El golpista que hacía sombra a Franco
El 10 de agosto de 1932 se alzó en armas contra la República en Sevilla, ciudad que llegó a controlar durante todo el día, pero el Gobierno no tuvo problemas para sofocar la rebelión, que pasó a ser conocida como «la Sanjurjada».
En la asonada tuvo un papel ese mismo carlismo con el que le unían lazos familiares y que posteriormente se implicaría sin restricciones con el golpe diseñado por Mola. Por su participación en los preparativos de la sublevación de Sanjurjo fueron detenidos varios miembros del Requeté navarro y suspendidos periódicos como “El Pensamiento Navarro” y “Diario de Navarra”.
El 25 de agosto, fue condenado a muerte, pero la pena le fue conmutada. Fue encerrado en El Dueso, pero fue indultados dos años más tarde por el Gobierno derechista. Entonces, decidió exiliarse voluntariamente en Estoril.
Estando en la ciudad portuguesa, fue recibiendo ofertas de los militares que querían acabar con la República española. Por afinidad, los carlistas también le veían como su principal referente contra el Gobierno del Frente Popular y le llegaron a proponer como presidente de un gobierno provisional de restauración monárquica.
El general debía ver con buenos ojos los planes que seguían la senda ya emprendida por él mismo en 1932, ya que cuatro años más tarde viajó a la Alemania nazi.
Una vez iniciada la asonada, Sanjurjo debía reunirse con Franco en Burgos para tomar las riendas de la sublevación como principal líder de los militares rebeldes, pero el 20 de julio, su avión se estrelló poco después de salir de Lisboa. Este accidente y el de similares características que sufrió Mola un año más tarde favorecieron enormemente a Franco, que sin esas dos sombras tan alargadas, especialmente la del iruindarra, se convertía en jefe supremo de los militares sublevados.