Estos últimos días la charca hispana pareciera más maloliente; como si los miasmas que cotidianamente invaden nuestras las pituitarias hubiesen visto acentuada su ya habitual hediondez.

Cifuentes, presidenta de Madrid, mantiene impasible su ademán frente a lo obvio, que se presenta con una claridad y distinción que para sí quisiera el desconfiado Descartes. Da igual la realidad y sus pruebas y no es que ella ejerza «de rubia tonta», como dijo en su momento, es que los tontos, al parecer, son los que escuchamos impertérritos a la rubia.

Mientras, nos enteramos que Casado, portavoz, nos dice con acento inglés que hizo un posgrado en Harvard University. John F. Kennedy School of Government: Digital Government Performance (DGP), posgrado meritorio donde los haya pues fue realizado en cuatro días y en Aravaca, Madrid. Y con su sola presencia, a lo moderno, sin necesidad de obsoletos exámenes.

A Maroto y al de la moto, Jorge Moragas y otras, de momento, decenas de mujeres y hombres que dirigen y determinan nuestras vidas cobrando del erario, los títulos les bailan claqué a lo Fred Astaire. Cosas de la informática y el corrector predictivo de Windows. Pequeños fallos de la Inteligencia, de la Artificial, por supuesto.

De haber alguna pequeña irregularidad, no quepa duda de que será investigada por las autoridades hasta las últimas consecuencias pues son más de dos centenares de jefes policiales e los beneficiarios de los masters de la generosa Universidad Rey Juan Carlos. De un título equivalente al Grado en Criminología en tan sólo un año creado en colaboración con la Dirección de la Policía, para que inspectores y comisarios, integrantes de las Escalas Superiores, puedan ascender en los cargos de la Administración española.

La pérdida de la capacidad olfativa (anosmia) para lo putrefacto deviene de la costumbre a un mismo olor, el que desprendía la llamada transición española. Los que argüían «por la paz, una avemaría» han acabado ordenándose de inquisidores del reino.