Beñat ZALDUA
BRUSELAS
PULSO CATALUNYA-ESPAÑA: HACIA EL 21D

Menos sonrisas, más convicción, misma capacidad movilizadora

Más de 45.000 personas, según cifras de la Policía belga, desbordaron ayer el barrio europeo de Bruselas para reclamar la libertad de los presos políticos y la implicación de la UE en el contencioso catalán, algo que saben que no ocurrirá a corto plazo. El independentismo mágico empieza a transformarse, pero el nivel de movilización se mantiene.

–¿Se esperaban otra cosa de Europa en los últimos meses?

–Sí, aunque fuese un guiño.

–¿Piensan que las instituciones cambiarán su posición con esta manifestación?

–No, para nada.

–¿Y por qué han venido?

–Pues porque había que estar, como tantas otras veces. Mira, se nos ha acabado la «revuelta de las sonrisas», pero la movilización sigue, nosotros no nos vamos a casa.

Es la conversación entre periodista y una pareja de manifestantes en el Parc du Cinquentenaire a las 10.00 de ayer, en medio de un tiempo de perros en pleno barrio europeo de Bruselas. Juanjo y Núria, de Viladecans, han llegado la víspera en avión y hablan con franqueza, en un tono grave que, al menos hasta ahora, costaba encontrar en las movilizaciones soberanistas. El independentista que se trasladó ayer a la capital belga no es el independentista de las Diadas de los últimos cinco años. Es decir, evidentemente es la misma persona, pero ha cambiado. Está cambiando.

Cierto pensamiento mágico extendido con generosidad en el bloque soberanista ha caducado ante la naturaleza del Estado español emergida a raíz del 1-O y todos sus añadidos. Pocos siguen creyendo que, visto lo visto, una partida de estas características se pueda ganar solo por tener razón, ni que Europa se alineará a favor de las urnas en vez de las porras.

Josep Antoni y Rosa son otros dos ejemplos. Se han trasladado a Bruselas en coche, se confiesan emocionados por la cantidad de gente con la que han compartido carretera, pero no se esperan ya gran cosa de Europa: «Esto lo tenemos que hacer por nuestra cuenta, de aquí no podemos esperarnos gran cosa». Eso sí, aprovechan el viaje para juntarse en la capital belga con el hermano de él, que vive en Amberes y al que hace tiempo que no ven.

Ayer afloró en Bruselas un independentismo más escarmentado, que sabe que todo será más complicado de lo que pudo parecer en algún momento. El independentismo catalán está en proceso de endurecimiento.

Pero una cosa es el fin de la «revolución de las sonrisas» y otra el fin de la movilización independentista. No parece que vaya a ocurrir, visto el desembarco amarillo que ayer desbordó las calles de Bruselas para reclamar la implicación de las instituciones europeas y la libertad de los presos políticos. Fueron 45.000, según la policía belga.

Cuesta entender la necesidad de citarla como la mayor marcha de la historia de Bruselas –al eurodiputado flamenco Mark Demesmaeker, presente, algo le chirrió–, pero la ANC y Òmnium cumplieron con matrícula el objetivo de traer sus demandas al corazón de la UE. Eso sí, aunque las imágenes hablan por sí solas, conviene no exagerar su efecto al norte de los Pirineos.

La gente por delante

La manifestación, como tal, fue un caos. No hace falta decir lo contrario. Poco antes de empezar, en vista de que la afluencia de manifestantes era superior a la esperada por la Policía belga, las autoridades decidieron cambiar el inicio del recorrido, lo que descalabró todas las indicaciones previas de la ANC y Òmnium.

Como resultado, la cabecera en la que se amontonaban –literalmente, pues el espacio era estrecho– los líderes independentistas circuló en medio de la manifestación, rodeada de gente por delante y por detrás.

De hecho, para cuando la pancarta de inicio llegó a la plaza Jean Rey, donde estaba preparado el escenario, el espacio ya se encontraba repleto de manifestantes que se habían adelantado. El lema inscrito «Europe wake up! Democracy for Catalonia» apenas se vio durante la manifestación, aunque el de «Escolta, Europa» quedó suficientemente claro al paso de la movilización por delante del edificio de la Comisión Europea, blindado por la Policía belga. Un cuerpo de seguridad que, por otra parte, no chocó en ningún momento con las decenas de manifestantes que se quisieron llevar una foto con ellos de recuerdo.

Puigdemont, presidente

El ídolo del momento, en cualquier caso, sigue siendo Carles Puigdemont, aclamado como president legítimo de la Generalitat. Todos querían una foto con él y el grito que más se escuchó fue el de «Puigdemont es el nostre president». Aunque no fuera la intención de la ANC y de Òmnium a la hora de convocar la manifestación, lo de ayer no tiene precio como acto de campaña para Junts per Catalunya. Sin duda alguna capitalizó la movilización, por mucho que compartieran pancarta con la candidata republicana, Marta Rovira, que intentó compensarlo leyendo una carta de Oriol Junqueras desde la prisión. Hacer campaña desde el exilio es difícil, pero desde la cárcel es sencillamente imposible.

Rovira sacó a relucir a Junqueras en el acto político con el que concluyó la manifestación. Fue un mitin cualquier cosa menos ligero, en el que tomaron la palabra hasta catorce personas, actuaron dos o tres grupos de música y se visionaron al menos dos vídeos. Un micrófono ante 45.000 personas a pocos pasos de la Comisión Europea es demasiado goloso.

Hablaron diputados y eurodiputados flamencos, estonios, eslovenos y galeses, habló un abogado, hablaron los consellers, hablaron los representantes de los tres partidos independentistas y hablaron dos personas que no querrían haberlo hecho: Agustí Alcoberro y Marcel Mauri, vicepresidentes de la ANC y Òmnium Cultural, responsables de esta movilización que tomó verdaderamente fuerza el día en que Jordi Sànchez y Jordi Cuixart entraron en prisión. Ocurrió hace 52 días.

El mensaje de los partidos: Votad lo que queráis pero votad; si no vamos, ellos ganan

No es una campaña fácil para el independentismo, dado que a las trabas del Estado en forma de encarcelamientos, exilios y censuras se les suma la pugna entre partidos soberanistas. Como botón de muestra, hoy la ANC, los Comités de Defensa de la República y la CUP presentan la campaña unitaria para realizar el recuento del 21D. En ella no han querido participar ni ERC y Junts per Catalunya, que prefieren contar con sus propios apoderados.

Dicho esto, por tanto corresponde otorgar su importancia al acto político que ayer reunió en un mismo escenario a Junts per Catalunya, ERC y CUP. Será, probablemente, la única vez que ocurra en toda la campaña, pese a que todos coinciden en que lo más importante, más allá de la opción concreta, es que el independentismo vaya a votar. «Si no ganamos, Ciudadanos gana», resumió la número dos de ERC, Marta Rovira. La que en la práctica es la presidenciable de Esquerra tras el 21D añadió que «cada voto será clamor por la libertad y por la victoria».

Puigdemont, por su parte, centró su discurso en las instituciones europeas, a las que conminó a mirarse en el espejo catalán para construir «una Europa de ciudadanos libres». «Una Europa que no tenga miedo a decirle a uno de sus miembros, cuando vulnera derechos básicos: ‘Así no’. Eso es precisamente lo que haremos el 21D, decir ‘Así no’». Se dirigió en francés al presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker: «¿Había visto alguna vez una manifestación como esta para dar apoyo a criminales?».

Por su parte, el concejal de la CUP en Vic Joan Coma exigió la libertad de los presos y denunció que «la agresividad del Estado español no sería posible sin la complicidad de la Unión Europea».