Raimundo Fitero
DE REOJO

Ecos

Las fiestas son ruido, olores, cánticos y percepciones diferentes del tiempo. Las tradiciones se reproducen para instalarnos en una costura histórica que se puede romper solo por calor o percusión persistente de la juventud sin memoria ni prejuicios. Siguen los ecos de los disparos en un viñedo donde acabó este episodio de odio y jauría. Un día brindaremos con un cava que tendrá un color rosado pálido que vendrá de alguna vid salpicada. Un cercano oeste, a la caza del hombre. Nadie llora por los proscritos. Nos parece normal abatir a seis supuestos en tres días. Y los premiaremos. Tienen órdenes de disparar a matar.

Trump menciona la palabra Barcelona y su peluquín baila una sardana sorda. Pero acude a nuestra pena general un miserable con sotana, alguien muy conocido porque fue una figura televisiva, el padre Santiago Martín que impartió doctrina desde el electrodoméstico esencial, en TVE, en programas como “Santa Misa” o “Testimonio”. Insulta desde un púlpito, transmite odio, podredumbre moral, violencia política. Lo hace de manera impúdica. Nadie le reprende. Forma parte del pensamiento de esa parte de la jerarquía católica española que son ultras, franquistas, talibanes anticomunistas. Exactamente igual que los yihadistas. Ellos ya mataron a infieles en las cruzadas. Ahora predican maldad.

Los que llevamos años mirando de reojo a todas las pantallas, hemos denunciado durante décadas esta presencia de misas y curas ultramontanos, incendiarios, trabucaires en las cadenas públicas, es decir pagados por dinero público. No era casual la presencia de los más extremistas, es una política muy bien pensada. Lo mismo que apoyar radios y canales de extrema derecha con el dinero de la Iglesia. Son parte fundamental del problema. Y sus ecos son siempre maliciosos y anuncian dolor, sufrimiento, o muerte.