Dabid LAZKANOITURBURU

A improvisación suicida diaria

El ataque frustrado en la estación central de Bruselas evoca, más que la puntería del soldado que se topó con él –porque, efectivamente, estaba allí– y abatió al atacante, su grado de improvisación.

Recuerda, en este sentido, la escasa pericia del ataque del pasado lunes a una furgoneta de la Gendarmería francesa en los Campos Eliseos. Y eso que, en este caso, el atacante, que murió al parecer como consecuencia de la explosión del artefacto que llevaba en el coche, iba armado con un fusil de asalto.

Más allá de que este último tenía permiso para portar armas por su –supuesta o real– aficción al tiro deportivo, y en espera de que se publiquen más datos sobre sus respectivas biografías, no parece que ninguno de los dos últimos «mártires» del califato del ISIS en Europa fueran yihadistas entrenados en Irak o Siria que habrían regresado a casa.

Lo más que se ha filtrado es que Oussama Zariouh, identificado como el atacante de Bruselas, era natural del barrio de Molenbeek y que simpatizaba con el ISIS. Por lo que toca a Adam Djaziri, autor del anterior ataque frustrado en París, se sabe que viajaba periódicamente a Turquía.

Viajes que pueden decir mucho o poco. Como los que realizaba a Libia, donde vivía su padre, el autor del atentado contra un concierto repleto de jóvenes, muchos preadolescentes, en Manchester. En este último caso se habló de una compleja red de apoyos que incluía a su familia. Días después, la veintena de personas detenidas en la redada eran puestas en libertad.

Lo dicho hasta ahora no pretende minimizar el riesgo que supone el retorno de cientos de curtidos militantes del ISIS bregados en la guerra. Pero lo que aterra, y convierte en prácticamente inevitables este tipo de ataques, es la voluntad de martirio de sus autores.

Una determinación suicida que se manifiesta ya a prácticamente atentado por día en Europa. Toca pues prepararse, sin confundir la sangre fría con la resignación. Porque como esta dosis casi diaria de horror se complete con ataques islamófobos como el del domingo en Londres, y en el que el autor pedía asimismo que lo lincharan (suicidio indirecto), no habrá dios que nos coja confesados.