Ya en la película “Juventud” de Paolo Sorrentino, el apacible balneario para personas de alto nivel económico allí retratado consigue contagiar su carácter deprimente al idílico paisaje de las montañas suizas. Ahora veo la película de Gore Verbinski “La cura del bienestar” y decididamente los Alpes suizos acaban siendo un escenario donde lo bucólico se transforma rápidamente en lo siniestro, quizás como la vida misma. Aunque se haya rodado en Alemania donde el castillo Hohenzollern presta su figura a diversas escenas, el paisaje de fondo lo componen las inconfundibles siluetas de la cara norte del Eiger, acompañado del Mönch y la Jungfrau. Si fuera suizo pensaría que hay un empeño en denunciar un cierto terrorífico carácter de ese país de postal, eso sin entrar en la querencia de políticos del estado por sus atracciones bancarias. En otro orden de cosas, el astronauta francés Thomas Pesquet, habitante de la Estación Espacial Internacional, pone fotos, sacadas desde allí, de montañas, concretamente de los Pirineos, en sus redes sociales. Nos lo presentan como esquiador y alpinista (aparte de cinturón negro), aficiones originadas durante su residencia en Toulouse. Y envía otra foto en la que aparecen dos alianzas matrimoniales flotando ingrávidas con la Tierra de fondo. Son dos amigos que se casan en mayo y de los cuales será padrino. Se le llama romántico en las redes pero resulta ser un alpinista algo cursi.