Raimundo Fitero
DE REOJO

Tumbona

Es una declaración de principios a la inversa. Ver correr a primera hora de la madrugada a los clientes de un hotel en las Islas Canarias para ir cogiendo tumbonas en primera línea de piscina es casi más patético que ver a ciudadanas y ciudadanos casi pernoctando en algunas playas del Mediterráneo para guardar los metros cuadrados necesarios para plantar la toalla y el parasol. Aunque el súmmum de repudio estético, higiénico y proletario se provoca al ver esas mismas playas tan repletas de ciudadanos de clases medias bajas convertidos en turistas de apartamento, tortilla de patatas y tinto de verano en un campo de concentración rodeados de mar caldoso, arena insufrible y chiringuitos de dudosa legalidad y salubridad. Quizás lograr una tumbona sea una metáfora que se pueda entender como lograr un cargo, un puesto en las listas electorales, una sinecura bancaria o un lugar en la televisión aunque sea para defender a un supuesto delincuente. Javier Clemente, que debe estar sin equipo que entrenar, sale para declarar su amor y su rotundidad a favor de Ángel María Villar. Razones tiene: jugaron juntos en el Athletic Club de Bilbao, fue seleccionador de La Roja con él de presidente de la Federación unos cuantos años y eso, claro, deja cosas en común. O sea, se sobreentiende todo, pero que cuando le preguntan por esas múltiples propiedades inmobiliarias, se pone tontito. O creyendo que los demás lo somos. Su argumento: es una gran ahorrador y ha estado muchos años cobrando buenos sueldos.

Por si alguien no lo sabía un jugador de fútbol cambia de equipo, se muda de Barcelona a París y su cláusula de rescisión es de doscientos veintidós millones de euros. Repito, de euros. Un fondo de inversiones qatarí los va a pagar.  Me voy a buscar mi tumbona porque aquí hay espectáculo televisivo.