No cabe duda de que el guasapeo, es algo cómodo, fácil de manejar práctico y, sorprendentemente barato, pues de momento, es gratis. Se puede estar en las antípodas y comunicarse con los seres queridos e, incluso hablar por teléfono gratis si estás en un sitio con wifi, algo cada vez más frecuente en los lugares mas insospechados, como las montañas de Nepal.

Pero también hay quien dice que el que te metan en un grupo de estos que cada vez pululan más puede llegar a ser una maldición. Y es que hay quien desde el punto de la mañana se dedica a dar la murga contando chorradas diversas que solo a él o ella interesan o quienes creen que cuando ellos no están durmiendo no lo hace nadie y se dedican a despertar a la peña con el simpático silbidito, que oído de madrugada, varias veces y despertándote no resulta tan simpático.

Como todo lo relacionado con el móvil, puede condicionar tu destino, pues cada vez mas las policías de todos los países rastrean las redes telefónicas o las de cualquier tipo de comunicación en busca de pruebas incriminatorias o simplemente para acreditar donde estabas tal día a tal hora, y que les decías a quienes se comunicaban contigo.

Ahí tenemos sin ir mas lejos el caso de los jóvenes de Altsasu, cuyas llamadas y guasapes han sido concienzudamente analizados por la Guardia Civil, para demostrar que la trifulca tabernaria fue un acto de terrorismo ordenado por una organización desarmada y próxima a desaparecer. Pero en este caso parece que han pinchado en hueso, porque no han encontrado nada que lo acredite, y puede servir de prueba de descargo, que falta hará porque es evidente que van a por ellos.

Pero no cabe duda de que los más excelsos grupos son aquellos pensados y creados incluyendo en el lote la inmortalidad. Y existen, vaya que si existen. Sin ir mas lejos hoy he visto una esquela en la que unos amigos se despiden compungidos de su colega recién fallecida con una dedicatoria que hace llorar: «Fulanita: siempre estarás en nuestros corazones, y en nuestro grupo de Whatsapp».