Colaterales
Las palabras y los hechos; la realidad y el deseo; Urkullu y la fascinación por el poder. No jugar con los lapsus lingüísticos, pero a Urkullu se le escapó que esperaba que «culmine» el 155 en Catalunya. No sé traducir a un lenguaje presupuestario español este verbo. Lo que sí es más traducible, es que Maroto en una de sus habituales intervenciones mediáticas asegure que no se intervino TV3 con el 155 debido a que el PSOE puso esa condición como imprescindible para darle el paso en el Senado. Mienten de tal manera los chichos de la banda de M. Rajoy que no saben que no necesitaban a nadie en el Senado para aprobar el artículo negacionista de la transición modélica, porque ellos tiene la mayoría absoluta en esa Cámara. Eso sí, Pedro Sánchez, se apuntó al carro y mostró que es un fariseo político.
Dijéramos que son efectos colaterales silenciados de todas las negociaciones secretas que fundamentan el absoluto descrédito de las instituciones y los partidos. Que se ponga el foco en la televisión pública catalana desde el partido que ha convertido en un campamento de flechas y legionarios sus tertulias, que ha denigrado hasta las heces sus servicios informativos en TVE, es un acto de cinismo extremo. Yo sigo estas semanas TV3, en el asunto mollar del conflicto, están de parte, como no puede ser de otra manera. Pero en las televisiones españolas lo mismo. O mucho peor. Y con más medios y más mentiras por segundo. La intoxicación es total y me sigue produciendo fatiga neuronal el pensar que no pueda existir el término medio, que se deba estar en una trinchera, no en un lugar razonable y razonado de opinión. No va a ser fácil restaurar el libre albedrío, la libertad de expresión, la capacidad de pensamiento sin consignas obligatorias. Y en todos los entes públicos hay cuotas y componendas partidistas.