RAJOY IGNORA A RIVERA PERO PIDE SU AVAL
MARIANO RAJOY Y ALBERT RIVERA SE REUNIRÁN HOY A PESAR DE QUE EL LÍDER DEL PP IGNORÓ AYER LAS SEIS CONDICIONES «SINE QUA NON» PARA INICIAR UNA NEGOCIACIÓN. EL ESPERPENTO LLEGÓ AL PUNTO DE QUE EL PRESIDENTE EN FUNCIONES NEGÓ HABER ABORDADO LAS PROPUESTAS EN LA REUNIÓN DE GÉNOVA.
Enric Juliana hacía recientemente un paralelismo entre la situación política española y ‘‘Ante la Ley’’, uno de los oscuros relatos de Franz Kafka. Eso es porque todavía no había asistido al enésimo y delirante capítulo del proceso de parálisis parlamentaria estatal. Más que «kafkiano», lo de ayer entra en el terreno del esperpento. Nada es lo que parece y ni siquiera se puede dar por seguro aquello que se afirmó hace siete días. En medio de la confusión aparece Mariano Rajoy, presidente en funciones y estratega de una carrera que nadie sabe si le lleva directamente a La Moncloa o a unas terceras elecciones. Mientras, su imagen aparece reforzada a fuerza de puro surrealismo. O es un genio o juega al agotamiento. «¡Cráneo privilegiado!», que gritarían a Max Estrella en ‘‘Luces de Bohemia’’, la obra de referencia de Valle Inclán.
En principio, la jornada de ayer tenía un guión bastante claro. Rajoy reunía a la dirección del PP para dar el «sí, pero» a las condiciones de Ciudadanos y se fijaba una fecha para comenzar la negociación. Esa era la teoría y de eso se había escrito hasta la saciedad durante la semana que el presidente en funciones ha dedicado a sus largos paseos por Galiza. Sin embargo, después de dos horas de cónclave Rajoy dio un giro dramático y, tras anunciar que la dirección que él controla le «permite» abrir el diálogo con Albert Rivera, negó que los líderes del PP se hubiesen juntado para discutir sobre las propuestas sine qua non planteadas por Ciudadanos.
«Nadie ha dicho ninguna palabra sobre ninguna condición», afirmó el inquilino de La Moncloa. Estupor en la sala de prensa de Génova. Pregunta una periodista: «Si la semana pasada convocaron esta reunión para debatir sobre las condiciones, ¿por qué no han hablado sobre ellas?» Rajoy echa un órdago sin cartas. «Yo nunca he dicho eso. Eso lo dice usted». Pero hace siete días no solo anunció que convocaba el cónclave para votar sobre el documento presentado por Rivera, sino que también lo certificó a través de un tuit. En teoría, las propuestas eran un «lo tomas o lo dejas» para sentarse a la mesa. Rajoy, no obstante, prefiere pasar a los postres. «Podemos aceptar muchas cosas. O no», dice con esa ironía «rajoyesca» ante la que uno solo puede quitarse el sombrero o sentirse ofendido. Si el debate se centra en lo que dijo o dejó de decir en una sala llena de cámaras, la antipolítica ha triunfado. Sigan circulando. Aquí no hay nada más que ver.
El argumentario de Rajoy era el mismo de siempre: urgencia por formar gobierno, presión al PSOE con las terceras elecciones e inicio de un proceso de diálogo con Ciudadanos. El problema es que al tiempo en que necesita a Rivera, también debe laminarle. Solo así se entiende que en lugar de coger la mano tendida le humillase hasta un punto grosero. A estas alturas, el líder naranja debe estar añorando a Pedro Sánchez, su antiguo compañero de andanzas hacia la investidura. ¡Qué tiempos aquellos en los que el líder del PSOE le dejaba hacer «posados» ante ‘‘El Abrazo’’ de Genovés y podía jugar a ser Adolfo Suárez!
Después de que el jefe del PP se negase a sí mismo, solo faltaba saber cuál era la respuesta de Ciudadanos. Recordemos que Rivera había presentado pomposamente sus seis propuestas «anticorrupción» y la exigencia de fijar fecha para la investidura hace una semana. Después del «feo», tenía dos opciones: levantarse de la mesa y dar un paso más hacia las terceras elecciones o pasar por debajo del futbolín y mostrar sus carencias. José Manuel Villegas, su portavoz, y no él, anunció que hoy se reunirá con Rajoy, lo que implica optar por la segunda. No está hecha la humillación pública para el hombre de Estado. Que el trago lo pase otro.
Según Rajoy, la reunión de hoy es el inicio de una negociación. Según Rivera, no se negocia hasta que el PP no acepte sus condiciones. Entonces, ¿de qué van a hablar? Villegas, apesadumbrado, insistió en que si el presidente no se pliega, ellos no modificarán su abstención. Poco le preocupará a Rajoy, que todavía no ha convocado fecha para la investidura. Públicamente, el presidente insiste en que el tiempo se echa encima. Todo lo que ha hecho esta semana ha sido dilatar el proceso.
El PSOE quiere que mañana se ponga fecha a la investidura
«No sabemos ni la fecha de investidura ni el programa de gobierno con el que se presentará a la investidura». Pedro Sánchez calificó de «tomadura de pelo» la rueda de prensa ofrecida por Mariano Rajoy y anunció que si el presidente en funciones no anuncia para mañana la fecha de la sesión, el PSOE desarrollará iniciativas parlamentarias para forzar a Ana Pastor, presidenta del Congreso, a convocarla. Lo afirmó tras una reunión de su grupo en la Cámara Baja donde se reafirmó en el «no» al inquilino de La Moncloa.
Previamente, Rajoy había anunciado su intención de reunirse otra vez con el líder del PSOE para discutir sobre la fecha de la investidura. De hecho, le instó a presentar sus ideas en una reunión o incluso públicamente. La estrategia del PP es clara: si el PSOE no acepta una abstención que permita formar Gobierno, el Estado español estaría abocado a unas terceras elecciones. Sánchez, por su parte, no descartó acudir al llamamiento de Rajoy, pero insistió en que debe poner fecha para la celebración del pleno. Lo que no aclara es si tiene un plan alternativo para evitar repetir los comicios.A.P.
«Presiones externas» que se mencionan pero no se concretan
El argumentario de Mariano Rajoy no varía en ninguna de sus comparecencias. Comienza con 15 minutos de «situación general» y concluye adviertiendo que la única opción de evitar las terceras elecciones consiste en que el PSOE se abstenga ante su candidatura. Llamó la atención ayer uno de los elementos que introdujo en la ecuación: las «presiones internas y externas». Se refería, aunque sin citarlas, a las instituciones europeas, a los mercados y a los grupos empresariales. Lo que no hizo fue concretar quién está desarrollando estas presiones y a través de qué canales.
El presidente en funciones suele sacar pecho de su decisión de haber aprobado los presupuestos de 2016 en las postrimerías de la legislatura. De hecho, las cuentas, aprobadas en octubre, fueron la última ley que se ha tramitado en el Congreso español desde hace meses. Ahora, sin embargo, está la «línea roja» de la entrega de las cuentas a Bruselas. En principio, la Comisión Europea deberá analizar los números del Estado el 15 de octubre y comprobar que se introducen los recortes que impuso para evitar la multa. La pregunta es hasta qué punto estas instituciones están operando para forzar un Gobierno español que se pliegue a sus mandatos.A.P.