo Guggenheim, que ahora dedica una gran exposición a una de las producciones más destacadas del trabajo de la desaparecida artista, la de las celdas. El museo acoge hasta el 4 de setiembre casi la mitad de las algo más de 60 celdas que realizó.

Louise Bourgeois está considerada como una de las más importantes e influyentes creadoras del siglo XX. Con todos los elementos que fueron icónicos a lo largo de su trayectoria, las celdas son espacios inquietantes que nunca dejan indiferente al observador y en los que Louis Borgeois (París, 1911- Nueva York, 2010) volcó sus ansiedades, sus inseguridades y sus miedos y, a través de ellos, exortizó estos sentimientos. La frase “El arte es garantía de cordura” aparece de diferentes formas en varias de ellas. Bourgeois estuvo sicoanalizada «principalmente por su sentimiento de culpabilidad», en opinión de Jerry Gorovoy, el joven que conoció a la artista en 1979 y que se convirtió en su mano derecha durante treinta años.

Presidente de la Fundación Louise Bourgeois, que abrirá sus puertas en setiembre como centro de investigación en la antigua casa de la artista, Gorovoy paseó ayer por la salas del Guggenheim para contemplar cómo ha quedado la muestra, comisariada por Julienne Lorz y Petra Joos, organizada con el Haus de Kunst de Munich.

Día tras día, Gorovoy iba a buscar a Louis para llevarla al estudio y allí comenzaban intensas jornadas en las que en ocasiones ella se mostraba muy deprimida. «Pero sabía que si creaba le ayudaría a sobrevivir. Todo el proceso de creación de Louis fue una terapia, si hacía arte era capaz de hacer frente y de gestionar sus sentimientos». Unos sentimientos de dolor, angustia y miedo al abandonado que en dos ocasiones la llevaron a intentos de suicidio, uno cuando murió su madre y otro cuando su padre quiso emparejarla con un amigo suyo.

El origen del carácter torturado de la artista, que ha marcado todas sus obras, se ha situado en la relación tormentosa con su padre y en que este tuviera relacines con su niñera, algo que Gorovoy niega. «Quería mucho a su padre y hubo una relación muy fuerte entre ellos. Es una interpretación desafortunada el que le influyera el que el padre tuviera amantes», según Gorovoy para quien lo que sí marcó su vida fue el temor al abandono. Debido a ese temor «no tiraba nada, lo guardaba todo porque se identificaba con los objetos. Si algo se rechazaba o se descartaba era como si a ella la rechazaran». Muchos de estos objetos pasaron a formar parte de sus celdas. Muebles de su casa, jarrones heredados, frascos de perfume de Shalimar de Guerlain, ropa de su madre, viejas sillas, cubiertos, tapices, escaleras, espejos, aparecen en estos espacios claustrofóbicos en los que comenzó a trabajar con más de setenta años.

Su propia arquitectura

Su objetivo era crear su propia arquitectura y no depender de los espacios expositivos. «Es un mundo cerrado en sí mismo en el que los objetos establecen relaciones y diálogos entre ellos», dijo Jerry Gorovoy, quien recordó que la escala era muy importante para Bourgeouis.

Una escala de la que estaría satisfecha en el Guggenheim donde encajan a la perfección las grandes estructuras creadas con viejas puertas, que encierran secretos, o con estructuras de metal que permiten observar un interior lleno de símbolos. También se exhibe “Guarida articulada”, de 1986, considerada precursora de las celdas.

Entre los iconos que pueblan estos espacios, la araña también está presente. A veces observando desde una esquina, como en “Celda VII”, o protagonizando la celda, como en “Dama de compañía”, de 2003, donde la propia artista se convierte en araña sentada en un sillón y con cuerpo de tela. La araña, «un ser inteligente», por una parte representaba a la madre «y a la relación con la suya, que era tejedora», pero también tenía que ver con ella misma. «Decía que la araña construye su mundo partiendo de su propio cuerpo y eso es lo que ella hacía cuando creaba sus esculturas, obras que surgen de su propio cuerpo».

Además, la araña nunca se rinde y vuelve a construir la telaraña, «y ella decía que una y otra vez había reconstruido su mundo». Gorovoy recordado que a Bourgeois no le interesaba la gente feliz «que no tenía historias que contar, eran aburridos y no tenían interés».

Junto a las celdas, en las que conviven objetos “brutales” como piernas amputadas, una guillotina, una silla eléctrica, prótesis, objetos para triturar carne, pieles de conejo, con delicados bordados hechos por ella misma, la exposición muestra también como si se tratara de un gabinete de las maravillas, una selección de piezas fechadas entre 1943 a 2010. Y, en mitad del recorrido, en la pequeña capilla desde la que se contempla la gran escultura de Richard Serra, “La destrucción del padre”.

La propia artista decía que esta fantasía hablaba de la terrible y espantosa mesa familiar presidida por un padre tirano, que los hijos y la madre deciden desmembrar y devorar.