Agustín Goikoetxea
Periodista
IKUSMIRA

El peaje del Gobierno municipal de Bilbo

S on días de aniversarios en Bilbo y también de convulsión en su Ayuntamiento. Atentos al calendario para recordar algunas efemérides destacadas en su historia, el alcalde dio la campanada. Juan Mari Aburto confesó que la propuesta de sus socios de establecer un peaje disuasorio para gestionar el acceso de vehículos privados a la villa «no va a estar» entre las medidas que salgan del proceso participativo en marcha. ¡Mejor si nos ahorramos el gasto sabiendo su opinión!

Como era de prever, el mosqueo del PSE fue de órdago, por mucho que su portavoz tratara de restar importancia a la entrada en tromba de Aburto. Desde entonces, al menos en público, Alfonso Gil evitar estar cerca del alcalde.

Se habla de crisis de gobierno pero lo cierto es que, a los dos años de la firma del acuerdo PNV-PSE, ha quedado al desnudo el peso que tienen los cuatro ediles que lidera Gil frente a los trece jeltzales. Las políticas del Gobierno municipal tienen algún que otro ribete de estos pero rezuman postulados conservadores por los cuatro costados. Solo hay que ver que el PP suma sin problemas sus votos a los del PNV, o se abstiene para marcar diferencias de matiz.

En las horas bajas que vive el PSE necesitaba tener cierto protagonismo en la vida política; Sabin Etxea se lo permitió por aquello del pasado en común pero ahora en Bilbo ha quedado al desnudo el peaje que tiene que pagar. Se podrán enrabietar todo lo que quieran, podrán desplantar hasta a las víctimas del franquismo, pero Gil se encuentra ante el único peaje real, el de su papel de comparsa.