El disolvente
Pugna unionista en la recta final. Por la izquierda, el PSOE aprieta a Podemos para recuperar el trozo de pastel que le birló; por la derecha, PP y Ciudadanos se disputan el voto útil que amortigüe la costalada. Todos se la juegan, también en Madrid.
Y si todos han recurrido al desembarco, alguno ha pensado que también era buena idea el reflotamiento.
Los de Rivera han echado la caña en aguas turbias para pillar pieza, aunque fuera corrocón. Lo importante era el golpe de efecto. Así se presentó el líder en Bilbo, ufano pero discreto, con el trofeo: Fernando Savater. Un gran valor... Siempre a la baja.
Pocas personas han alentado tantos entes del unionismo español que se hayan disgregado a su paso. Sin acritud; solo con los datos empíricos de su capacidad disolvente. Como un cubata de Fairy. Desde el Foro de Ermua y Basta Ya hasta la Fundación Progreso y Democracia o la propia UPyD.
Me dirán que exagero. No. Savater ha decorado todo el espectro del españolismo en Euskal Herria. Omnipresente en todo foro que azotara a lo que llaman «nacionalismo vasco», tuvo su momento de gloria en la ofensiva feroz de los constitucionalistas tras Lizarra. Fue el maestro de ceremonia que fundió en el Kursaal las manos de Jaime Mayor Oreja y de Nicolás Redondo en abril de 2001. PP y PSOE, conjurados en campaña. El público rompió en vítores «¡España, España!». O sea, programa-programa.
El resultado ya lo conocen: derrota fulminante. Hasta Aznar reconoció luego en sus memorias que aquella «operación política de gran envergadura» había fracasado estrepitosamente. Desde entonces, ambos partidos, salvo por el falseamiento de las ilegalizaciones, no han hecho más que descender hacia la irrelevancia en Euskal Herria.
El hombre que entre risas confesó públicamente haberse «divertido mucho con el terrorismo» tuvo una segunda gran experiencia política: fundar con un grupo de cuates UPyD. Lo que auguraban como lozano caballo quedó en burro cojitranco. Y la última aportación del hombre disolutivo para levantar los ánimos menguantes fue concurrir en sus listas por Madrid... hace solo tres meses. Una contribución notable. Ya no existe ni partido.
Después de tan arduo y afortunado tributo a la extinción de las especies cavernarias, Ciudadanos lo reflota ahora en Euskal Herria como garantía para la expansión de la marca, sin reparar en su acreditado poder disolvente. El futuro lo dirá... si les da tiempo.