gara, donostia
EDITORIALA

Estrategia político-legal, ánimo humanitario y cambio político

El Colectivo de Presos y Presas Políticas Vascas ha concluido su debate y el resultado resulta contundente y políticamente significativo. El primer elemento de análisis ante los datos es precisamente ese: la total transparencia con la que EPPK ha transmitido los resultados del debate y la participación. La confianza en el cambio político se demuestra cambiando las formas de hacer las cosas, que respondían a una lógica y a una estrategia antes y deben adaptarse a otras ahora. La participación también es reseñable, tanto en el número de presos y presas que han tomado parte como en las aportaciones hechas.

Según explican quienes conocen bien el Colectivo y su trayectoria, nunca en la historia del EPPK una reflexión ha sido tan compartida y democrática. Las candidaturas también expresan esa voluntad y ofrecen una radiografía del Colectivo, ejemplo de las altas capacidades y compromisos que vertebran esa organización.

Las decisiones de ahora vienen a refrendar y desarrollar las tomadas en 2013. Son coherentes con el cambio de estrategia y es hora de implementarlas. La izquierda abertzale siempre ha sido hábil detectando puntos de inflexión y tomando grandes decisiones. Asumir las consecuencias de esas decisiones le suele suponer luego un periodo más largo. En este escenario era obligado por la necesidad de unidad, un valor decisivo de cara al futuro que no cabe menospreciar desde el ventajismo.

Sin lugar a dudas este debate abre definitivamente otra fase para los presos políticos vascos. Estas decisiones alteran las condiciones objetivas y subjetivas de su lucha por la libertad, cambian el desequilibrio de poder en una situación que, irremediablemente, implica una descompensación bestial entre las partes. La jurisdicción excepcional con la que han sido sentenciados, el espíritu de venganza con el que se aplican sus penas y la omnipotente arbitrariedad que caracteriza a la cárcel hacen de esta una pelea muy desigual. Pero esta hoja de ruta ofrece oportunidades para hacer efectiva la estrategia política. No cabe duda de que los estados español y francés también adaptarán sus estrategias y hay poca esperanza de que lo hagan con una impronta constructiva. No obstante, el coste de su estrategia injusta y vengativa empieza a crecer a ojos de la sociedad. Claro que hay a quien no le importa, pero esa visión refleja valores pobres y una posición infantil y perdedora.

Con cada excarcelación seremos testigos de una experiencia de superación y resistencia en condiciones inhumanas, que solo se pueden explicar por su motivación política –el trato excepcional y general que reciben los presos vascos es consecuencia directa de esa naturaleza–. Una vivencia, individual y comunitaria, que engarza con la de miles de personas que en todo el mundo han padecido la cárcel por militar en movimientos armados y revolucionarios, por sus acciones y sus ideas. Desde los republicanos irlandeses hasta los líderes tupamaros, pasando por los militantes del Congreso Nacional Africano. Esa genealogía revolucionaria escuece a los bienpensantes y sorprende a los incautos, pero es imposible entender la historia contemporánea sin tenerla en consideración. También sin tener en consideración los cambios en la estrategia de esos movimientos.

Cambio ético, cambio político

El debate llega acompañado de un cambio evidente en el debate político. No solo porque anula definitivamente ciertas excusas. El acuerdo del Parlamento de Gasteiz o detalles de alguna otra medida así lo atestiguan. La pendiente de la crueldad respecto a los presos vascos es cada vez más insostenible. Quienes se situan en la cúspide de esa pendiente moral, quienes sostienen posturas despiadadas, ajenas a todo tipo de convención legal y contrarias a los derechos humanos, se agarran a postulados del pasado que ya eran discutibles entonces y que resultan inaceptables ahora. El resto, poco a poco, se va deslizando por esa pendiente hasta posiciones humanitarias, sensatas y más constructivas, políticamente inteligentes. Los argumentos de venganza, incluso los de «derechos humanos sí, pero…», incoherentes con la naturaleza de esos derechos y con los principios legales básicos, son cada vez más un chirrido extemporáneo.

La nueva fase histórica vasca debe guiarse por el principio rector de «todos los derechos para todas las personas». En este sentido, la aportación de los presos sirve para abrir paso a ese escenario de justicia, democracia y libertad. Esas aportaciones individuales y colectivas son los pilares de un Estado vasco decente.