Raimundo Fitero
DE REOJO

La bestia

Los encargados de poner nombre a los fenómenos meteorológicos acaban sucumbiendo a la presión ambiental y de tener nombres propios acaban con definiciones que marcan un estado de ánimo y, no sé yo, si no son fruto de residuos de la guerra fría, nunca mejor escrito. “La bestia del Este” llaman a lo que estamos sufriendo en estos días. Seguramente tiene sus explicaciones, se ha ido formando tras muchas versiones, traducciones, situaciones y comparaciones, pero si es una ola de frío siberiano o polar, significa que todavía los dioses son capaces de fastidiar predicciones, presagios y visiones cerradas de los funcionarios y los que miran a las estrellas con contrato y horario fijo.

Lo cierto es que cuando suceden estos fenómenos acordes con la estación del año que transitamos, los medios se convierten en un compendio de frases hechas, reportajes reiterados y profesionales televisivos mantenidos a la intemperie durante horas de una manera que debería estudiarse al amparo de todos los reglamentos y estatutos laborales. Sí, seguro, todos quieren ver su pueblo, su ciudad, su monte preferido o su playa soñada teñida con este manto, pero la excepcionalidad de este acontecimiento previsible es que provoca desatención, problemas de movilidad, desajustes en los servicios, problemas añadidos a la desidia estructural de todas las autoridades con responsabilidad en escala.

La bestia es una manifestación de la naturaleza explicable, sus repercusiones y efectos tienen más que ver con el mal uso que los humanos hacemos de los recursos naturales. Si sumamos las horas de televisión que han proporcionado, los kilómetros de imágenes, las tertulias inanes y los pronósticos a nevada pasada, veríamos que ha llegado para que solamente hablemos de ella y de Quini, exfutbolista asturiano fallecido de infarto.