«Creo que nos podíamos haber ahorrado el 27 de octubre»
Está jubilado y asegura no seguir desde dentro la actualidad catalana, pero nadie que se considere bien informado pasa por alto sus artículos en el diario “Ara”. Habla con franqueza, reivindica el 1-O pero advierte de que no habilitaba para proclamar la República. Se va por las ramas cuando se le pregunta sobre el papel del PNV y para el futuro, receta paciencia y mirada larga.
Cinco intensos años de Govern, marcados por la crisis económica –durante la cual estuvo al frente de los recortes que ya venían desde el Tripartit– y el arranque del proceso soberanista, no han cambiado el aura de profesor despistado que acompaña a Ferran Mas-Colell (Barcelona, 1944) allá donde va. Pero que nadie se llame a engaño, este economista que ha pasado un tercio de su vida en las universidades de Berkeley y Harvard sigue de cerca una actualidad política catalana que tiene la virtud de analizar e interpretar desde una sólida base intelectual construida con recursos propios, al margen de trincheras partidistas. No hace falta estar de acuerdo con él para apreciarlo.
Se le atribuye la paternidad de una propuesta para el devenir inmediato de Catalunya: un liderazgo político en Bruselas o Alemania, y un ejecutivo técnico en Catalunya. ¿Cree que lo acabaremos viendo?
Hice la propuesta poco después de las elecciones, porque era inquietante que se pudiese entrar en una dinámica que podía llevar a la no formación de Govern y, eventualmente, a nuevas elecciones. El president Puigdemont pidió hace poco confianza para gestionar este periodo y yo se la doy, pero antes del 22 de mayo debe haber Govern.
Son unos cuantos los que defienden volver a intentar la investidura de Puigdemont.
No entro en las incidencias entre aquí y el 22 de mayo. En un mes pueden pasar muchas cosas, y si se gastan cuatro o cinco días para poner una vez más en evidencia el modelo español, me parece bien. Lo que hay que valorar es que unas nuevas elecciones no solucionan nada, son demasiado arriesgadas. Creo, y debo creer, que el día 22 de mayo tendremos Govern.
Ha dejado escrito que no sabe cómo se ha podido convertir una victoria como la del 1-O en una derrota. ¿Qué pasó en las semanas que van del 1 al 27 de octubre?
Podríamos decir que sobreinterpretamos tanto los resultados de las elecciones del 27 de setiembre de 2015 como los del 1 de octubre. El resultado de hace dos años no daba para señalarse un calendario de 18 meses con una fecha terminal, y el 1 de octubre, en el cual obviamente participé y considero que fue una jornada muy satisfactoria, tampoco se podía leer como un referéndum habilitante para proclamar la independencia.
En un primer momento yo no creía que la disyuntiva fuese elecciones o proclamación unilateral. Se podía continuar con el Govern e insistir en la necesidad de negociar desde la fuerza de la movilización ciudadana del 1 de octubre. Ya en la última semana, cuando la disyuntiva era entre elecciones o proclamación unilateral y 155, pienso que hubiese sido mejor convocar elecciones. No sé si hubiese evitado el 155 o no, pero hubiese sido más difícil para el Gobierno central y nuestra posición sería más fuerte.
El 26 Puigdemont está a punto de convocarlas. ¿Qué ocurre?
El 26 tocaba cerrar filas con la estrategia del president.
¿Y no hablar de 155 monedas de plata?
Bueno… también hubiese sido más fácil si el Gobierno central hubiese dado alguna garantía. Todo hubiese sido más sencillo. Pero incluso así, creo que nos podíamos haber ahorrado el 27 de octubre.
Con todo, la derrota no es por 10 a 0, como anunció Soraya Sáenz de Santamaría.
Cuando digo que convertimos las victorias en derrotas, es algo un poco retórico. En realidad, tenemos una situación en la que no ha ganado ni uno ni otro. Debería ser una invitación para que, desde el Gobierno español se ofreciese cierta distensión, que debería pasar por desactivar la judicialización del proceso. No tendremos normalidad mientras haya gente en la prisión, no le demos más vueltas a eso. Por parte catalana, en el camino de la distensión, no debería contemplarse en esta legislatura ninguna acción unilateral.
Más allá de la retirada formal del 155, ¿acabará realmente la intervención de la Generalitat?
Considero que hay muchos elementos que hacen preferible tener un Govern, empezando por tener una cara al frente de cada departamento que pueda tomar iniciativas, dar explicaciones y negociar o confrontar con el Gobierno central. Ahora la Generalitat está bastante paralizada. Por ejemplo, las convocatorias Feder de investigación, que se financian con fondos europeos, están completamente paradas. Incluso si se vaciase de contenido político explícito a la Generalitat, cosa que intentan, más valdría que fuésemos nosotros quienes la ocupásemos. Administrar también tiene su valor.
Todo esto para decir que no habrá un salto hacia atrás, entre otras cosas porque, para cuando llega el 155, la intervención ya estaba muy avanzada. El 155 simplemente les ha permitido tomar medidas selectivas en varios campos como la acción exterior, pero la intervención ya existía. No nos pensemos que volveremos a una situación de no intervención.
Ha abogado por recuperar la demanda de un referéndum, lo que choca con el eslogan de «Ja hem votat» sobre el que se ha construido la frágil realidad catalana desde el 1-O. ¿Qué le dicen quienes defienden que el referéndum ya se hizo?
El 1 de octubre no es una base habilitante para el establecimiento de un nuevo Estado. Todos sabemos que, si el proceso soberanista sigue adelante, pasaremos por nuevas votaciones, ya sean como referéndum o como lo que sea, así que a mí no se me caen los anillos por reivindicar un referéndum. Tantos como hagan falta.
Mientras, ¿qué horizonte les queda a los dos millones de catalanes que votaron por la independencia?
Te puedes dar contra la pared un cierto número de veces, pero después tienes que empezar a ser un poco más sofisticado para ir avanzando o, al menos, no retroceder. Hay alguien que está intentando, con muchos medios, reducir tu fuerza con un objetivo muy claro: que no tengas la capacidad de formar gobierno. Se le debe negar, no es una cosa menor tener el objetivo de mantener la administración de la Generalitat.
«Ciudadanos dice en voz alta lo que el PP dice en voz baja»
Ha sostenido que la involución española tiene cuatro fases: recentralización general, encaje de Catalunya en dicha centralización, eliminación de las especificidades vascas y, de una forma más transversal, la consolidación de la hipercapitalidad de Madrid. ¿Dónde estamos?
Creo que ustedes tienen claro que, en este momento, la línea de defensa de las libertades vascas pasa por la resistencia de Catalunya. Si esto colapsa, los próximos son ustedes. Solo hace falta ver las manifestaciones de Ciudadanos, que dicen en voz alta lo que el PP dice en voz baja. Cuantos más seamos tratando de parar la ofensiva centralista y uninacionalista de PP y Ciudadanos, mejor.
Sobre la hipercapitalidad de Madrid, usted enmarcó los cambios de sedes de empresas tras el 1-O en ese marco. ¿Puede explicarlo?
Viene de muy atrás y continuará, y ustedes también lo saben en el País Vasco. La estructura del Estado entiende la esencia del mismo con un centro muy fuerte. Hace tiempo que venimos observando un proceso de acaparamiento de sedes y direcciones de empresas en Madrid. El cambio estricto de sede, en sí mismo, no significa nada; el problema de fondo es la tendencia de Madrid a chupar las sedes operativas, las direcciones y los sueldos importantes asociados con una empresa. Lo que pasó después del 1 de octubre se enmarca en esta corriente, aunque lo de los dos bancos es un poco diferente porque hubo retirada de depósitos y alguna alarma en sus cotizaciones.
Catalunya supone una quinta parte del PIB del Estado español, Euskal Herria apenas un 8%. ¿Cree que hay un asunto de escala que, a efectos prácticos, haría más fácil la secesión de un territorio más pequeño?
No se haga ilusiones, vuelvo a decírselo: el Gobierno español no quiere batallar en dos frentes, pero sí en uno. El día que no tenga que batallar en el frente catalán, lo hará en el vasco. En el fondo más hondo del problema catalán, igual que ocurre en el fondo del tema vasco, está una tradición particularmente fuerte en los entornos conservadores españoles, que no contemplan en absoluto la realidad española como una realidad multinacional. Y ya está.
Hay varias versiones sobre los motivos por los que Catalunya no tuvo su pacto fiscal cuando se configuraba el actual Estado de las autonomías. Hay quien dice que el ruido de sables militar lo impidió, y también hay quien dice que Jordi Pujol lo rechazó porque recaudar impuestos era impopular. ¿Con qué explicación se queda?
No tengo una explicación. En aquella época yo estaba en Estados Unidos, y la composición de lugar que me hice fue que el PNV tenía mucha más fuerza en el País Vasco que la que tenía Pujol en Catalunya, donde el partido más grande, de hecho, era el socialista, que no estaba por ningún concierto. Dicho esto, evidentemente, hubiese sido mejor que Catalunya pudiese recaudar todos los impuestos y después pasase al Estado lo que tocase.
¿Cómo es la relación de un conseller de Economía catalán con el Ministerio de Hacienda español?
Ellos tienen más poder, lo saben, y te lo hacen saber. No hay más. Tú tienes la fuerza de tu representación parlamentaria y la fuerza de los votos que te han elegido, pero te lo tienes que repetir constantemente, una y otra vez, porque desde el otro lado siempre se minimiza este hecho.