Arturo Puente
Periodista
JO PUNTUA

El milímetro del autoritarismo

El fiscal superior de Catalunya dictó el día 8 de septiembre la instrucción en la que ordenaba a todos los cuerpos policiales que actúan en la comunidad a impedir el referéndum del 1 de octubre, de acuerdo con la suspensión de la votación que había hecho el Constitucional.

Entre las indicaciones que daba, el fiscal ordenaba incautar «los efectos o instrumentos destinados a preparar o celebrar el referéndum ilegal». Y enumeraba: «Urnas, sobres electorales, manuales de instrucciones, impresos electorales, propaganda electoral y material de difusión».

Es evidente que el fiscal se refería a la propaganda y elementos de difusión gubernamentales, por cuanto se trata de lo necesario para celebrar un referéndum, pero no a propaganda política de particulares. La difusión de octavillas, impresos o folletos con ideario político está protegida por la libertad de expresión y se supone más que garantizada en una democracia, como las fiscalías saben.

Pero la policía, sobre todo las locales, tomaron las instrucciones de la fiscalía al pie de la letra y las interpretaron de la forma más autoritaria posible. Durante toda la campaña del referéndum, en cientos de poblaciones los agentes requisaron propaganda particular, de la CUP en muchos casos, pero también de las entidades y de cualquier partido independentista.

Aquellas diligencias acabaron, en muchos casos, archivadas. Pero los policías debieron tomarle el gusto porque ahora, en la campaña electoral hacia el 21D, han vuelto a producirse denuncias en este sentido. Ahora no hay instrucción de la fiscalía que los ampare, así que aducen ordenanzas municipales de civismo.

Se olvida con demasiada frecuencia que la lucha por la libertad y la democracia, tras las grandes palabras, es en realidad una lucha por márgenes mínimos. El día que se permitió a la Guardia Urbana requisar propaganda privada con la excusa del referéndum perdimos una porción de libertad que se arrastra y se hace mayor en la siguiente campaña. Y cada vez cuesta más recuperarlo. El autoritarismo se cuela siempre por interpretaciones de la libertad que ceden un milímetro.