Iñaki Barrutia y Xabier Onaindia
Psicólogo clínico infantil y pediatra
KOLABORAZIOA

24 días de crueldad y revictimización de una niña

Nos referimos a la situación vivida por Izar, la hija de la presa política Sara Majarenas. Tras vivir la agresión machista de su padre, una mente enferma víctima también de un sistema patriarcal. Izar, durante 24 días ha sufrido la revictimización de las instituciones penitenciarias y de las instancias judiciales, que han demostrado tener unas mentes tan frías y deshumanizadas como las paredes de las cárceles. El acto cruel de violencia de género de su padre, tiene la finalidad de instrumentalizar a la hija para hacer daño a la madre. El agresor sabe que dañando a la hija daña a su madre. Es una constante que se repite en la violencia de género, lo decimos desde nuestra experiencia en las consultas de Osakidetza. En la violencia de género, el momento más crítico y donde es mayor el riesgo de sufrir una agresión letal, es el momento en el que la mujer decide separarse del hombre. Es en ese momento cuando el hombre decide agredir hasta la muerte a su pareja.

Izar, tras la agresión de su padre, lo que vive es la pérdida del sentimiento de protección y de seguridad que le proporciona el contexto primigenio de sus progenitores. Este sentimiento de protección y de seguridad lo puede restaurar fundamentalmente con Sara, su madre, con su cercanía y afecto. Aunque Izar ha tenido la cercanía de sus abuelos, y el calor de las redes sociales solidarias, echaba de menos a su madre con la que ha estado desde que nació, en situación de institucionalización, en la cárcel pero con su madre. Sabemos que la mejor ayuda psicológica que puede tener Izar tras vivir este hecho traumático es la compañía de su madre, su cercanía y afecto. Eso le puede ayudar a integrar adaptativamente este hecho traumático. Tenemos la esperanza de que así será.

Este ha sido un acto de crueldad hacia una madre presa política, que había cumplido las tres cuartas partes de su condena, 12 años de 13, y que debía estar en la calle, siguiendo la propia legislación penitenciaria, cuya finalidad debería ser la reinserción de los presos. Esta demora en una decisión de calado fundamentalmente humano, se ha debido a que las instancias legales se rigen por la Ley Penal del Enemigo y las instituciones penitenciarias siguen criterios de venganza y no de reinserción. El auto del Juez Castro de la Audiencia Nacional ya autorizó la semana anterior la ampliación del régimen de visitas de Sara para acompañar a su hija, pero este auto es ignorado por la dirección de la cárcel de Picassent, que no aplicó la medida hasta tres días después. Siendo esta demora un castigo añadido.

También ha quedado patente el silencio, si no la pasividad de otras instancias del Gobierno Vasco (Emakunde, etc.) que deberían estar comprometidas en salvaguardar los derechos de todas las personas.

Como profesionales que hemos trabajado con la infancia, sabemos de la indefensión de las madres y de los niños cuando de violencia de género se trata. En muchos casos al maltrato del hombre, se añade el maltrato institucional que sufren la mujer maltratada y sus hijos, por la incomprensión y falta de empatía de los profesionales con esa madre, la falta de implicación comunitaria y la burocracia de los procesos. En este caso también podemos definir como maltrato institucional la demora que ha habido en una decisión humana, que solo requería de cumplir las leyes, esas leyes que han ido degenerándose en este estado predemocrático.

Finalmente Izar y Sara están juntas. Han tenido el apoyo de las redes sociales y de las personas solidarias. Esperamos verlas pronto pasear por las calles.