César Manzanos
Doctor en Sociología
JO PUNTUA

Banalidad contrainsurgente

Millones de personas de clase popular, que se consideran de izquierdas, ven programas de televisión que critican la corrupción, a líderes políticos, y en los que incluso se atreven a ironizar sobre monarcas y papas. Lo hacen siempre de tal forma que no ponga en cuestión el sistema capitalista, sin pasarse de la raya, sin contenidos que inciten a la movilización contra el mismo. Como bien analizó J. Rerth en “Revelarse vende”, del negocio de los mensajes y personajes revolucionarios saben mucho los publicistas. Así, toleran a cualquier presentador, contertulio o reportero que atraiga audiencia, es decir, beneficios de la publicidad. Este es el criterio de selección de quien aparece, y de construcción de actualidad con el que opera el espectacular circo de las empresas mediáticas.

Eso sí, los discursos tienen que ser políticamente correctos. Un único límite: que no se haga visible la necesaria contribución de la violencia institucional y empresarial en su afán de vender y acumular. Ellos, los estados y las empresas producen y reproducen aquello que critican, sea la violencia contra las mujeres, las guerras o el hambre en el mundo. Recurren a banalizar y tratar los «hechos seleccionados», llamados noticias, con un tremendismo y sarcasmo destinados a sembrar miedo y provocar parálisis y malestar en los televidentes. Además así, se erigen en fieles protectores y defensores de las víctimas de esas catástrofes humanas.

Lo importante es que todo el mundo permanezca en su casa encerrado viendo sus programas favoritos. Especialmente algún canal que consiga una audiencia con perfil rebelde e izquierdista. Resulta crucial neutralizar a aquellas masas cuyo descontento potencial puede convertirles en sujetos conflictivos o peor, organizados. Hacerles sentirse también integrados en el encierro domiciliario, sujetos a la realidad televisada, vista como un intermedio, como un respiro de aire fresco en medio de la avalancha de basura virtual con la que la ideología hegemónica interpreta y por tanto domina el mundo.