Fede DE LOS RÍOS
JO PUNTUA

Los españoles a por ellos

Eran despedidos por sus mandos marcial y virilmente, que es lo mismo, estrechando uno a uno sus manos. Ellos, conscientes de la importancia de su misión, arropados con la rojigualda, mostraban su determinación, hieráticos, con la gravedad en el rostro.

Marchaban a la pacificación de las colonias del nordeste y no era la primera vez; ochenta años atrás se necesitó de un golpe de Estado pacífico para acabar con un violento resultado en las urnas. Por eso las urnas resultan tan peligrosas.

Los familiares y amigos los despedían con el conocido himno español de “¡A por ellos, oé!”(bis, bis, bis), que posee la virtud de ser fácil de recordar para mentes más dotadas para la cosa pragmática de dar hostias que para la cosa teorética del pensar. La historia del gran país España está jalonada de ejemplos.

Y allí marchaban, impasible el ademán, tarareando la melodía de “Yo soy español, español, español” (bis todo el rato). Diáfana letra: sujeto, verbo y predicado y otra vez lo mismo, sin complicadas oraciones subordinadas que confundan el entendimiento y lo lleven a error. Es lo que tienen las gentes sencillas que integran los cuerpos de seguridad del Estado español: una extraordinaria profesionalidad en el manejo de las armas además de una preparación intelectual bárbara. En el amplio sentido de la palabra.

Ya están en la tierra del pa amb tomàquet. Piolín y Silvestre protege sus noches acunados por el Mediterráneo mientras sus días los dirige un coronel de la Guardia Civil que tuvo algún lío de torturas en las colonias del Norte pero que, a Dios gracias, se solucionó; un profesional de la democracia, como su hermano Francisco, magistrado del Tribunal Constitucional que ilegalizó el Estatut. Hijos de un falangista y candidato de Fuerza Nueva, también demócrata.

Aun con las facilidades anteriores, todavía hay quien dice que el referéndum no cuenta con suficientes garantías. Definitivamente hay mucho bobo o mucho canalla.