Jon ORMAZABAL
Pelota

El frontis solo devolvió cariño

Abel Barriola cerró con un dos paredes el último partido de su carrera como profesional en una jornada muy sentida y emotiva.

EZKURDIA-MERINO 21

ALTUNA-BARRIOLA 22


Comentaba recientemente Fernando Goñi en una tertulia radiofónica que «la vida es una especie de frontis» que te va devolviendo los pelotazos dependiendo de la precisión la intensidad y la calidad con la que los envíes. Vanía la comparación a lo que se está viviendo estos últimos días en los frontones que Abel Barriola ha venido visitando por última vez y, como a uno no se le ocurre nada mejor para describir lo vivido ayer en el Atano III, nos permitimos la licencia de tomarle prestado el símil al bueno del de Zubiri. Y en todos sus años de historia, con tantas y tantas finales y hazañas disputas contra él, nunca el frontis del frontón donostiarra habrá devuelto tanto cariño como el que emanó ayer, en una tarde que salió «perfecta».

Perfecta, porque difícilmente un guionista de Hollywood hubiera podido diseñar un final más acorde, con el héroe de la tarde haciendo el último tanto del partido. No fue el dos paredes mejor ejecutado en los 19 años de carrera del de Leitza, pero sí el más emotivo, el que puso el epílogo a una carrera ejemplar. El resultado ayer era lo de menos, de hecho, hay incluso muchos pelotazles que sostienen que un pelotari debe perder en el partido de su adiós, pero dar una buena imagen era una necesidad para el zaguero de Leitza y esa última jugada dejó la mejor posible.

Pero incluso en el caso de que la chapa hubiera rugido en ese 21-21, con Barriola enredado en los cuadros alegres, hubiera dado igual. Porque la de ayer era una jornada para el reconocimiento mutuo y un tanto, un resultado, nunca podrán ensuciar esa memoria del pelotazale a la que Julio Soto había cantado algunos minutos antes.

Y en un caso atípico en este país, ese recuerdo colectivo solo almacena cosas buenas y positivas de un pelotari honesto hasta la médula.

Leitza, muy presente

Y como no podía ser de otra forma, Leitza estuvo muy presente ayer en Donostia. Presente en los txistularis que acompañaron a Joseba Sagastibeltza, amigo personal de Barriola que le bailó el aurresku de honor en nombre de su coadrila, en el speaker o locutor del sencillo acto, Joseba Urkiola, autor a su vez del documental sobre su persona estrenado ayer por ETB, pero sobre todo, Leitza se hizo con las gradas del Atano, donde se vieron todo tipo de pancartas –una con el lema «Eskerrik asko Abel Matte zattugu» tuvo que «adelgazar» a marchas forzadas durante el telonero– camisetas, pañuelos rojos... todos con mensa- jes de gratitud. Entre todas esas personas también tenía previsto estar María Jesús Zubilaga, leitzarra que acudió por vez primera al frontón en la despedida a un pelotari que quiere prácticamente como un hijo.

La representación de compañeros también estuvo encabezada por otro ilustre veterano, Miguel Gallastegi, con la práctica totalidad de las plantillas de Aspe y Asegarce en las gradas, señal inequívoca del poso que ha dejado entre todos los pelotaris con los que ha compartido cancha y vestuarios.

Pero a su vez hubo también un montón de pelotazales que no conocen personalmente a Barriola, pero para los que el zaguero es «uno de los nuestros». Así, con la incertidumbre de si podía ser el último, cada pelotazo del de Leitza con los azules en el cartón 21 se celebró prácticamente como un gol, parecía que nadie quería que el partido concluyese, porque esa pelota que gana un referente, pierde mucho sin Abel.

Y los cuatro protagonistas de su despedida concedieron ese deseo al público, llevando el partido a un tanto definitivo que se vivió como el de la final más importante, terminado con un dos paredes no del todo ortodoxo, pero con la enorme diferencia de que a los que lo encajaron, no les dolió en absoluto, era el final perfecto.

Y lejos de los fastos de otras grandes despedidas aún frescas en la memoria de los pelotazales. El acto previo a ese último pelotazo también llevaron el sello Barriola, el de la sencillez y la emotividad. El aurresku de los suyos, el bertso de Julio Soto y las placas de rigor. El momento más duro para el protagonista fue enfrentarse al micrófono, reto que superó con holgura y emoción, mucha emoción. Liberada la tensión, tocó el tiempo de las fotos y los besos y abrazos. Como siempre, nadie se quedó sin su gesto de Abel.

Enormemente agradecido

Tanto a la hora de dirigirse al público por el micrófono, como en la sentida rueda de prensa que ofreció al término del partido, Abel Barriola se mostró «enormemente agradecido» tanto a empresas e instituciones, como sobre todo a compañeros y pelotazales, hacia los que tuvo palabras de elogio. «Durante todos estos años he aprendido muchísimo de los aficionados y hoy me han dado otra lección», dijo el pelotari, sin poder evitar volver a emocionarse.

Rendir en la cancha y ante el micro «sobre todo en castellano, que no sé ni lo que he dicho» eran los quebraderos de cabeza de Barriola durante una semana en la que reconoció haber estado bastante nervioso, aunque sin perder el sueño.

La tensión disminuyó al comenzar a pelotear, pero los nervios volvieron a dispararse según se acercaba el cartón 22, «porque eres consciente de que se acaba». Ahora empieza una nueva etapa en la que seguro volverá a triunfar. J.O.