Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ
RELACIONES ENTRE TURQUÍA Y LA UE

PRAGMATISMO POR DERECHOS HUMANOS

PESE A LAS MANIFIESTAS CONTRADICCIONES DE SU ALIANZA ESTRATÉGICA , NO PARECE QUE AMBOS ACTORES VAYAN A ROMPER LAZOS POR MUCHAS VIOLACIONES DE LOS DERECHOS HUMANOS QUE SE DOCUMENTEN EN ANATOLIA, O PORQUE ERDOGAN AMENAZE CON ABRIR LA FRONTERA A LOS REFUGIADOS0.

El pragmatismo se impuso en 2016 entre la UE y Turquía y, salvo sorpresa, seguirá marcando sus relaciones en 2017. La negativa del Consejo europeo a escuchar a su Parlamento, que pidió congelar el proceso de adhesión turco, y la nueva propuesta turca sobre la liberalización de visados en el espacio Schengen sugieren que el proceso de incorporación turco quedará en un limbo que se adecua a los intereses de ambos actores: ganar tiempo para que Europa evite el cambio demográfico que suponen los refugiados y para que Turquía, que atraviesa un delicado momento económico, mantenga sus lazos comunitarios para atraer la inversión extranjera.

En medio de los problemas está el polémico acuerdo de los refugiados del pasado 18 marzo por el que Turquía y la UE acordaron que los refugiados se quedarían en Anatolia a cambio de 3.000 millones de euros y el levantamiento de los visados turcos. Desde entonces, el conflicto en Kurdistán Norte se ha recrudecido y una fallida asonada ha provocado una purga que, como esperaban los escépticos, afecta a cualquier voz crítica.

Deriva del AKP

Pero el pragmatismo de Bruselas, acosada por una crisis identitaria y política, ya se manifestó entonces, cuando pasó por alto la deriva autoritaria del Partido Justicia y Desarrollo (AKP). Desde diciembre de 2013, cuando estalló su trama de corrupción, el Ejecutivo se ha hecho con el control de la Justicia, acosado a los medios opositores y convertido en polvo la esperanza democrática kurda. Sin olvidar la ley de Seguridad, que permite a la Policía usar munición mortal en las protestas, la ley de Internet, que autoriza al Gobierno a bloquear la red, y la ley de Inmunidad, que d impunidad de las fuerzas antiterroristas al no poder ser juzgados sus comandantes sin el beneplácito del primer ministro.

Como consecuencia, los capítulos 23 y 24 del informe de progreso de Turquía, relacionados con la independencia judicial y los derechos humanos, son tan extensos como demoledores. Y tal vez por eso la UE eligió el pragmatismo en lugar de los derechos humanos. « La UE necesita un aliado en la región más allá del acuerdo sobre refugiados. Pasa por un mal momento, pero no es sólo Turquía. Hemos visto a gobiernos cerrar fronteras y mandar de nuevo a los refugiados a Grecia» explica Basak Kale, experta del Centro de Estudios Europeos de la Universidad Técnica de Oriente Medio.

Kale, que dirige las investigaciones sobre el acuerdo de refugiados, subraya su imperfección pero matiza que era necesario: «Hay que mirar la situación antes y después del golpe de Estado. No era un acuerdo perfecto, pero existía una necesidad y Merkel tomó una decisión porque nadie hacía nada. La ecuación entonces era diferente y puede que se tenga plantear un nuevo acuerdo», augura.

El ministro de Exteriores turco ha deslizado esta posibilidad y una fuente turca ha anunciado una nueva contrapropuesta aún sin especificar. Este año el Consejo europeo se reunirá para analizar su relación con Turquía. La clave no serán los insalvables capítulos de la adhesión sino la liberalización de visados. Siete de los 72 requisitos de la UE para levantarlos aún no se han cumplido. La reforma de la polémica ley Antiterrorista turca, que permite considerar «terrorista» a cualquiera, es el quebradero de cabeza. Ankara insiste en que no la reformará.

Kale asegura que Turquía «estaba dispuesta a cambiar la ley Antiterrorista» y rechaza una posición cínica de ambas partes: «No estoy de acuerdo. Estuve en Bruselas en junio y hablé con ambas. Estaban decididos, pero las cosas han cambiado desde julio (asonada militar fracasada).

Desilusión

Para entender la relación Turquía-UE es necesario ir más allá del AKP. Un experto que pide ocultar su identidad y que lleva 30 años en la primera fila de las negociaciones recuerda a Ismail Cem, ministro de Exteriores del Gobierno de Bülent Ecevit, que empujó el acercamiento a Europa y allanó el terreno a la política del AKP de «cero problemas con los vecinos».

Era 1999, año en el que se aceptó su candidatura de acceso. «La relación con la UE era muy positiva y Erdogan quiso mejorarla. Amplios sectores de la sociedad apoyaron al AKP. Al principio era un proyecto inclusivo y todas las medidas sobre la UE fueron aprobadas en el Parlamento con el apoyo opositor. Entre 2002 y 2004 había encuentros con la UE y activistas, empresarios y profesores íbamos allí como un lobby».

En 2004 el sueño europeo comenzó a truncarse pese a la apertura del proceso de adhesión turco en 2005. La entrada de Chipre sin resolver la reunificación, el ascenso de la derecha europea y la entrada de Rumanía y Bulgaria demostraron que, más allá de los parámetros democráticos y económicos, la condición religiosa era el principal escollo. Entonces la ilusión se transformó en indignación, primero política y más tarde social. «Europa comenzó a centrarse en sus problemas. La causa chipriota fue crítica para Erdogan, una humillación. Desde entonces el Gobierno miró el proceso de forma negativa aunque no lo hiciera público»..

Este experto, autor de una decena de libros sobre la UE, asegura que «siempre han existido altibajos: Cuando la relación es positiva el apoyo social ronda el 75-80%. En 2009 comenzó a decaer y tras la asonada se vuelve a ver una actitud negativa. Culpan a la UE de lo que ocurre en Turquía. Existe una creciente percepción antioccidental, que es especialmente antiamericana. La gente sabe que la UE es importante en estándares democráticos y económicos, pero es consciente de que nunca va a aceptar a Turquía. Y esa desconfianza tiene una base».

Esperando desde 1964

Esta realidad ha sido capitalizada por Erdogan, quien recuerda que llevan esperando desde que en 1964 firmaron el Acuerdo de Asociación. Acusa a Bruselas de traición y de apoyar el «terrorismo», amenaza con convocar un referéndum sobre la UE, insinúa que podría unirse a la Organización de Cooperación de Shangai, asegura tener un plan B y C si no le dan los visados y afirma que «Turquía no ha obtenido nada de la UE».

El experto insiste en que «sobre todo en términos económicos, Turquía ha sido capaz de transformarse. El sector privado se ha vuelto competitivo por la Unión Aduanera. Aunque se critique a la UE, la élite turca reconoce esta conexión, pero a nivel político no se ha conseguido».

En la última década, el AKP ha liberalizado la economía, demostrando que capitalismo e islam sí pueden caminar juntos. Esta transformación fue posible en parte gracias a la UE. Hoy, el 44% de las exportaciones turcas tienen como destino a la UE. Además, la frágil dinámica económica turca necesita la inversión extranjera directa comunitaria, que supone 2/3 del total. Pero la UE también es consciente del suculento mercado turco, el quinto para Bruselas en intercambio comercial con 140.000 millones de euros anuales, y de la privilegiada posición geoestratégica de Anatolia. En diciembre, Turquía y la UE mostraron disposición para renovar la Unión Aduanera que data de 1995, otro indicador del deseo de mantener el status quo.

Cambios demográficos

Ahora, la urgencia de Bruselas, evitar el cambio demográfico, que según Kale sigue el patrón defensivo visto en las crisis humanitarias de Kosovo y Bosnia, está alterando el frágil componente étnico del sur de Anatolia. En las regiones de Urfa, Gaziantep y Hatay, los sirios suponen ya el 20% de la población y los estudios auguran que menos del 30% de los 3 millones regresarán a Siria tras la guerra. Kale narra algo que la UE nunca acepta en público: «Cuando hablas con los diplomáticos europeos tienen una narrativa identitaria. Dicen que –los refugiados– no son “de los nuestros” y que culturalmente están más cerca de Turquía. Es una visión orientalista, pero ocurre que los árabes tampoco son bien aceptados en Turquía”.

Un gesto

Reconociendo el restablecimiento de la pena capital en Turquía como la línea roja que rompería las relaciones, Kale considera que «la UE tiene que hacer algo para ser honesta con sus valores, pero no lo hará porque duda de la respuesta turca». El experto anónimo explica que «los miembros importantes del Consejo Europeo no quieren dejar caer esa relación porque Turquía podría llegar a ser más inestable y ello afectaría a Europa». Por eso, continúa, «toca dialogar en causas comunes – energía o «terrorismo»– hasta que vuelvan tiempos mejores. Ahora la única esperanza para cambiar la situación es la causa chipriota, en un momento crítico, porque la liberalización de visados es cada día más difícil».