Ainara LERTXUNDI
Elkarrizketa
MILENA REYES
INTEGRANTE DE LA DELEGACIÓN DE PAZ DE LAS FARC-EP

«La paz nos está permitiendo hacer realidad nuestros sueños, como el de ser madre»

Milena Reyes ingresó a las FARC siendo menor de edad. Integró la delegación de paz en La Habana. Ahora, junto a su pareja, Carlos Antonio Lozada, jefe por parte de la guerrilla de la subcomisión técnica para el fin del conflicto, se enfrenta al reto de ser madre por primera vez.

La firma de los acuerdos de La Habana entre el Gobierno y las FARC-EP ha abierto nuevos escenarios. Aunque persiste la incertidumbre y aún son muchos los desafíos en lo referente a la construcción de la paz y a la reincorporación de los guerrilleros a la vida civil, económica y política de Colombia, las perspectivas de futuro son ya otras.

El hecho de ya no estar en guerra –el proceso de dejación de armas comenzó el 1 de marzo con el registro e identificación del armamento presente en las Zonas y Puntos Veredales Transitorios de Normalización– ha animado a muchos integrantes de las FARC, mujeres y hombres, a materializar sueños personales postergados por la confrontación militar.

Según cifras de la guerrilla, actualmente hay un centenar de mujeres embarazadas en las Zonas Veredales y 131 niños, en su mayoría menores de cinco años. De ellos, 61 tienen solo pocos meses de vida.

Tras haber pasado parte de su juventud en el frente de batalla, Milena Reyes se enfrenta ahora al reto de ser madre por primera vez. Ingresó en las FARC-EP a la edad de 15 años, empujada por circunstancias familiares y la «falta de oportunidades» en el campo colombiano.

Su rostro se hizo habitual en los diálogos de La Habana como integrante de la Agencia de Noticias Nueva Colombia. Fue una de las locutoras del «informativo insurgente» que la delegación de paz emitía cada domingo desde la capital cubana. El manejo de las redes sociales, en especial, de Twitter, son su fuerte en esta nueva etapa.

Su hija llevará el nombre de la hermana fallecida de su compañero, Carlos Antonio Lozada, miembro del Secretariado y jefe de la subcomisión técnica para el final del conflicto. Lozada fue el encargado de negociar cara a cara con el general Javier Flórez el cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo. A sus 55 años –38 de ellos en la guerrilla– afronta una nueva paternidad con el deseo de poder compartir con su hija los momentos que no pudo vivir con sus dos hijos mayores, a quienes «les tocó salir del país y padecer los rigores de la confrontación», según ha relatado en una reciente entrevista con Caracol Radio. Desde los micrófonos de esta emisora, denunció la falta de infraestructura en las Zonas Veredales, más aún para las embarazadas y madres lactantes.

Desde una de esas Zonas Veredales, Milena Reyes ha compartido con GARA –vía cuestionario– sus reflexiones sobre la maternidad, los motivos que la llevaron a las FARC y la experiencia de La Habana.

¿Qué le llevó a la guerrilla?

El primer contacto que tuve con la guerrilla fue por medio de una hermana que vivía en una región que históricamente ha sido área de influencia guerrilla, el Caquetá, en San Vicente del Caguán. Fui a visitarla en vacaciones de fin de año. Fue entonces cuando conocí a los primeros guerrilleros y guerrilleras, quienes me abordaron y me empezaron a hablar de la lucha guerrillera, de quiénes eran y por qué estaban luchando. Hubo algo que me llamó mucho la atención, y fue, precisamente, la presencia de las mujeres. Una de las razones por la que decidí ingresar fue la falta de oportunidad para continuar con mis estudios y problemas familiares. Al ingresar, fui enviada a la región selvática, que fue uno de los epicentros del Plan Colombia y el Plan Patriota, grandes operaciones militares de contrainsurgencia diseñadas por el Pentágono.

¿Cómo vivió su última marcha guerrillera a finales de enero?

Hablar de la última marcha guerrillera es algo que me conmueve en lo más profundo de mi ser. ¿Cómo la viví? Hace poco, al ver a mis camaradas en fotografías que publicaban por las redes sociales y, en especial, a mi unidad guerrillera, la José María Carbonell, que se dirigía rumbo a Iconozo, Tolima, se despertó en mí una gran tristeza por los recuerdos de todos estos años vividos en la montaña. Son memorias que llevaremos siempre con nosotros, porque son parte de nuestras vidas y bien sabemos que nunca, nunca, las olvidaremos. Como tampoco olvidaremos, muy seguramente, algunas de esas vivencias tan duras de la guerra.

No dejaba de pensar en todo lo que compartimos, vivimos y dejamos durante estos años en el monte. Pensaba en los camaradas que por razones de la guerra ya no están con nosotros y es algo que parte el alma. También pensaba en qué va ser de nosotros en esta nueva etapa, cómo será nuestra reincorporación a la vida civil, cómo será la relación con la población civil, y sobre todo, cómo será nuestra estancia en las Zonas Veredales, sabiendo que el Estado aún no ha solucionado absolutamente nada en cuanto a la logística en estas zonas donde haremos nuestro tránsito a la vida civil.

¿Qué supuso para usted formar parte de la delegación de paz en La Habana?

Haber formado parte de la delegación de paz en La Habana, Cuba, significó mucho para mí, ya que fue una experiencia importante, primero porque fue volver a la realidad en la que se mueve la sociedad de hoy en día, y cuando digo sociedad me estoy refiriendo a que nosotros, siendo parte de esa sociedad y en especial la colombiana, estuvimos aislados un tiempo en la selva por razones de la lucha.

En La Habana aprendí a relacionarme más con la gente, aprendí el manejo de una cámara profesional, cómo pararme y hablar frente a esa cámara... Tuvimos la posibilidad de hacer cursos de comunicación, ponernos al día con las nuevas tecnologías que en el monte no conocíamos. Descubrir el mundo de las redes sociales me ha gustado mucho, porque es un espacio que nos permite expresar nuestras ideas, conocer qué piensa la gente de nosotros y todo eso facilitó nuestro trabajo de comunicación en La Habana.

Pero no solo eso, el hecho de haber podido presenciar momentos históricos como la firma del acuerdo sobre el cese al fuego y de hostilidades, el encuentro del presidente Juan Manuel Santos con el camarada Timo –Timohcenko–, las visitas de delegaciones de víctimas, las reuniones con grupos de mujeres... han marcado mi vida y me han dejado un gran aprendizaje para el futuro. Tengo los mejores recuerdos de Cuba y, por eso, llevaré al pueblo cubano en mi mente y corazón por el resto de mi vida; porque su hospitalidad para con nosotros a pesar de la situación de bloqueo que ha tenido que soportar durante 57 años es una muestra de la grandeza de este pueblo.

En tiempos de guerra, la maternidad no estaba permitida en las FARC-EP y la planificación era obligatoria. ¿Cómo percibe ahora la maternidad y el hecho de que en los estatutos de la guerrilla no estuviera permitido el embarazo?

Ahora la situación ha cambiado, no estamos en guerra, llegó la paz, y con ello, obviamente, nuestra situación es diferente. Podemos decidir si queremos ser madres o no, porque no cargamos el temor y el miedo que deja la guerra. La paz nos está permitiendo a muchas de nosotras hacer realidad nuestros sueños, empezando por el de traer nuestros hijos al mundo, el reencuentro con nuestros seres queridos; cosa que unos años atrás era impensable. La maternidad es algo que siempre me ha parecido muy lindo, es lo más bello que puede sentir una mujer. Es la realización de un sueño aplazado por asumir nuestro rol en la lucha armada; porque en condiciones de guerra era imposible pensar en tener hijos, algo que asumimos de manera voluntaria al momento de ingresar. Lo asumimos conscientemente no como una imposición, sino como una necesidad para cumplir nuestro rol de combatientes. De no haber sido así, no seríamos el ejército que somos. Cerca del 40% de los integrantes de las FARC somos mujeres.

¿Cómo ha enfrentado la recta final del embarazo en las actuales circunstancias?

Puedo decir que he pasado un embarazo de lo más de bien, sin ninguna preocupación que ponga en peligro la vida de mi niña, la mía o de mis camaradas; al contrario, la paz nos ha aportado tranquilidad y abre muchas expectativas de lo que nos espera de ahora en adelante.

Nos encontramos en las Zonas Veredales cumpliendo por nuestra parte con lo acordado entre las partes en La Habana, ahora falta que el Estado cumpla con sus compromisos, algo que nos preocupa porque hay niños y niñas que necesitan condiciones dignas, hay camaradas enfermos. Y hasta hora lo que se ve son potreros y planicies peladas sin nada de infraestructura.

¿Qué le gustaría decirle a su hija, Dalila, cuando crezca?

Empezaría por decirle que yo la esperaba, que es el sol que ilumina mi corazón, que es una hija más de la montaña y del verde olivo. Que llevarla nueve meses en mi interior ha sido la experiencia más bonita que he experimentado. Que desde ya mi vida ha empezado a cambiar, que solo estoy esperando el momento de tenerla en mis brazos para amarla y consentirla… y darle todo el amor que puede darle una madre a sus hijos, más en esta etapa de paz y reconciliación que estamos experimentando los colombianos. Solo quiero que llegue ya para recorrer juntas esta nueva etapa.

 

Activistas piden al Estado plenas garantías para las guerrilleras

Feministas, académicas, víctimas y defensoras de derecho humanos que integran el grupo de trabajo y seguimiento para la implementación del enfoque de género del Acuerdo Final entre las FARC y el Gobierno han expresado su preocupación por la situación de las mujeres embarazadas y madres lactantes en las Zonas Veredales Transitorias de Normalización (ZVTN) ante la falta de infraestructuras adecuadas.

«Esperamos que todas puedan realizar sus proyectos de vida, incluyendo la maternidad como una opción, pero también la protección de otras necesidades y oportunidades para su total integración y en plena igualdad, de tal forma que les sea posible construir una identidad como ciudadanas plenas», resaltan en una carta fechada el 17 de febrero dirigida a los ministros de Salud, Interior y Posconflicto, así como al Alto Consejero para la Paz.

En la misma, piden al Estado que «responda a las necesidades que en materia de salud reproductiva tienen estas mujeres de manera que puedan vivir una maternidad y un parto seguros y, al mismo tiempo, gozar de todas las opciones que se requieren para que la maternidad sea una opción verdadera».

Exigen también que «se garantice el derecho a la alimentación, la prestación de los servicios públicos básicos y condiciones de habitabilidad para proteger a sus ocupantes del frío, la lluvia, la humedad, el viento, el calor, riesgos estructurales u otras amenazas para la salud».

En este contexto, un grupo de madres de Bogotá y Cali han ideado la iniciativa «Criando la paz», con la que además de sensibilizar sobre esta realidad, pretenden enviar 200 kits a las Zonas Veredales. Madres y padres guerrilleros agradecieron este gesto a través de una carta abierta a sus promotoras el 12 de febrero.

«Nos conmueve la noble causa que han emprendido quienes en un aporte a la reconciliación, han impulsado la campaña ‘Criando la Paz’. En las ZVTN no son objetos primordiales las armas, ahora los protagonistas son los modestos juguetes que entretienen a nuestros niños. Más allá de los muy bien llegados utensilios para el cuidado de nuestros bebes, felicitamos su altruista cruzada, símbolo del aporte valioso a la paz», destacaron.

«Aspiramos a que el futuro sea de justicia social, y que toda la niñez colombiana que hoy padece la desnutrición y abandono estatal, tenga un porvenir distinto», concluyeron. La propia guerrilla ha puesto en marcha a través de Twitter una «campaña de solidaridad ante el incumplimiento del Gobierno», como reza la presentación de la misma. Entre otros enseres esenciales, piden ropa infantil, biberones, pañales, utensilios para la higiene y leche en polvo para bebés.