Raimundo Fitero
DE REOJO

Llagas

A veces siento una suerte de llagas en un lugar indeterminado que llamo alma, por no decir conciencia o reservorio ético. La irrealidad impuesta por los medios de comunicación de masas (un político idiota dijo en estos días “masas medias”), nos colapsa. Elegir una de las briznas de esta tormenta de intereses espurios que nos inundan es tarea ímproba, y si además uno, desde su masculinidad vicaria, esa varonía cuestionada por tener tantas máculas de micro o macro machismo, quiere hablar de María Lapiedra, las llagas se abren.

Esta mujer lleidetana, independentista, musa erótica de una Catalunya posmodernista, ocupa horas televisivas porque pese a estar en apariencia  felizmente casada, ha confesado una infidelidad larga, de ocho años, con un periodista del corazón. Nacida con el apellido Pascual, se lo cambió tras conocer a su primer marido, un productor de películas para adultos. Llegó a ese lugar tras estudios y licenciaturas. Es decir, parece que se trata de una elección de vida.

Aquí debo hacer un paréntesis, en dos meses han aparecido muertas de manera sospechosa cinco actrices dedicadas al cine porno. Hay que investigar.

Aparece en una entrevista hablando de su vida, de sus diferentes etapas, y explica que se relacionó con personajes famosos de la política, el deporte o el espectáculo, para salir en los medios y adquirir fama. Habla de ellos con indisimulado desprecio. Incluso dice de uno que le daba asco. Montajes. O no montajes. Llagas en mi concepción de la libertad y del libertinaje. Un exuberante cuerpo, una inteligencia práctica destacada, posibles insuficiencias en su inteligencia emocional, le llevan a esa venta. No para sobrevivir sino para escalar con rapidez. Su relato es el de una concubina de estos tiempos digitales. Por eso me interesa. Aunque me produzca llagas.