Raimundo Fitero
DE REOJO

Glifosato

Cada vez que sucede algo importante sobre algún producto químico usado de manera extendida en muchos lugares de la Tierra, aparece por debajo, delante o detrás Monsanto. Debe ser una mutación del diablo en todas las religiones. Es el auténtico Poder, que interviene de manera directa, indirecta o perifrástica en nuestras actividades cotidianas. Es parte de nuestra vida y de nuestras enfermedades.

De nuevo es el glifosato, un producto químico de los años cincuenta del pasado siglo, que Monsanto descubrió que era un eficaz herbicida y lo aplicó a decenas de productos y fabricó millones de toneladas con este agente contra las malas hierbas que se usan en la agricultura extensiva, en los jardines y parques públicos y en los chalets adosados con parcela. O sea, está a nuestro alcance, y al de nuestros pulmones, páncreas y sistema linfático.

Un informe de la OMS dijo que era un probable cancerígeno. Pero otros informes de otras organizaciones aseguran que no está probado, los agricultores más economicistas lo defienden de manera pasional y los ecologistas lo denuncian como causante de muchas enfermedades. La UE le ha dado cinco años más de vida, antes de tomar una decisión definitiva. Algunas ciudades y gobiernos no lo usan desde hace un tiempo prudencial, por si acaso, pero seguimos con la tensión. Escucho a un agricultor decir que ya ha vencido el plazo de la patente de Monsanto y que cualquiera lo puede fabricar. Y eso parece que le dé un certificado áulico de no ser tóxico.

No creo en las casualidades, ni que en los jardines particulares de los fiscales superiores se use de manera excesiva el glifosato, pero por si hay una epidemia, ha muerto José María Romero de Tejada, el correspondiente de Catalunya, a la cabeza de las acciones contra el 1-O.