Irati Jimenez
Escritora
JO PUNTUA

Barbie

Netflix lleva semanas promocionando un documental llamado “The toys that made us” que recorre la historia de juguetes históricos, como las figuras de acción de Star Wars, He-Man o G.I. Joe. Todos los capítulos son interesantes, pero ninguno tanto como el que estudia a la Barbie, la muñeca más contestada y discutida del mundo desde hace casi 60 años.

La razón no es difícil de adivinar: Barbie fue la primera muñeca que ofrecía a las niñas no un bebé con el que jugar a ser madres sino una mujer adulta con la que jugar a ser ellas mismas. Que esa mujer adulta fuera fabulosamente femenina ha condenado a esta muñeca legendaria a estar siempre bajo vigilancia. Dicho de otra manera, cuando miramos a G.I. Joe le criticamos por ser un soldado americano. Cuando miramos a He-Man le criticamos por ser violento. Barbie ha tenido más de 180 empleos, pero cuando la miramos, la criticamos por ser mujer.

Por eso creo que la Barbie es el mejor juguete del siglo XX. Ningún otro nos pone un espejo tan potente ni revela de la misma manera nuestra relación con el género como este pequeño objeto de plástico. Porque eso es lo más importante y lo que nunca se dice sobre la Barbie: que es un objeto de plástico. No la juzgamos por la mujer que es porque no es una mujer. La juzgamos por la mujer que asumimos que es.

Lo que pensamos al mirarla no dice casi nada sobre ella, pero lo dice todo sobre nosotros. Ese es el verdadero superpoder de una muñeca que se supone que no tiene ninguno. Podemos ver en ella una adversaria de las mujeres o una herramienta para machacarnos y ella seguirá sonriendo. Podemos enfrentarla a la Nancy o a las Barriguitas como si las muñecas hubieran venido a este mundo a luchar las unas contra las otras. Podemos adorarla por haber sobrevivido en un mundo que la pone bajo el microscopio o envidiarla por tener el armario más fabuloso del mundo. Barbie seguirá sin decirnos quién es, mirándonos con los ojos eternamente abiertos. Revelando quiénes somos con el asombroso poder de su infinita feminidad.