Solo 16 presos cerca frente a los 44 que había en 2011
Poniendo la lupa sobre la evolución de la política de alejamiento en estos últimos años, una de las decisiones más llamativas del Gobierno español es el vaciamiento de las cárceles del entorno vasco, las que podrían ser equiparables a las Mont de Marsan y Lannemezan francesas. Si en 2011 entre la cántabra de El Dueso, la riojana de Logroño, la de Burgos, la de Soria y la zaragozana de Zuera agrupaban a 44 miembros de EPPK, hoy en esos mismos penales hay solo 16. El total de presos es la mitad, pero su proporción en este espacio geográfico próximo ha caído casi a un tercio.
Antes de desglosarlo, hay que remarcar que las cinco cárceles vascas del sur actualmente ya tienen capacidad suficiente para acoger a todos los presos y presas hoy alejados. Lo reflejó la respuesta dada por el Ministerio del Interior español a una pregunta del senador de EH Bildu, Jon Iñarritu, en marzo pasado. Indicaba en ella que estas prisiones están a poco más del 50% de su capacidad, con casi 1.200 plazas libres si se suman Langraiz, Zaballa, Basauri, Martutene e Iruñea. «Si son trasladados, lo normal es que sea a Euskal Herria», concluyó por tanto Iñarritu, en un momento en que se hablaba de una propuesta del Gobierno de Lakua a Madrid para acercar a los presos vascos a un entorno de unos 250 kilómetros de máximo.
Dejando de lado el dato archiconocido de que hoy solo hay dos presos del Colectivo en Euskal Herria (Txus Martin y Aitzol Gogorza, ambos enfermos graves), lo que ha hecho Instituciones Penitenciarias en estos años es justo lo contrario: vaciar esas cárceles del entorno. Así, cuando ETA anunció el final de la lucha armada había 26 presos en Zuera y ahora son solo nueve; los siete de Logroño se han reducido a solo uno; los seis de Burgos, a dos; y los tres de Soria, a uno. La única excepción es El Dueso, en Santoña, donde al finalizar 2011 había dos vascos y hoy son tres.
León, Palencia, Asturias...
Fijando la mirada un poco más lejos, en distancias de entre 250 y 450 kilómetros, también se constata cómo se ha endurecido el alejamiento. En Mansilla (León), a unas tres horas en coche de Donostia o Bilbo, se ha bajado de catorce presos a dos; en Villabona (Asturias), de trece a dos; en Dueñas (Palencia), de ocho a dos; y en Valladolid, de diez a dos.
La otra cara de la moneda, lógicamente, está en las cárceles más alejadas. Pese a que el Colectivo se ha reducido a más de la mitad en este tiempo, en la prisión de Murcia el número de vascos ha aumentado, y mucho; de los once de entonces a los dieciocho actuales. En Villena (Alacant) son casi los mismos, de trece a doce. Y en Algeciras, la otra punta de la Península, solo se ha bajado de quince a once.