LA UNIVERSIDAD SIGUE HACIENDO REPÚBLICA E INCORPORANDO GENTES
UNIVERSITATS PER LA REPUBLICA FUE UN COLECTIVO CLAVE PARA EL ÉXITO DEL 1 DE OCTUBRE. HOY SIGUE AGLUTINANDO FUERZAS; PESE A LAS RETICENCIAS DE LA UB, FINALMENTE REUNIÓ AYER EN UNA MESA A CANDIDATOS DE LAS TRES CANDIDATURAS INDEPENDENTISTAS, Y CON CARAS NUEVAS QUE EVIDENCIAN COMPROMISOS CRECIENTES.
Han cambiado muchas cosas desde aquel final de setiembre en que Universitats per la Republica tomó el edificio histórico de la UB (Universitat de Barcelona), en plena Gran Vía. Ayer ya no eran miles como entonces –a la juventud siempre le motivará más una ocupación que una mesa redonda–, pero el compromiso de «hacer república» sigue muy vivo, renovado y adaptado a un tiempo nuevo.
De hecho, de las cuatro caras sentadas en la mesa tres estaban entonces en otras tareas. Txell Bonet vivía con el presidente de Òmnium Cultural y el bebé de ambos, pero hoy Jordi Cuixart está preso y su compañera es inevitablemente icono antirrepresivo. Eduard Pujol dirigía la potente emisora Rac1; hoy es candidato de Junts per Catalunya. Rubén Wagensberg era profesor y activista social; ahora está además en las listas de ERC. Solo Maria Sirvent integraba ya un partido, la CUP, en el que ahora es número dos por Barcelona.
Con esas voces se configuró una polifonía independentista, un auténtico acto conjunto. Y el colectivo organizador lo dejó claro en la pantalla: «Votes a quien votes, vota república».
El amanecer de Eduard Pujol
Quizás porque ninguno de los tres es político profesional al uso, primaron las sintonías, no la pelea por el voto. Pero lo más interesante supuso comprobar que la imagen de un independentismo que ha tocado techo quizás deba revisarse. El modo en que Pujol contó su toma de compromiso resultó vibrante, como corresponde a un periodista de radio. Ocurrió en la madrugada y la mañana del 1-0, en un despacho con vistas sobre esa misma Diagonal.
Aquella noche previa al referéndum intuyó que «gente que de normal no lo es había decidido ser valiente. Yo pensaba que si a las 9.00 alguien en Catalunya votaba, solo una persona, ya se habría ganado y el referéndum se haría con normalidad. Las 9.00 eran Itaca. Pero no, me equivoqué, nada fue normal. Sufrí más vergüenza ajena que nunca al ver cómo, mientras pegaban a toda aquella gente, un gobernador llamado Enric Millo salía tranquilamente a decir que aquello no estaba pasando, que el 1-0 no existía. ¿Y por qué explico ahora esto? Pues porque soy hijo del 1-0», concluyó.
Tampoco Wagensberg, nieto de una polaca llegada a Catalunya en plena II República, tenía en su hoja de ruta personal entrar en política. Dio el paso tras viajar a Bruselas y conversar durante largo tiempo con los allí exiliados. La «sensación de injusticia» le ha llevado a ERC.
A Sirvent le ha sorprendido menos el escenario; en Terrassa ya trabajaba hace tiempo en una asociación antirrepresiva y sabía qué eran los presos políticos. Habría deseado seguir en el ámbito municipalista, pero ha tenido igualmente que dar el paso de aspirar a ese Parlament hoy cercenado por el 155. Apunta a él advirtiendo de que tras el 21D tocará »promover una institucionalidad alternativa que tenga en el centro el poder popular; no solo a nivel de Generalitat o municipios, sino con redes y espacios de unidad popular, con todos y todas».
«Si vamos a votar, ganaremos, ganaremos bien», predijo Pujol, hablando por todos. Pero, ¿puede pesar el factor emocional, puede haber desmovilización? Nadie mejor para alertar de ella que Txell Bonet. La compañera de Cuixart lo tiene muy claro: «Esto no es un problema personal ni algo doméstico, sino una pieza más de la represión que sufrimos como pueblo. Y hay una guerra sicológica de fondo. Hay quien dice que ‘la gente está tirada’, pero me gustaría también que se remarcara el orgullo por lo que hicimos el 1-0 o por la marcha del 11-N por los presos políticos».