Ramón Sola
Periodista
JO PUNTUA

Cintura política en tiempos de arenas movedizas

Es curioso que el término «cintura política», tan manido antes, haya caído en desuso justo cuando la realidad la hace cada vez más necesaria, cuando se producen más vaivenes bruscos y hay menos tiempo para afrontarlos, cuando todo cambia en un minuto y puede volver a su ser al rato. Entre la doble nebulosa de la conmoción y la aflicción por los atentados, la primera impresión fue que el referéndum catalán se iba a pique, pero solo un día o dos después la perspectiva se volteó: la hipótesis de un Estado catalán se fortalecía. Nada refleja más claro estas arenas movedizas que los Mossos, que para muchos han pasado de villanos a héroes en tiempo récord... y para otros de respetables a villanos igual de rápido.

Con tal volatilidad, afrontar situaciones novísimas tirando de manual es peligroso. Le ha pasado al ministro del Interior español: ¿Quién no vio en ese absurdo «se ha desarticulado la célula yihadista» la misma propaganda vacía y ridícula que Madrid usó siempre contra ETA, sin reparar en que hoy sería desmentido sin complejos, en minutos y de modo masivo?

Pero dogmas, principios y tabúes son una trampa más letal aún para la izquierda, muy dada a ellos y siempre más recelosa de mostrar contradicciones. Siguiendo con el ejemplo catalán, le ha pasado a la CUP con su reticencia inicial a participar en la marcha de mañana por no compartir calle con enemigos políticos; y en el fondo, ¿hubiera habido algo más contradictorio que quedarse al margen y ceder su espacio junto al pueblo al Borbón o Rajoy? Y a EH Bildu también le acechan sus propios demonios pasados: nadie duda de que el Pacto Antiyihadista nació podrido y que en él se sienta gente políticamente muy indeseable, pero si realmente es un foro que distribuye información, chirría que no se siente ahí –sin firmar nada– una fuerza que aspira a gobernar el país, y que de hecho manda en una ciudad en cuyas mundiales fiestas sí se pusieron bolardos.