Arturo Puente
Periodista
JO PUNTUA

El Artur Mas de 2010

Artur Mas llegó a la presidencia de la Generalitat tras 7 años de incómoda oposición. Lo hizo con una CiU ideológicamente rearmada en torno a antiguos cachorros pujolistas, convertidos ya en políticos nacionalmente moderados y profundamente liberales en lo económico. Testigo de ello es el programa de CiU en 2010, cocinado durante dos legislaturas como contrapeso a unos gobiernos de osadas políticas socialdemócratas.La nueva CiU llegó cargando sin complejos hacia la derecha. La herencia de deuda disparada y la entrada de una crisis que, para el modelo económico catalán, se adelantaba crudísima, sirvieron para justificar unas políticas de austeridad y privatizaciones que eran parte de la receta ideológica del equipo de Mas desde mucho antes.

Nada más llegar a la presidencia, Mas contrajo un acuerdo parlamentario con el PP, cuyas consecuencias, en colocación de cargos y acuerdos en políticas, llegan hasta nuestros días. Fue también con el partido de la derecha española con la que el líder del post-pujolismo aprobó sus presupuestos.En la trayectoria política de una CiU que llevaba dos legislaturas esperando, todo aquello tenía sentido. Pero no para un país que daba muestras de estar haciendo un doble giro: social y nacional. Y nada de eso estaba en la agenda del president.

El hoy expresident Mas tuvo que surfear las dos olas, entre la pared de los giros de su país y la espada de su programa político. CiU necesitó hacer contorsionismo en 2012 y, en la legislatura que acabó en 2015, realizar una actualización total de su espacio político a marchas forzadas. Mas y su partido quedaron triturados en aquel baile. Es por eso que, visto desde Catalunya, el primer medio año de legislatura vasca despierta sonrisas. Tras el doble giro de la Cámara de Gasteiz, más a la izquierda y más hacia el soberanismo, el PNV ha decidido gobernar con el PSE, dentro, y el PP, fuera. Es a buen seguro el programa político de Urkullu, pero es más dudoso que sea la demanda política del país. El PNV haría bien de acordarse menos del Artur Mas de 2015 y más del de 2010.