Jon Odriozola
Periodista
JO PUNTUA

Democracia de tres centavos

Tanta facundia y palique martilleando la sesera de los españolitos con el mantra del rey (emérito) Juan Carlos I como «motor de la democracia» para que, a los 40 años de las primeras elecciones «democráticas» en que se autohomenajea la «casta» política (incluida la «neocasta» podemita) en las Cortes españolas, nos encontramos con el enfado morrocotudo del Borbón –te entendemos Juanito– por no ser invitado a la efeméride. No debería sorprenderse pues así cómo él «pasó» de su padre, don Juan, cuando Franco lo digitó con su dedo como Rey, saltándose la línea dinástica, su hijo, Felipe VI, hace lo mismo que él hizo, o sea, borbonear.

Ocurre que, hablando más en serio, ahora fingen rasgarse las vestiduras los hipócritas que aducen que ha sido un error «histórico» no invitar al «starring» de la película titulada «La Transición». Se oculta la operación de lavado de cerebro consistente en mentalizar al personal de una posible entronización del príncipe Felipe ya libre del baldón franquista que pesaba sobre su padre. Botswana facilitó las cosas, fue el detonante: ahora sí tenemos un rey «como Dios manda». Y tira millas. También hay dos papas, y en Aviñon hubo tres.

Lo más patafísico –a lo Alfred Jarry y su «Ubú Rey»– de esta farsa ha sido, para un servidor, ver la resurrección de un eslogan por parte de toda la cobista purria massmediática para hacer valer las bondades de esta «democracia». Hablamos de la «reconciliación nacional» como consigna que hiciera suyo el Congreso del PCE en 1956 con el renegado Carrillo de mascarón de proa. Hasta Ana Pastor, esa monja, echó mano de sintagma tan oprobioso en sus mocedades, pero todo sirve en esta «democracia» pantagruélica y gargantuesca, esperpéntica y surrealista, y lo mismo se quita un rey y se pone otro que si flaquea por desgaste el «bipartidismo» se «fabrican» dos nuevos en un plató de televisión. Hay que seguir dando pedales. Ya lo dijo Lampedusa.

Decimos estas cosas, semienterradas, para que el olvido no haga que se repita –ni se reproduzca– la historia, con mayúscula y sin ella.