EDITORIALA
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Innovación tecnológica y debates pendientes

Hoy termina el Mobile World Congress que se ha celebrado a lo largo de esta semana en Barcelona. Un evento tecnológico en el que se exponen las últimas innovaciones relacionadas con la comunicación móvil. Las cifras de participantes o de periodistas acreditados dan cuenta de la importancia de la convención. No en vano, prácticamente todo el mundo lleva un dispositivo móvil encima, aunque muy pocas personas sean conscientes de su alcance real.

Estos congresos con sus inventos, innovaciones y conferenciantes estrella asombran al neófito. Si bien es cierto que los grandes avances tecnológicos hacen la vida más sencilla, también es verdad que poco se profundiza sobre lo que determinados cambios implican y cómo afectan a nuestras formas de vivir y relacionarnos. Valores como la solidaridad, por ejemplo, entran en contradicción con un entorno tecnológico que triunfa gracias precisamente a la personalización, a las experiencias únicas e individuales.

Más preguntas sugieren los modelos de negocio asociados a esos avances tecnológicos, donde los datos personales fluyen y se almacenan sin que la gente tenga un mínimo control sobre ellos. Modelos, en teoría colaborativos, donde las empresas intermediarias acumulan ingentes cantidades de información. Ya en 2011 un informe del Foro de Davos describía este tráfico de datos personales como una «nueva clase de activos». Y este año, Angela Merkel aprovechó su intervención en esa reunión para apuntar su preocupación porque unas pocas compañías norteamericanas están acumulando una cantidad descomunal de información de ciudadanos europeos.

Los relatos optimistas y utópicos que prevalecen en los discursos tecnológicos no dejan ver las opciones políticas y económicas que se esconden tras determinadas decisiones tecnológicas. Ese fetichismo de la innovación no puede servir para asumir las nuevas tecnologías sin reflexionar sobre los costes que acarrean, tanto económico como políticos, e incluso en la esfera de los valores.