gara, donostia
EDITORIALA

Fomentar valores de solidaridad y una agenda por la igualdad

En el periódico de hoy destacan un estudio que demuestra que la exclusión social conlleva una menor participación política –también en Euskal Herria–; un informe de Oxfam que desnuda la globalización capitalista y demuestra que esta favorece la desigualdad y condena a la pobreza a una gran mayoría, mientras una minoría acumula riqueza a niveles grotescos; y un análisis que destripa los intereses que esconde una factura de la luz inflada que castiga a los consumidores y beneficia al oligopolio energético español. Todo un sumario de algunos de los elementos más significativos de la crisis del sistema capitalista.

Uno de los principales dogmas sobre los que se construye la política oficial hoy en día es que esta crisis tiene un carácter cíclico, es decir, que responde al mismo patrón que periodos anteriores de recesión dentro del capitalismo. La segunda parte de esta idea es que hay signos de «recuperación», palabra fetiche como pocas. En estas tesis se mezclan el deseo de que así sea, la necesidad de los políticos de ofrecer algún tipo de horizonte a la ciudadanía y la esperanza de bloquear alternativas y cambios políticos.

En su versión más perversa, esta visión no deja de ser un modo para acrecentar los privilegios de las clases dominantes –que frente a la idea de «hombres hechos a sí mismos» que vende el sistema, son abiertamente clientelares, parasitarias y rentistas–, y mantener bajo control a las clases populares, revocando a gran velocidad todo tipo de derechos. El fatalismo con el que muchos visten estas políticas de austeridad, la transferencia de riqueza y la discriminación esconde intereses, no un diagnóstico veraz de la situación socioeconómica.

Esta dinámica ha supuesto en nuestro caso la pauperización de una mayoría de la sociedad. Los mecanismos de compensación asistencial, que dada la gravedad de la situación tienen un amplio y lógico consenso, contienen la indignación y maquillan la dimensión estructural de esta crisis. Pero el debate no es la viabilidad de las ayudas de emergencia, sino la viabilidad de un sistema que abandona cada vez a más gente a su suerte.

Precisamente, el principal elemento que rompe el relato oficial de la recuperación económica es la desigualdad. El imparable crecimiento de la desigualdad es unos de los signos de esta época. Pensar que la sociedad vasca es ajena a una tendencia tan general es arrogante y muy irresponsable desde una perspectiva comunitaria e intergeneracional. Mucho más cuando, como consecuencia de nuestra subordinación impuesta a los estados español y francés, corremos el peligro de vernos empujados a una decadente periferia política y económica, dependiente y con poderes rebajados al límite.

Agenda y valores frente a otras tentaciones

Estos estudios sobre participación, desigualdad y energía muestran que, desde una perspectiva de izquierda, hay que tener mucho cuidado con el snobismo político. La mala conciencia de la pequeña burguesía tiene en nuestro contexto dos itinerarios nefastos. El primero es una peligrosa tendencia a dejar de lado valores de solidaridad y comenzar a defender principios huraños, egoístas, clasistas y segregacionistas. Desde esa perspectiva esas desigualdades se niegan, se menosprecian, se alejan o se conjuran, pero no se afrontan. La segunda deriva es un discurso idealista, incongruente, impostadamente radical, moralista y juzgador que no se corresponde ni con prácticas políticas reales ni con el modo de vida de sus protagonistas. Se utiliza a los desposeídos como elemento retórico arrojadizo, se impostan opresiones o se minusvaloran compromisos efectivos contraponiéndoles presupuestos ideales. Sin embargo, el cinismo y la hipocresía ahogan las opciones de construir e implementar una alternativa, de mejorar sustancialmente la vida de las personas y los pueblos.

En ese sentido es necesaria una profundización en el proyecto de democratización, incluyendo una perspectiva de clase, de género y de pluralidad étnica que evite la tentación del elitismo ilustrado. Las políticas basadas en la igualdad deben expandirse, evitando el fatalismo, controlando el tremendismo sin remedio y la naturalización de la desigualdad. Más allá de urgencias y de escándalos fugaces, debates estratégicos como el de la energía deben ser sostenidos en el tiempo y hay que experimentar con las alternativas, por limitadas que sean.

La solidaridad y la igualdad deben seguir siendo valores prioritarios para el pueblo vasco, y hay que lograr que guíen una agenda eficaz contra la desigualdad.