Alvaro Reizabal
Abogado
JO PUNTUA

Ni en vivo ni en directo

Hay acontecimientos en la vida, que pese a su sencillez producen efectos que ni siquiera sus autores pudieron imaginar, sus consecuencias trascienden en el tiempo. Un ejemplo lo tenemos en las celebérrimas Giraldillas que a finales del siglo pasado danzaban en la inauguración de los campeonatos del mundo de atletismo de Sevilla. Por cierto, que hay que ser sádico para organizar un evento deportivo de esta envergadura en un agosto andaluz.

Qué alborozo le producía al presentador estrella de la democracia Carlos Herrera glosar las evoluciones de los danzantes, genuina expresión del gracejo andaluz, que llegaron, incluso, a estrecharle la mano, hasta que se enteró de que los gigantes llevaban varios minutos saludando al mundo entero en una retransmisión urbi et urbi y exhibiendo el lema «Euskal Presoak Euskal Herrira», tan vigente aun lamentablemente. Una actuación genial que, con bajo coste, consiguió una difusión muy importante y unos efectos que trascendieron a lo estrictamente propagandístico.

Efectivamente, desde entonces, cuando nos dicen que una retransmisión televisiva es en directo, no es verdad, pues aunque solo sea por unos segundos, el asunto lo vemos en diferido, que diría la tricéfala Cospedal. Así que la engañifa se ha convertido en una potente herramienta para conciliar la vida familiar y social. Se acabó aquello de que los niños estaban cenando, mientras los forofos practicaban el sillón ball delante de la caja tonta. Ahora todos a cenar en familia con una radio y cuando el locutor se desgañita gritando ¡¡¡Gol, gol, gol…!!!, la autoridad competente permite a quienes lo desean trasladarse al cuarto de la tele para verlo, y volver, claro. Y da tiempo de llegar y creer que lo ves en directo.

El truco sirve para cualquier evento retransmitido en directo como las plúmbeas sesiones parlamentarias. Puedes ir solo cuando pasa algo especial. Es el engaño perfecto.