«LO ÚNICO SEGURO ES LA FIRME DECISIÓN DE ETA DE DESARMARSE LO ANTES POSIBLE, TIENEN SU PALABRA»
Designado por ETA como interlocutor para la resolución del conflicto, David Pla ratifica que aquellos que se han comprometido en el desarme «tienen la palabra» de esta organización para poder efectuarlo en el plazo de tiempo más breve posible. En una entrevista concedida a GARA desde prisión, destaca el papel de la sociedad civil, y emplaza a los agentes vascos, con mención específica para las instituciones, y también a los internacionales para ayudar en esa tarea. Además, David Pla anuncia para primavera el inicio de un proceso de reflexión por parte del conjunto de la militancia de ETA.
Lo ocurrido en Luhuso ha destapado una nueva situación, según parece: el inicio del desarme. ¿Cómo se debe interpretar?
Antes de nada hay que decir que ha sido la forma excepcional de responder a una situación excepcional. Hace cinco años nadie podía imaginar que llegaríamos al desarme en semejantes condiciones. Pero los estados han actuado en contra de la solución del conflicto en todos los ámbitos, también en el desarme, que se supone debiera ser de su interés.
Han querido convertir la cuestión de las armas en problema para ETA. Descartada la opción de la negociación, nos querían incapacitar para cambiar totalmente de fase política y, mientras tanto, mediante operaciones policiales y el discurso de siempre, han querido recrear artificialmente el ciclo de la lucha armada, para frenar la potencialidad que para propiciar cambios políticos y sociales tiene, en la lucha de liberación, el camino emprendido con el cambio de ciclo.
¿Cómo valora la aportación de la sociedad civil?
Ha sido determinante, pues ha encontrado el modo de hacer frente al bloqueo. Prácticamente nadie se ha atrevido a cuestionar su generosa aportación, y eso no es muy común, ya que, en los últimos años, cuando ha llegado la hora de dar pasos, algunos se han escondido tras las frases «no es suficiente» o «esperamos otra cosa».
Más allá del desarme, se podría deducir que la sociedad civil se hace cargo de la agenda de soluciones, lo que posibilita construir un nuevo esquema para la resolución. Un esquema de hondo calado, al estar soportado en el protagonismo y el ímpetu de la sociedad.
La actuación del Gobierno español no deja margen para la sorpresa. Se ha difundido que París podría tener otro talante, pero al final los hechos ahí están. Después de Luhuso, ¿pueden esperarse cambios?
Hace años que se especula sobre una hipotética voluntad de Francia pero, tal y como usted dice, los resultados están ahí, en política penitenciaria, en represión... Lo ocurrido en Luhuso, además, trae consigo un salto, puesto que han golpeado una iniciativa que podría ser del interés de Francia.
Lo que está claro es que no podemos permanecer a la espera. Que París cambie su política, y es fundamental que la cambie, será consecuencia de lo que hagamos las fuerzas que estamos por la resolución del conflicto. Hay que profundizar en ello.
La reacción del Gobierno Urkullu ha sido contradictoria. Un detalle llama la atención, cuando dice que ETA no quiso estudiar debidamente su propuesta. ¿Cómo cabe interpretar la desconfianza entre ese Gobierno y ETA?
No es fácil entender lo que está pasando, y resulta incluso frustrante. Nosotros hemos intentado una y otra vez crear ámbitos de colaboración y hemos compartido con ellos nuestras iniciativas. Porque sinceramente creemos que avanzar en la resolución del conflicto y construir la paz es un desafío de Euskal Herria y que deberíamos actuar como pueblo, las instituciones, los diversos agentes y la ciudadanía, todos en la misma dirección. Pero Urkullu no está, no ha estado, en esa.
Luego está lo que corresponde a la citada propuesta. No es cierto que ETA no la haya estudiado; la valoró y le dio respuesta pública. Y lo hizo pese a que su lenguaje y sus malos modos no daban demasiadas ganas. El problema es que la propuesta nació muerta. Porque no era una propuesta para llegar a acuerdos y salir del bloqueo, sino un instrumento inventado por el PNV para sacar ventaja política de la situación de bloqueo impuesta por los estados, con el objetivo de desgastar la posición de ETA y la izquierda abertzale. Porque el Gobierno Vasco creía que en el ámbito del desarme no se producirían pasos relevantes, por las dificultades derivadas de la actitud de los estados. Y su plan lo que buscaba era representar que la culpa era de ETA. Así pensaban que podrían presentar a ETA como causante del bloqueo, mientras ellos aparecerían como agentes activos. Eso sí, sin hacer ni decir ni pío ante los ataques de los estados.
¿Pero qué ha pasado? Que la iniciativa de Luhuso ha desbaratado sus intenciones, porque ha demostrado claramente que ETA tiene voluntad de desarmarse y que los problemas que citaba ETA para ello son reales. Y porque, por otra parte, ha demostrado que quien tiene voluntad sincera para ayudar tiene cómo hacerlo. Por eso ha sido extemporánea la reacción del Gobierno Vasco. En lugar de poner la atención en el momento histórico y en el ataque de los estados, lo ha hecho en su propuesta, presentando, además, la actitud de ETA como un desprecio. Increíble, cierto, pero ese ha sido hasta la fecha el comportamiento de Urkullu.
¿El Gobierno Urkullu se ha dirigido a ETA o a los interlocutores que se encuentran en prisión?
No. En ocasiones, desde 2012, hemos tenido noticias de sus opiniones y algún mensaje sí ha llegado. Pero siempre de forma indirecta, mediante terceros y similares. Además, hemos llegado a la conclusión de que, en esos casos, buscaba más incidir en esos terceros agentes que abrir un diálogo constructivo con ETA. Por lo demás, ha preferido obstinarse en interpelar mediante los medios de comunicación, más interesado en ganar posición que en avanzar en la resolución de las consecuencias del conflicto. En cambio, las cartas cruzadas entre la sociedad civil y ETA han demostrado, sin tanta ostentación, que se pueden dar pasos si existen ganas y voluntad para ello.
Por eso, quiero invitarles desde aquí a que vengan. Aunque la relación hasta ahora haya sido conflictiva, intentemos poner un nuevo punto de partida. Sería bueno para Euskal Herria y ETA está dispuesta a intentarlo. Y si no quieren entablar relación directa con ETA, si no quieren estar con esta interlocución, que lo hagan con el resto de agentes que ya están actuando en favor de la paz para construir el liderazgo compartido que necesita ese objetivo.
¿Tan difícil es un trabajo en común de todos los agentes?
No debiera serlo, y en Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa están demostrando que es posible. Y así ha sido porque ha habido por parte de todos voluntad política por anteponer el interés común de la resolución y la paz. Yo no sé si eso será suficiente para mover las posiciones del Estado, pero nos hemos fortalecido como comunidad y pueblo, y somos más sanos en nuestros valores políticos y humanos. Y eso dejará huella para construir el futuro juntos.
¿Por qué eso mismo no ha sido posible en el resto de territorios?
Algunos utilizan el pasado como coartada. Dicen que el diálogo y los acuerdos son más difíciles debido a que las características de la confrontación han sido más duras. Pero también se podría argumentar lo contrario, si es que se pueden establecer en la vivencia de un pueblo esas fronteras físicas. Si la confrontación ha sido más dura, para todos, tendríamos que tener mayor valor para superar sus consecuencias.
Yo, en cambio, creo que la clave para entender lo que está sucediendo está relacionada con el futuro. La mayoría de fuerzas políticas han abordado la nueva era con el esquema viejo del Pacto de Ajuria Enea, desde su variante más sombría, además. Desde aquella división de la sociedad impuesta por el relato de «demócratas y violentos», desde aquella política de exclusión. Y lo han hecho así porque quieren levantar un muro frente al independentismo de izquierda, para que su proyecto no pueda avanzar. Porque han llegado a la conclusión de que, con el cambio de estrategia, las oportunidades para ese proyecto político se han multiplicado.
Y el nuevo muro es el bloqueo en la resolución. O, dicho de otro modo, el esquema de «vencedores y vencidos». Algunas veces, rechazan directamente el diálogo y el acuerdo y, otra veces, los hacen inviables, mediante condiciones que la izquierda abertzale no puede asumir. De este modo pretenden ahogar la apuesta política de la izquierda abertzale, dejándola anclada en el pasado y sin poder hacer frente a los nuevos retos.
Así las cosas, la colaboración entre todos resulta complicada. La cuestión está en que la sociedad vasca no comulga tan fácil con semejantes cosas y ello puede condicionar la posición de los partidos.
¿Qué desarrollo puede tener la cuestión del desarme?
El punto de partida ya está situado. La sociedad civil y ETA han acordado que queda en manos de los primeros la responsabilidad del desarme, en cierta forma en la orientación que, tras certificar el bloqueo de los estados, estaba dibujando el Foro Social. Para realizar esa tarea, sin embargo, la sociedad civil necesitará apoyo, tanto de los agentes internacionales como de los agentes vascos, y en concreto de las instituciones y los representantes institucionales. Si los estados variasen de posición, ese proceso sería más sencillo y seguro. Por desgracia, no podemos esperar que eso ocurra.
Lo único seguro es la decisión firme de ETA de desarmarse en el plazo de tiempo más breve posible. Aquellos que ya se han comprometido para lograr ese objetivo tienen su palabra.
Ya ha respondido en lo que atañe al Gobierno de Gasteiz, ¿pero algún otro agente ha acudido a prisión para tratar sobre la solución a las consecuencias de conflicto?
Estamos en contacto con el Foro Social y estamos intentando poder mantener un encuentro cara a cara. Solicitaron permiso para una visita y precisaron con claridad quiénes eran y para qué querían esa visita. Pero, al parecer, el Estado francés no ve con buenos ojos ese encuentro, pues el juez nos ha comunicado recientemente que, de momento, no la concederá. En todo caso, seguiremos trabajando conjuntamente, aunque para ello haya que utilizar otras vías.
Aun así, ETA es consciente de que las relaciones directas con los interlocutores que se encuentran en prisión tienen su complicación. Por eso, su dinámica de relación no se limita a ese ámbito, como se ha podido ver en las comunicaciones publicadas en relación a la iniciativa de Luhuso.
Lo ocurrido en Luhuso ha vuelto a poner sobre la mesa la cuestión de la solución de las consecuencias del conflicto. Entre ellas se encuentra la de los presos. En la entrevista de finales de 2015 nos respondió que llevaba muy poco tiempo en prisión. Durante este año, ¿qué es lo que ha visto?
En general, que los estados mantienen el discurso y la línea de hace quince años. Mis vivencias no tienen nada de especial, pero se me ha hecho curioso, por ejemplo, que los argumentos que utilizan para prolongar la prisión provisional o para explicar por qué se nos deben imponer medidas excepcionales de control parecen escritos hace dos décadas. Los estados continúan con su lógica de guerra, como si nada hubiese cambiado.
Eso sí, han adecuado la estrategia a la nueva situación. En su día, el objetivo primordial era lograr el arrepentimiento de los presos políticos vascos. Impulsaban todo aquello que propiciara la ruptura del Colectivo, intentando representar desvinculación respecto a la lucha, para perjudicar al movimiento de liberación. Con ese objetivo endurecieron las condiciones carcelarias y pusieron en marcha la dispersión, para que individualmente el chantaje fuese más eficaz. Después, además, le agregaron la política de «pérdida de esperanza» y, agudizando la legislación de excepción y utilizando las decisiones de los jueces, llevaron al extremo el periodo de encarcelamiento.
No diría que han abandonado la política de arrepentimiento, pero creo que ahora prima otro criterio: que no se mueva nada, si no es para atrás. Combaten hasta el más mínimo avance, incluso los meramente humanitarios. ¿Por qué? Fundamentalmente porque, en la nueva situación, quieren utilizarnos como rehenes políticos, al objeto de condicionar el desarrollo de nuestro proyecto político y el futuro de Euskal Herria. Son conscientes, además, de que la sociedad vasca se identifica con una lógica de solución, por lo que cada paso que se diera se interpretaría como precedente para el siguiente, hasta completar toda la secuencia de la resolución. Por otra parte, quieren provocar desesperanza con el objetivo de alimentar dudas en el seno de la izquierda abertzale y, en la medida de lo posible, provocar división.
Así, se han parapetado tras el andamiaje jurídico de excepción construido en la fase anterior. Y, además de no progresar, dificultan enormemente la mínima solución a cada situación concreta. El ejemplo más evidente, y doloroso, es la crueldad de la que hacen gala con nuestros compañeros enfermos.
¿De qué forma valora el debate de EPPK y la propuesta que se ha realizado para el mismo?
Es un debate importante y, entre otras cosas, creo que pretende hacerle frente a la situación descrita. En la fase anterior la resistencia ha caracterizado al Colectivo. Si el enemigo pretendía hacer chantaje a los presos para perjudicar a la lucha de liberación, el Colectivo, por encima de todos los ataques, fijó como objetivo resistir firmemente. Por ejemplo, estableció sus normas internas en función de esa realidad. El Colectivo tuvo que hacer frente a situaciones muy duras, pero ganó la batalla política puesto que la política de arrepentimiento ha cosechado muy pocos logros. En todo caso, se podría decir que todo ello estaba ligado a la lógica de confrontación armada.
Tras la decisión de ETA de hace cinco años, en el «frente de cárceles» el reto principal es la vuelta a casa de los presos y presas. Todos pensábamos que tarde o temprano se impondría la lógica de la resolución y que la situación de los prisioneros y las prisioneras tendría otro desarrollo. Pero el Estado se ha enrocado para mantener el proceso de liberación encadenado a ese bloqueo. Ahora la izquierda abertzale, y también el Colectivo, deben responder a esa nueva situación. Y es lógico pensar que, de la misma forma que en su día se respondió al chantaje desde la resistencia, toca ahora responder al bloqueo propiciando nuevos movimientos y abriendo nuevas posibilidades. Siempre junto con el pueblo.
Ese es, de alguna forma, el camino abierto hace tres años con aquella declaración del Colectivo, y este debate viene a profundizar en ello, con valentía y determinación.
La dinámica por los presos se ha fortalecido en la calle, pero la llave de las celdas está en manos de los estados. ¿Cómo se puede salir de esa situación?
Esa es la dificultad añadida que tiene el ámbito de los presos, que para resolverlo hay que mover a los estados y no hay resquicio para evitarlo. La pregunta es cómo se hace eso. Y hay que decir con honestidad que no existen fórmulas mágicas. Lo que está claro es que debemos dar la batalla como pueblo y que, para ello, hay que acumular y movilizar todas las fuerzas posibles. Tanto aquellas que comulgan con la trayectoria y proyecto político de la izquierda abertzale como aquellas otras que tienen procedencias y proyectos políticos distintos. Tanto aquellas que hacen suyo el objetivo de la vuelta a casa de todos los presos como aquellas otras que se quedan aún en pasos intermedios.
Además, la movilización popular no debe mover solo a los estados, sino también a los representantes políticos e institucionales vascos. Aunque dicen estar en contra de la política penitenciaria vigente, el compromiso mostrado hasta ahora ha sido ciertamente discreto en muchos casos. Con un amplio consenso, la confrontación respecto a la actuación de los estados sería más eficaz.
Y junto con ello, se debe seguir desgastando la posición de los estados en todos los terrenos. Crear contradicciones, también en ese ámbito jurídico que tienen tan amarrado.
La izquierda abertzale está llevando a cabo un proceso de reflexión, con el proceso Abian en un principio y con los congresos de las organizaciones ahora. ¿Qué importancia tiene?
Muy alta. Como dijimos hace un año, la izquierda abertzale se encontraba inmersa en una crisis política profunda. Tras abrir el nuevo ciclo político, mediante la resolución “Zutik Euskal Herria”, primero, y la decisión de ETA, después, no estábamos acertando en aprovechar las oportunidades abiertas por todo aquello, lo que obligaba a analizar el devenir de los últimos años y repensar el esquema político. El proceso Abian posibilitó hacerlo.
Se podría decir que los procesos específicos de cada organización tienen como objeto adecuar los instrumentos para este nuevo esfuerzo al objeto de dar otro impulso a la estrategia de la izquierda abertzale. Están siendo ejercicios realmente importantes, como demuestra el hecho de que se hable de refundación de la izquierda abertzale. De ahí en adelante, tendría que llegar el tercer paso; esto es, el desarrollo del conjunto de la línea renovada, con la iniciativa independentista como eje.
¿También ETA va a realizar su propio ejercicio de reflexión?
Sí. Se prevé un proceso de reflexión entre toda la militancia de ETA a partir de primavera.
La izquierda abertzale, y también ETA, han dicho más de una vez que el eje central debiera ser el proceso como pueblo, el proceso independentista... ¿Ve avances en ese terreno? O, dicho de otra manera, ¿si no se avanza en ello, no quedaría cojo todo sobre lo que hemos hablado (solución a las consecuencias, refundación de la izquierda abertzale...)?
La propia izquierda abertzale quedaría renqueante ya que, sin avanzar en su principal quehacer, estaría totalmente perdida. Porque la izquierda abertzale no es una fuerza política convencional, que de alguna forma puede vivir en la inercia de la mera gestión de la política diaria. Nacimos para ganar, para desterrar toda opresión, y con esa ambición y tensión hay que encarar el futuro.
Hace ya dos o tres años, nos lo recordaban diferentes compañeros que estaban presos. Que no nos quedáramos bloqueados en la resolución del conflicto, en el intento de abrir un nuevo tiempo de negociación o en la lucha por liberar a los presos. Que lo importante era seguir en el proceso de liberación y que todo lo demás se debía colocar en función de ello.
La izquierda abertzale acaba de concluir que, en esta fase política, el proceso de liberación avanzará mediante un proceso independentista popular y ahí deben situarse todas las fuerzas.