D esde su plano secuencia de apertura, “Rara” empieza a insinuar lo que realmente es: una película a la que hay que prestar mucha atención. Asimismo, su directora y co-guionista, Pepa San Martín, no desaprovecha la ocasión para que a nosotros no nos quede otro remedio que apuntar, en letras mayúsculas, su nombre en nuestra agenda cinéfila. Por si fuera poco, todas estas buenas sensaciones se vieron refrendadas con premios gordos: Mejor Película tanto en la Sección Horizontes Latinos del último Zinemaldia como en Generation de la Berlinale.

Reconocimientos merecidos para uno de los debuts más reveladores del año pasado, el cual, tras la apariencia de producto pequeño, nos recuerda que lo sencillo no tiene por qué ser simple. Ni mucho menos. La debutante detrás de las cámaras tira de naturalidad para hacer de la observación un arte exquisito y, de paso, una herramienta fundamental para que el espectador construya su propio e inviolable espacio. Con una puesta en escena fluida y una sintonía perfecta con todas sus actrices, la película expone, reflexiona-sobre y emociona-con los encajes de las nuevas familias en una sociedad no-tan nueva. Sin subrayados ni discursos tendenciosos que valgan.