Vamos a contar encuestas
Seguro que recuerdan el estrepitoso fracaso de las encuestas del 26J. Hubo quien vaticinó su descrédito total para el futuro, pero eso sería tanto como creer que la demoscopia persigue predecir el resultado de las urnas. Creo que no se trata de eso. O no tanto.
Este moderno Oráculo de Delfos al que la política va y viene sin descanso, más que acertar, influye, conduce, crea corrientes y estados de ánimo. Y no, no es que sea tan extraordinario. De hecho, también fuera de campañas vivimos según dicta la estadística. Como usted, gracias a ella me entero de si soy más o menos solidaria, más o menos tecnoadicta o –incluso– más o menos feliz.
En esas estaba yo, en relativizar todo esto mientras el cerebro aspiraba porcentajes de la primera encuesta de la televisión pública vasca. Salí de mi controlada indiferencia al observar que en un programa de la cadena daban los datos de la coalición de gobierno que los encuestados consideraban más probable (PNV-PSE) como si fuera la coalición más deseada. Ni un tertuliano reparó en la evidente falacia a pesar de que entrevistaron a un representante de la empresa encargada del sondeo y este, ingenuamente, creo, preguntó si no tenían el resultado de otra pregunta que mostraba –esa sí– cuál era la coalición que a los encuestados les gustaría que se diera tras las elecciones.
El presentador respondió que no, que no la tenían y el experto lo avanzó. Igualadas en un 14% con décimas insignificantes de diferencia, las tres preferencias de coalición de gobierno quedaban de esta forma: PNV-PSE; PNV-EHBildu y EHBildu-Podemos. Poco después, el experto se fue, el presentador reiteró lo que no era como si lo fuese, y la falsa y manipulada interpretación se repitió en radios y en prensa escrita.
Desconfío de las encuestas. Por sus sutiles matices entre intención de voto directo y voto estimado, por sus alambicadas proyecciones, porque quienes no responden –que luego resultan ser la clave– desaparecen del cálculo y porque, tal y como advierten quienes saben de demoscopia, lo más importante de estas encuestas no está en lo que se muestra, sino en los datos que no se hacen públicos. Lo que sí es relevante es que un medio público solo dé a conocer una parte mutilada del trabajo encargado. Por lo que sé, el de la primera oleada tiene casi tantas páginas como una novela de Victor Hugo y lo que el ente ha repartido a los medios son seis escuetos folios. Por cierto, se paga con dinero público.