Mikel CHAMIZO
QUINCENA MUSICAL

Ópera e interpretación pertinentes

Me comentaba mi acompañante al final de la función que era la primera vez que asistía a una ópera en la que una mujer fuese la heroína de forma tan contundente. El caso de “Fidelio”, claro está, no es el único que escoge a una mujer fuerte como protagonista de una ópera, pero en comparación con la gran mayoría de títulos del repertorio, que presentan a las mujeres como pusilánimes, histéricas o completamente plegadas a la voluntad de los personajes masculinos, “Fidelio” puede parecer casi una ópera feminista. Beethoven, que no daba puntada sin hilo, hizo de “Fidelio” también una denuncia de la opresión política –fue estrenada en plena expansión del ejército napoleónico– y plasmó en ella, con una intensidad por momentos estremecedora, los ideales de hermandad y justicia en los que creía tan firmemente. Durante el siglo XIX “Fidelio” no fue bien comprendida y no llegó a asentarse en el repertorio, pero en el XX su mensaje de libertad fue calando cada vez más. Wilhelm Fürtwangler, uno de los directores más geniales del pasado siglo, escribió sobre “Fidelio” que «es una misa, no una ópera. Sus emociones rozan el límite de la religión», poco después de finalizar la Segunda Guerra Mundial. Y es que, a diferencia de muchas otras óperas, cuyo mensaje está ya obsoleto, “Fidelio” sigue siendo un título pertinente en nuestros días y, quizá por eso, su programación en la Quincena levantó tanta expectación.

La del viernes fue una noche afortunada en lo vocal, con todo el elenco involucrado y rindiendo con calidad. Ricarda Merbeth tiene la voz perfecta para Leonora, grande, con un sólido legato que barniza con un toque épico su línea de canto y que, salvo alguna ligera desafinación o descontrol en las agilidades, empleó con la nobleza y seguridad que le otorgan el haber cantado este rol en los teatros más importantes del mundo. Su partenaire, Stuart Skelton, uno de los escasos heldentenor reales que hay en la actualidad, solo necesitaba abrir la boca para dejarnos impactados con el squillo de su timbre y su fiato fuera de lo común. En lo expresivo se mostró un tanto envarado, pero al fin y al cabo su personaje, Florestán, un preso político torturado y moribundo, tampoco tiene muchas razones para ser el alma de la fiesta. Junto a estos dos cantantes de primer nivel, la constelación binaria en torno a la que gira la ópera, el resto de voces fueron más terrenales, como terrenales son también los personajes que encarnaron. Louise Alder fue una Marzellina carismática, con delicioso fraseo y dominio estilístico. El Pizarro de Detlef Roth fue un ejemplo de cantante entregado al teatro hasta en una versión sin escena, como fue el caso. Y el Rocco de James Creswell, que sustituyó al anunciado Brindley Sherratt, estuvo bien cantado aunque resultó algo confuso al comunicar las lealtades políticas del personaje. En cualquier caso, fue un elenco de mucha categoría para una ciudad pequeña, al fin y al cabo, como Donostia. El Orfeón Donostiarra se mostró algo dubitativo en ciertos pasajes del primer acto, en el que solo cantan los hombres, pero con la entrada de las mujeres en el segundo recuperó su poderío habitual. Juanjo Mena y su Filarmónica de la BBC asentaron una base