Jon Odriozola
Periodista
JO PUNTUA

Hostia de Estado

Confieso que no creí que el procés llegara tan lejos. Sí, por el contrario, la reacción salvaje del Régimen del 18 de julio (¿soy yo el anacrónico o lo es el fascismo rampante con otros ropajes?) con ese artículo 155 como espada de Damocles o «ruido de sables», que se decía en la «Transición» para chantajear al pueblo. ¿Apocalíptico? Se dice que el procés está acabado obviando la intercesión del verdadero golpe de Estado («hostia de Estado», dice un amigo más burro que yo todavía): te llaman «golpista» por tratar de sacar unas urnas y te contestan como los falangistas: rompiéndolas. Mugiendo, crotorando, una Constitución cuya «parte dogmática» se reduce, al menos, a tres artículos: el segundo, el octavo y el 155. Y punto. Rajoy se ufana de aplicar este último –no fue «timorato»– y amenaza, jaleado por los socialfascistas y los melifluos de espíritu, con volver a aplicarlo si los «indepes» se ponen tontos. Se jactan de lo que deberían avergonzarse, si acaso fueran demócratas. Un artículo «que siempre estará ahí», dice el cavernario Carlos Herrera. Va en su naturaleza, como el escorpión de la fábula.

Y se ríen, ahora que puede la hiena, les vejan, les humillan, les detienen, les maltratan –¡qué diríamos en Euskal Herria!– usando la fuerza bruta y la razón de la fuerza apelando, los más lerdos lamebotas, al «monopolio de la violencia» del Estado, tipo Calleja o Arregi.

Kant distinguía entre lo bello, lo sublime y... lo asqueroso (sic). En su “Crítica del juicio” (estético) no concebía lo feo ni lo deforme, pero sí el asco (resic), que oponía a lo bello en el arte y la naturaleza. No en las personas, que yo sí hago y extiendo: asco de estos infrahombres y homúnculos como rechazo hacia aquello que puede dañar o infectar. Como el estómago expulsa y vomita lo pútrido ingerido. Como una medida profiláctica, como una defensa del organismo (social) ante el asco.