Jon Odriozola
Periodista
JO PUNTUA

¡Abandonad toda esperanza!

Perdida la batalla política, el unionismo español embolisma vetustos embelecos que palíen la estiptiquez de su discurso que es un antidiscurso, esto es, la razón de la fuerza, el estado de excepción semiembozado en el chambergo del artículo 155 que viene a ser la metonimia de la Constitución monarco-fascista del Estado español heredero ológrafo («atado y bien atado») del general Franco de cuyo cadáver agusanado viven viejos y nuevos comensales trapisondistas comiéndoselo. Por no hablar del monarca ungido digitalmente por el espadón que declara la guerra a Catalunya en su discursito –por lo breve– televisado solo dos días después de reprimir brutalmente a la indefensa y pacífica población catalana. De esto acusan las antiguas FOP a los Mossos: de no repartir estopa al personal como ellos, verdaderos profesionales. En balonmano se pita «pasividad».

Ante esto, hablar de Estado de derecho es una broma de mal gusto que no se cree ni quién la propala ni los turiferarios a sueldo y al servicio de la voz de su amo. Pero no les queda otra que seguir vistiendo el muñeco. Y de ahí que, de un tiempo acá, bombardeen con el mantra de que lo que realmente importa a la ciudadanía son los problemas que le afectan cotidianamente como, verbigracia, la educación y/o la sanidad. Y no el coñazo de la independencia. Jamás les importó una higa esta «problemática» a la que ahora se agarran como lapas –aparentando, para más inri, «sensibilidad» esta piara de cínicos– para emaciar el busilis de la cuestión: el derecho a decidir. Se aferran a esa tablas como usan la Constitución a modo de valladar y tótem y camisa de fuerza con qué ahogar y aherrojar las aspiraciones de los pueblos. Estos prestidigitadores son capaces, en su enajenación que cree sus propias mentiras de tanto repetirlas, de prohibir la Revolución porque es «anticonstitucional». Y la ley es la ley.

Y lo dicen quienes acusan a los protagonistas del procés de aburrir, esto es, aburrir con la verdad del niño diciendo que el rey va en bolas. Quizá nos tomen por ovejas aburridas por oír las verdades del barquero catalán.