Pablo CABEZA
BILBO
Elkarrizketa
KEPA JUNKERA
TRIKITRILARI

«Me he mentalizado para no tener miedos internos, miedo a los retos»

Han transcurrido treinta años desde la edición de «Kepa, Zabaleta eta Mutriku», un álbum con las raíces hundidas en las calles de tierra y asfalto de su barrio en Bilbo, Rekaldeberri. Si ya el debut apuntaba hacia la visión heterodoxa que Kepa Junkera tenía de la trikitixa, con «Maletak» prolonga la mixtura tradicional y los versos de fuelle innovador. Como siempre, motivado y retándose.

“Maletak” (Fol/Boa) es un disco tan instrumental como coral, tan inmediato como necesitado de reposo. Se parte de un entorno imbuido por el instrumento y los numerosos e inspirados arreglos instrumentales y se completa el retrato con los vaporosos y dinámicos juegos vocales y la danza imaginada. Por otra parte, Junkera combina en «Maletak» composiciones de aire tradicional con propuestas más densas y arriesgadas. Es el cruce de caminos sin semáforos por el que lleva pasando prácticamente desde chico. Todos parten del mismo sitio y todos fluyen hacia climas diferentes, pero con el sonido “Junkera”.

Hace unos días, Kepa presentaba en Zumaia una de las canciones más pegadizas del álbum, “Marea Zumaian”, junto con un video. Composición dedicada a la población costera debido a querencias personales, ya que de pequeño vivió unos años entre sus calles de salitre y aire azul soplado desde la mar. «Es una canción de corte popular y surge porque mi aita estuvo en Zumaia construyendo unas casas y viví allí unos años».

El trikitrilari se mueve cómodo entre la canción tradicional (“Arrano fandangoa”, “Amilotxa”, “Trikua”...), pero aborda también una temática más introspectiva y rupturista en títulos como “Txipiritona”, “Mikeldi”, “Sukarrieta” y, en especial, el bloque “Sandinderi”, “Pottokak” y “Mallokuko sua”, donde juega con un sonido de ventanas abiertas y paisajes neoabstractos.

Solo una mente fuerte, decidida, con el talento como suspiro, puede mezclar con tanta soltura y fertilidad el contenido de “Maletak”, que bien puede ser el acabado literario-musical de un músico que sabe que lo más importante y vital es desafiarse y crear, que tiene claro que tan meritorio es dar con una canción ágil y pegadiza, de plaza, que con una propuesta más ambiental, más compleja. Es como tener dos perfiles diferentes en una misma cara. El este y el oeste, con las maletas viajando entre cabezadas, insomnios y nariz curiosa, como la de su dueño.

El álbum aparece empaquetado en un elegante digifile horizontal. Incorpora un libreto de 24 páginas con textos, imágenes e información variada. Las fotografías son de Igotz Ziarreta (Meñaka), y Santi Yaniz (Laudio). Se aportan al empaquetamiento diez tarjetas inspiradas en «Maletak». Lo diseños son de Rober Garay (Mundaka), y Alberto Palomera (Bilbo). La maquetación es de Igotz Ziarreta y Le Patafisic Cabinet. Los textos son aportaciones de Andoni Egaña, Jon Maia, Mikel Sarriegi y Xabier Sarasola. Colaboran Sorginak, Ibon Koteron, Oreka TX, Xabier Solano… y una infinita lista de nombres que ayudan a singularizar este rascacielos musical.

¿Cómo ha vivido el presente trabajo de creación, parece complejo? ¿De qué planteamientos ha partido?

Todo ha sido muy instintivo. No ha habido nada escrito, he ido tocando y cada parte me ha llevado a la otra, a una cierta atmósfera, a un determinado ambiente. Será uno de los trabajos que más he disfrutado en el día a día. También la experiencia sirve y el disco anterior tuvo un proceso similar y todo esto me ha dado bastante seguridad. He intentado disfrutar del momento y de este al siguiente con el mimo entusiasmo. Ha habido muchas sensaciones mágicas. En realidad, a veces no sabes por qué se te ha ocurrido ese acorde, esa melodía o esa disonancia. Yo no lo sé. Pero sé que he buscado la frescura y de ahí ha surgido la naturalidad, no he necesitado reflexiones ni muchas escuchas. Puede parecer un trabajo complejo, pero todo ha sido bastante directo.

¿Consulta con su entorno sobre cómo va el proceso?

Consultar es muy peligroso, yo suelo fiarme de mí y es a quien consulto. Tienes que ir conociéndote a ti mismo por ti mismo.

¿Las composiciones tienen algo de servilleta?

Es cierto que antes apuntabas las ideas que salían fuera de casa en una servilleta, por ejemplo, para que no se te olvidara o llamabas a casas para grabarlo en el contestador automático, pero ahora lo suelo hacer con el móvil. Pero sobre todo me he centrado mucho en casa. Ha habido largas temporadas en las que me ha apetecido mucho grabar y ver qué salía.

¿Necesita concentrarse, que nada le perturbe?

No, aunque parezca extraño. Para componer o que surjan ideas no necesito abstraerme, puede haber gente a mi alrededor a sus cosas, sí, pero yo estaré a las mías sin ningún problema de concentración.

¿Se ha informatizado? ¿Puede grabar y arreglar las canciones desde casa?

Sí, trabajo así. Es un disco que está muy doblado, pero todo está tocado. Si me equivoco paro y comienzo de nuevo en la mayoría de las ocasiones, aun sabiendo que podía cortar y pegar. Es todo muy humano, está todo tocado con las manos: panderos, bombos, triángulo… Esta grabación ha sido algo especial por el momento y por el modo de concebirlo. No digo que en un futuro no lo haga de otra forma. También he querido forzarme y saber cuáles son mis límites como intérprete.

¿Ha utilizado grabaciones de casa para añadir al estudio?

Es que todo lo mío lo he grabado en casa, menos lo imposible: voces, txalaparta y algunas colaboraciones como las de José Luis Montón que lo grabamos en Garate o las txalapartas de Oreka TX o la voz de Xabier Solano y Sorginak. Más las grabaciones que me han enviado desde su lugar de origen los colaboradores.

Podría hablarse de dos mundos musicales en «Maletak» o incluso de dos posibles tendencias para dos cedés, una cercana y otra más vanguardista.

Todo el disco está hecho con la esencia de la triki y las percusiones de mano que a mí tanto me gustan. Parte son melodías esenciales, pero también hay una búsqueda, como dices, de sonidos más avanzados. Lo has escuchado bien, porque es así, hay como dos mundos en uno. ¡Buff! Es que en mi cabeza veo muchos caminos. De tener tiempo, podría haber sacado no un disco, sino tres o cuatro con variables distintas. Pero tampoco es cuestión de frustrarse, tiene que haber un grado de realismo e ir sacando las cosas.

Los hechos nos cuentan que lleva unos años con discos complejos por su dimensión, estructura, colaboraciones, contenidos variados, el valor que le da a la composición…

Yo es que cada día estoy más motivado, con más ganas a pesar de los años que llevo. No he perdido la energía. Lo he dado todo y estoy muy contento. Me hablabas antes de la duración del disco. Tenía miedo de pasarme de duración, cierto, pero son temas que te van pidiendo más y más. Ese era mi temor, pero bueno, ha entrado todo en un cedé.

Concluye el disco con «Maletak», la canción tan especial que da título al álbum, la canción de las cien voces.

Es una especie de homenaje hacia la gente que ha colaborado conmigo en tantas y tantas actuaciones por todos los sitios: Cantabria, Aragón, Asturias, Castilla La Mancha, Castilla León, Catalunya, Galicia, Extremadura… Cantando en castellano, gallego, catalán, euskera… Es un tema en el que han cantado más de cien personas. No es el corte más complejo en cuanto a creación, pero tiene su dificultad por otros motivos.

Es un músico al que le gustan los retos y de los que no se asusta, por hondo que sea el precipicio.

Soy autodidacta, con mis limitaciones. He ido aprendiendo en la calle, en la vida. Me he mentalizado para no tener miedos internos, miedo a los retos. Voy con humildad, pero también con trabajo. Mi cabeza me lleva a buscar espacios no convencionales, no tratados, formas en las que puedes aportar. Me considero inconformista, con voluntad de buscar. Por encima de alabanzas me he marcado mi camino con los pies en la tierra. Me he acercado a gente que me aportaba, con la que aprendía. He tenido la suerte de conocer y de trabajar con gente muy creativa. Y sabiendo donde estoy, me han aportado mucho. No me importa reconocer el talento de los demás.

¿Le interesa ahora más componer y arreglar que ser el más rápido? ¿Serena veteranía frente al impulso juvenil?

Ahora mismo hay chavales que tocan mejor que yo, hay muy buenos instrumentistas, pero yo siempre he buscado mi sonido. La velocidad puede ser importante, pero yo he descubierto lo que es el sonido. Me gusta que alguien destaque algo de mí por mis características, como puede ser la forma de utilizar el fuelle. Tener un sonido propio y que alguien te lo reconozca. Cuando doy algún curso o alguna clase y me preguntan que es lo más importante les digo que busque su personalidad en este mundo tan masificado. Pero bueno, para mí es una gozada ver cómo tocan aquí los jóvenes, qué nivel tienen. Si me preguntas que si prefiero ganar un concurso o tener la capacidad de crear, seguramente me quedaría con la segunda opción, con mis canciones. A mí una buena canción me provoca una sonrisa, me deja plenamente satisfecho. Yo he podido conocer poco a poco los secretos de la trikitixa, que es un instrumento muy complejo, y eso me ha permitido disfrutar y evolucionar, sobre todo en directo, con toda esa energía.

El guitarrero de José Luis Montón en «Pottokak» es esplendido, de verlo.

Cuando vino a grabar a Garate llegaba con todo el tema en la cabeza, no se trajo ningún apunte. Yo a veces no me acuerdo ni de mis temas. Le fui a esperar a la estación de Bilbao, venía de Madrid y de ahí fuimos para Garate. Sacó su guitarra y fue espectacular verle tocar. Es un músico excepcional y de una humildad admirable. Fue impresionante. Josete Ordóñez también tiene mucha gracia. Son dos grandes músicos y muy experimentados. Tienen mucho trabajo, pero colaboran con mucho gusto. Me aportan mucho color. Son esos detalles con los que me gusta experimentar, romper las líneas. Es también una forma de divertirme, de ser un poco rebelde. Josete Ordóñez grabó su guitarra en su casa.

Toca todos los panderos del disco y están muy presentes.

Antes casi todas las panderetas estaban fabricadas en Galicia. Desde hace unos años ya hay gente trabajando aquí muy bien, Jotzen en Zeanuri, Agirre en Tolosa, que es pionero… A mí todo lo que sea pandereta me gusta y lo utilizo mucho. En los últimos años me he ido metiendo mucho en este mundo y ahora ya me lo grabo yo.

Como los pliegues de la costa entre Zumaia, Deba, Mutriku… y el mar.

He querido unir maletas y animales en una escenografía imposible pero que me llega hasta lo más profundo. Nos encontramos en un paisaje ancestral cercano y nuestro. El flysch me recuerda a los pliegues de la triki y el mar no para de sonar como su fuelle que respira y acompasa. Naturaleza, animales, maletas, sorginak... No deja de ser un viaje, cargado de melodías y poesía. Disfrutad de esta mezcla y sentir el protagonismo de lo natural, lo arcano y lo raro.