Agustín Goikoetxea
Periodista
IKUSMIRA

Poca misericordia queda en la Misericordia

La Santa y Real Casa de Misericordia de Bilbo es una de las escasas instituciones benéficas de su clase que perviven en el país. Tomando el ejemplo de las creadas en el siglo XIII en Florencia, se fundó en 1774 siguiendo la estela a sus homólogas de Iruñea (1706), Azpeitia (1756) y Tutera (1771). Ha sido una entidad muy respetada y querida en el Botxo, aunque de la historia no se vive si no se mantiene el propósito altruista y desinteresado que se ha propagado a los cuatro vientos.

La historia oficial menciona a apellidos ilustres de la oligarquía como mecenas del primitivo orfanato. Ampuero, Gandarias, Urquijo, Epalza e Ibarra son nombres asociados a la institución, aunque los dineritos que, dicen, aportaban son una leyenda pues hace ya unas décadas que se nutre de los fondos que llegan desde las administraciones públicas y no de aquellos patrimonios.

A esta que dicen santa y real casa poco le queda de misericorde, de mostrar disposición a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenas. Hace tres años, la dirección de lo que ahora es una residencia privada de personas mayores dio poco ejemplo reduciendo el sueldo a trabajadoras y trabajadores, guinda a un cúmulo de irregularidades comprobadas por la Inspección de Trabajo. Misericordia significa, tomando la etimología del latín, tener un corazón solidario con aquellos que tienen necesidad. No sucede en este caso, y eso no lo levanta ni el Papa que proclamó 2016 Año Santo de la Misericordia. Quienes cuidan a los ancianos reivindican desde hace meses un convenio justo pero no hay compasión para ellos.