Raimundo Fitero
DE REOJO

Lo normal

Lo normal sería que no me diera un titular así ni para tres párrafos. Pero como estamos en una circunstancia donde lo  normal y lo anormal conviven con tozudez, voy a estirarlo. Porque lo normal o calificar a algo de normal en contraposición de lo que consideramos extraordinario o no normal, es una manera de expresarnos que reduce los límites dialécticos. Un consejero del gobierno de Cifuentes en Madrid, diferenció a los pobres de los normales. Para él, lógicamente, lo normal, es ser de clase media alta con vocación de rico. La pobreza es lo que le parece extraño. Le salió en un discurso parlamentario y no hace falta abundar en el asunto. Es una declaración clasista. Pero cuidado, nosotros mismos, sin ir más lejos, tenemos unos umbrales donde colocamos a los nuestros, los normales, y los otros, ellos. Por condición social, de género, de identidad y un extensa etcétera muy prolijo.

Pasa lo mismo que todos los descendientes del generalísimo Franco, encuentren normal vivir en pisos de trescientos metros cuadrados en el centro de Madrid, tener fincas de doscientas hectáreas diseminadas por la península, cazar, vestir a medida en sastres y modistas exclusivas, tener coches de lujo, servidumbre, y no tenerse que preocupar de nada más, ya que el yayo asesino, les dejó edificios enteros, la inmensa mayoría de los aparcamientos privados del centro de la capital del reino y detalles de esta entidad. La reciente muerte de la hija del dictador asesino, Carmencita, ha colocado los focos en su herencia y el reparto entre sus siete hijos. Y en La Sexta, nos ofrecieron un reportaje sobre el asunto que produce escalofríos. Lo que robaron durante los años de dictadura es escandaloso. Y que nadie les pida cuentas en democracia, es todavía más escandaloso. Aunque para algunos les parezca que es lo más normal del mundo.