EDITORIALA
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Donald Trump, gestor del declive estadounidense

El presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, continúa envuelto en la polémica a una semana de la toma de posesión del cargo. Mientras el Senado examina la idoneidad de las personas propuestas para dirigir los diferentes departamentos del Gobierno, nuevas filtraciones intentan exponer sus debilidades, intereses y alianzas. En este contexto Trump dio su primera rueda de prensa que sirvió para constatar que mantiene el esquema de la campaña electoral, con una beligerancia censora inaudita, del todo ajena a su condición de electo y representante institucional.

Los primeros hechos, sin embargo, apuntan ya algunas prioridades claras. La mayoría republicana en el Senado ha aprobado una resolución presupuestaria que recortará los fondos a Medicare, el sistema sanitario impulsado por Barack Obama, sin que hayan dado detalles del sistema que lo sustituirá. Todo indica que la nueva Administración pretenden sumir en el caos al sistema actual para proceder a liquidarlo posteriormente. Las prioridades políticas domésticas del nuevo presidente van directamente encaminadas a terminar con los programas sociales.

En política internacional, las continuas filtraciones sobre Rusia sugieren la existencia de una fuerte controversia sobre la estrategia a seguir. La élite estadounidense es consciente del declive de su influencia en el mundo, especialmente por el ascenso de China, pero difiere en el modo de enfrentar la decadencia de su poder. La nueva Administración reconoce la existencia de otros actores con intereses propios y, por tanto, la vuelta a un mundo multipolar –que existe de facto–, pero en el que priman los intereses nacionales sobre los globales y, en consecuencia, también los estados sobre otro tipo de relaciones internacionales. Este enfoque esconde potenciales connotaciones militaristas puesto que los países se respetarán pero al mismo tiempo se vigilarán mutuamente. Un contexto propicio para que los militares exijan más fondos.